Capítulo 2: Jacques.

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Y en un momento todo lo que Selene conocía se había esfumado. Su padre, su madre sus hermanitos. Pero la escena frente a ella era todavía más perturbadora; las grandes llamaradas y el torrente de humo negro que escapaba hacia el cielo y cubría el escenario era una escena infernal ante los ojos de Selene.

       Los gritos de las mujeres y el llanto de los niños, de los hombres siendo masacrados en las calles y las mujeres deshonradas en las casas. Mientras los jinetes de capa de cuero y capucha pasaban por la espada a cada hombre, mujer y niño que encontraban. Hombres endemoniados que hacían galopar sus caballos mientras sus jinetes incendiaban las casas y los mercados, saqueaban la iglesia de la aldea, la escuela y los almacenes.

       Selene empezó a caminar hacia el bosque que rodeaba la aldea. Pues no sobrevivirá en la aldea. No sobrevivirá a todo esto, vio al hijo menor del carnicero arrastrándose hacia el bosque pues tenía las piernas destrozadas, probablemente porque un caballo les había pisado. Sin embargo, antes de poder llegar a la seguridad de la arboleda cercana fue rematado por un jinete, cuya lanza atravesó la espalda del muchacho en un simple movimiento.

       Vio a la vieja costurera ir corriendo por detrás de su casa, a lo más rápido que aquellas piernas engarrotadas por la edad le permitían, hasta que uno de los jinetes cabalgó a un lado de ella y le dio un espadazo en la espalda que hizo que la anciana cayera al suelo y las bolas de estambre rodaran por el empedrado de la aldea. Había convivido con muchas de esas personas, pero ahora Selene no podía hacer nada "Lo siento, lo siento mucho" se lamentaba Selene mientras se quitaba las lágrimas de sus ojos aguados.

      Vio entonces a una madre que iba con una niña no más grande de Aidee. La mujer giró su cabeza hacia el bosque y entonces los ojos de la madre y Selene se encontraron.

       Ella corrió con su hija hacia la posición de Selene "No, no vengan aquí, por favor no vengan". Se decía ella misma. Sin embargo, no dieron ni cinco pasos cuando uno de los jinetes las atropelló con su caballo. El hombre descabalgó y se quitó el yelmo de la cabeza. Era un hombre robusto de complexión guerrera, de cabello negro corto con un espeso bigote. Sus rasgos faciales eran casi perfectos; pómulos altos, barbilla cuadrada, nariz recta, lo que lo hacía todavía peor. A su lado, un jinete de rostro enjuto con marcas de la viruela en su rostro, el hombre solo acontecía la crueldad que sus hermanos de armas cometían a su alrededor juzgando en silencio.

       La señora se acercó al cadáver de su hija tratando de protegerle con su cuerpo tal vez imaginando que la pequeña aún continuaba viva. Mientras tanto el malhechor solamente desenvainó su espada y la enterró en la espalda de la mujer. Un agudo gemido escapó de los labios de Selene. El hombre entonces giró la cabeza hacia la chica y sus ojos se encontraron. Aquel villano fue caminando hacia la chica.

      Selene se levantó del arbusto tras el que se escondía y se fue corriendo hacia lo más profundo del bosque. Sabía que si ese hombre le encontraba sería su fin. Corrió y corrió lo más que pudo, hasta que se dio cuenta que ya no había suelo. La chica cayó por una pendiente, rodó mientras las ramas de los arbustos le rasgaban la ropa y le rasguñaban el rostro. Finalmente, cuando llego hasta el punto más bajo, se golpeó la cabeza con un tronco viejo.

       Habría quedado inconsciente por un par de horas, pues cuando despertó podía sentir el calor de una piel de animal sobre su cuerpo. Cuando la vista le regresó, lo primero que vio fue las llamas de una fogata, y de golpe le regresó en un torrente todos los recuerdos. Selene trató de quitar la piel de oso de su cuerpo.

La Doncella de HierroWhere stories live. Discover now