Capítulo 10: La bibliotecaria y Selene

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El escolar que nos daba clases a Edric y a mí, era de pequeña estatura. Sin embargo, tenía muchos libros que guardaba en una carreta bajo una piel vieja de buey. Libros encriptados en difíciles letras. Muy difíciles de entender. El escolar decía que los libros eran voces, historias, discursos de hombres importantes que ya nadie recordaba. Aunque no entendiese en ese momento ¿Cómo puede haber una voz, si no está la persona que la pronuncia?"

       Nuevamente estaban en los caminos, el camino real era una vieja carretera romana, la cual, a pesar del tiempo, todavía continuaba empedrada. Y que seguía hacia otra de las ciudades importantes, Orleans; la ciudad fortificada. Sin embargo, no podían dirigirse hacia la ciudad fortaleza, por la ruta principal. Había bandidos y ladrones en los campos, los caminos secundarios eran más solitarios, pero no menos tétricos. Y cada camino y aldea más abandonado que el anterior. Y con forme menos gente había en las aldeas, más desconfiadas eran aquellas personas. 

        Sin embargo, era la primera vez que Selene, veía huesos de animales colgados en los árboles, como si fuesen horripilantes campanas de viento. Osamentas de becerros, de caballos y de toros. Era la primera vez que Selene veía aquella parte pintoresca de Francia. Podía escuchar susurros en el viento y eso era algo tétrico. Continuaron cabalgando a trote corto, y en la noche decidieron acampar en una meseta. Desde la cúspide se podía apreciar la campiña y los bosques franceses. Jacques estaba un poco tenso esa noche. Cuando Selene terminó de poner la fogata donde se asaría la comida. Caminó hasta llegar a Jacques. La oscuridad de la noche no dejaba ver casi nada, más que las ascuas del fuego en la lejanía.

       —¿Más fogatas? —Preguntó Selene.

      —No, peor... aldeas saqueadas. —Respondió Jacques. El muchacho tomó con firmeza el mango de su espada. Y temblaba, "¿Jacques tendrá miedo de los bandidos en el bosque?" pensó Selene. No era descabellada aquella idea, a pesar del entrenamiento que Selene llevaba con el caballero noche tras noche, todavía sentía miedo, sobretodo de ese hombre inmenso de los ojos azules que había visto saqueando su aldea. Aquellos ojos donde ella podía ahogarse, como una poza de agua turbia y oscura sin saber qué es lo que había por debajo de la superficie.

       Y, aun así, ella sentía esperanza de ser algún día como Ser William. Quien era valiente, el hombre en la primera línea de ataque y de defensa, él, quien mantenía la calma en todas las situaciones que se presentaban y aunque Selene sentía más valiente, estaba lejos de ser como él. Y aunque ahora supiese como defenderse con la espada de cualquier maleante que apareciera frente a ella. Todavía recordaba que le tenía un largo camino por delante.

       Habiendo terminado de comer, Ser William y Selene comenzaron a entrenar como todas las noches. El caballero ya le había enseñado la posición de combate, a golpear y a bloquear. Esa noche, el caballero le enseñó a dar un contragolpe.

       —Escucha Selene, ya sabes lo básico sobre la esgrima, pero llegará un día en el que tendrás que enfrentarte a alguien más grande y más fuerte que tú. Cuando ese momento llegue deberás saber cómo enfrentarte a ese hombre. Por esa razón debes aprender el contragolpe.

      —Me parece bien, pero ¿Qué es el contragolpe? —Preguntó la joven esgrimista.

      —El contragolpe es una técnica que requiere especial agilidad y destreza. Consiste en usar la fuerza del enemigo en su contra. —Respondió Ser William, mientras giraba la espada en círculos con la mano.

     —¿Cómo?

      —Así... —Respondió el caballero y lanzó un tajo ascendente con la espada. —Selene lo bloqueó, podía sentir la fuerza del caballero presente, segundos después de chocar espadas. —Tu oponente tratará de hacer que rompas tu defensa, para evitar eso debes desviar su ataque y hacer tuya la fuerza de tu oponente.

La Doncella de HierroWhere stories live. Discover now