Capítulo 11. La Iglesia y Selene

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"Nunca entres al bosque, porque cosas horribles yacen en el interior, monstruos de pesadillas, espectros de los buenos hombres que perecieron, abominaciones abandonadas por sus padres, Y las mujeres del diablo."

       El camino estaba lleno de neblina y lo único que alumbraba sus pasos era la luna. No podrían avanzar mucho, ni tampoco separarse del camino. El bosque era peligroso en la noche y eso lo sabía Selene a la perfección. Aunque le gustaba explorar, una cosa era explorar el bosque en el día y otra muy diferente en la noche. Incluso desde niña cuando el sol se ocultaba y el padre de Selene cerraba la puerta de la casa, ella sentía un alivio. "Sin embargo cuando eres niña piensas que tu casa es un castillo y tus cobijas el escudo más fuerte del mundo" pensó Selene.

       Encabezando la partida iba Ser William, en su mismo caballo iba lady Allys. Tras él iba Selene, y después a su lado en otro caballo la nueva integrante de la compañía, Nicole. La chica llevaba un par de alforjas debajo del asiento de su caballo. Una de ellas estaba llena con cuadernos y grafito para escribir el libro de aventuras. En la otra alforja estaba su ropa. Atrás de Nicole estaba Jaques montando el jamelgo a punto de desfallecer. Siempre en la retaguardia, en su espalda colgaba la vieja espada y el cazador iba envuelto en cuero negro.

      —Ahí enfrente. —Dijo Ser William. Más adelante vieron un fuego parpadeante en la penumbra, Y pronto apareció lo que parecía ser una aldea considerablemente grande. El grupo de Selene continuó la cabalgata. A la entrada del pueblo había, más extrañas decoraciones de huesos de animales; campanas de viento colgados en las ramas y osamentas de ganado decorando los árboles. La aldea parecía vacía y en las casas y chozas no parecía haber nadie. Sin embargo, había fuego en las antorchas que alumbraban los interiores de las casas y las calles.

       Cuando llegaron al centro de la aldea pudieron encontrar lo que parecían ser las ruinas de una pequeña plaza, incluso el suelo era diferente. Este era empedrado y en medio de aquella plaza se erigía una fuente. El limo negro cubría el rostro de las mujeres de piedra que adornaban los cuatro pilares de ornamento de la estructura redonda. Selene había quedado impactada por la extraña belleza de la fuente.

       —Es Romana...—Dijo Ser William rompiendo el silencio.

      —¿Romana? —Preguntó Selene.

      —Los romanos fueron un pueblo que dominó Francia antes de que se llamara Francia. Esta es una de sus fuentes, en Inglaterra hay muchas de estas en las ciudades viejas. Probablemente esta aldea inició siendo una villa romana. —Respondió el joven caballero.

      —¿Cómo sabe que es romana Ser William? —Le preguntó Jacques, escéptico del conocimiento del caballero. El tono de voz del muchacho tenía una picardía extraña.

      —Esas son las diosas romanas. —Dijo Nicole. Aquella que sostiene el libro es Minerva era la diosa romana de la sabiduría, La que lleva el arco es Diana, la diosa de la caza, la que tiene la corona es Juno y la que lleva un tocado con conchas marinas en Venus, la diosa de la belleza. —Respondió Nicole.

       Selene consideraba entretenido lo que Nicole decía, aunque no era capaz de entender muchas veces las referencias de lo que la joven hablaba, o de estas "diosas romanas". Selene hubiese deseado poder conocer a aquellas diosas romanas en persona. Es más, hasta antes de ese día no sabía que existía un dios que fuese mujer, o que existieran otros dioses que el dios cristiano.

      —Bah, son dioses paganos. —Replicó Jacques e hizo avanzar su caballo para posicionarse al frente de la compañía.

      Entonces escucharon el cántico de la iglesia y se dirigieron hacia ella. Aquel templo parecía ser una construcción muy vieja, la iglesia estaba construida en piedra con rústicos vitrales montados en los costados. En una torre estaba la pesada campana con la que se llamaba a misa. Bajaron de los caballos y los ataron a un poste. Después se acercaron al templo. Cuando abrieron la puerta los feligreses se quedaron perplejos, sobre todo al ver a Ser William y a Jacques. ¿Y cómo no iban a estar sorprendidos? si todos los feligreses eran mujeres. Mujeres, niñas, doncellas y ancianas, todas en el mismo lugar. No había un hombre a la vista más que el sacerdote que impartía la misa. Selene y los demás entraron y cerraron la puerta tras ellos, el sonido de las bisagras rechinó con fuerza. Hacía falta aceitarlas ¿O es que ya se estaban oxidando? Las mujeres comenzaron a rumorear entre ellas y pronto un mar de susurros se pudo escuchar, como el incesante zumbido de las abejas o del oleaje en el mar.

La Doncella de HierroWhere stories live. Discover now