Capítulo 15. La Bruja y Selene.

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"El mundo era mucho más grande de lo que todos creíamos, el mundo era más que solo esa pequeña aldea en Normandía, era mucho más que Francia, mucho más que Tierra Santa, porque después de todo siempre hay cosas que no importe lo tanto que las pensemos, lo tanto que las estudiemos o lo tanto que creamos en ellas, simplemente hay cosas que no lo podemos entender."

       El sacerdote se lanzó contra la chica, Selene estaba asustada. El sacerdote la tenía contra la pared con una mano le sujetaba del cuello. Con la otra, acariciaba sus muslos, un escalofrío recorrió el cuerpo de Selene. Una sensación de miedo, odio y asco, el hombre entonces sacó la lengua y lamió la mejilla de la muchacha. La piel de Selene piel se erizó y podía sentir como sus piernas comenzaban a temblar, el sacerdote entonces apretó más y más fuerte el cuello de Selene para que no se resistiera.

       —¡Selene! —Había oído gritar a lady Allys. La niña estaba del otro lado del salón. Junto a Nicole. El hermano se distrajo un momento y entonces Selene reaccionó. Le enterró la espada en el vientre. El hombre lanzó un agudo grito y soltó a la chica. Selene cayó al suelo y tosió con fuerza mientras sus agitados pulmones comenzaban a inhalar aire en un gran respiro. Selene gateó unos pasos y se levantó, se retiró las gotas de sudor y los mechones de cabello que le caían sobre la frente. El hombre se sostuvo la herida tratando de evitar que más de su sangre se derramara.

      —¡Maldita perra!, ¡Eso duele! —Exclamó el sacerdote. En sus manos una especie de jalea rojiza le escurría de la herida, era sangre podrida. El hombre tenía lágrimas de dolor en los ojos, y apretaba con fuerza los dientes, tanto que sus encías comenzaron a sangrar por la fuerza.

      Nicole y Lady Allys corrieron hacia Selene, se colocaron a sus espaldas. Selene sabía que tenía que protegerlas porque no había nadie más ahí con ellas.

     —Nicole abre la puerta. —Le ordenó Selene a la joven bibliotecaria. Nicole trató de abrir la puerta, pero el cerrojo estaba puesto; un pesado candado de hierro negro. Nicole tiró del candado esperando poder romperlo, pero este no se movía.

      —No se irán, no se irán. —Dijo el sacerdote. Le costaba respirar, su voz era gutural por el esfuerzo, ¿o es que se estaba ahogando con su propia sangre? —¡No se irán hasta que haya terminado con ustedes! —Volvió a exclamar el sacerdote y comenzó a caminar hacia ellas, entonces Selene agarró un candelabro que yacía cerca del marco de la puerta y lo arrojó al piso. El aceite de la lámpara regó el piso de piedra y levantó las llamas entre ellas y el hombre.

      Entonces se escuchó un golpe al otro lado de la pesada puerta, un golpe fuerte y contundente, como si alguien al otro lado estuviese tratando de abrir la puerta. Las llamas empezaron a serpentear por el recinto sagrado consumiendo las bancas y las mesas. Luego ascendió verticalmente por los postes de madera y los altares hasta encender en llamas los techos. La iglesia se quemaría dentro de poco, Selene tenía la esperanza de que... tal vez fuesen Jacques y Ser William al otro lado de la puerta, tratando de ayudarles a escapar. Haciendo todo lo que podían para tirar la puerta. La puerta se abrió entonces de par en par y un humo negro entró y embistió al hermano Bert. El golpe fue tan fuerte, que lo arrojó hasta el altar en llamas y una pesada cruz de madera cayó sobre el hombre. Mientras tanto Selene, Nicole y Lady Allys se apresuraron a salir.

     Selene escuchó un grito desgarrador, un grito combinado. La voz de un hombre y una mujer en aquella desangelada voz, repitiendo las mismas palabras al mismo tiempo. Selene se detuvo en el marco del portón y miró por detrás de su espalda. Vio el fuego consumir la carne del sacerdote, pero no carbonizarse, sino que las llamas parecían dar vida a algo más a partir de aquella calavera. Una joven mujer apareció; de ojos ambarinos brillantes y largo cabello blanco. Aquella aparición tenía la piel más pálida que Selene hubiese visto, con ojeras que hacían resaltar aún más sus ojos y con pómulos puntiagudos y una nariz y barbilla fina. una extraña belleza en sus facciones.

      Y cuando Selene la miró directamente a los ojos, fue transportada a otro lugar, en donde solo podía ver la arena; un vasto mar de arena, tanta que no podía reconocer hasta donde terminaba, rugosa y bajo el sol abrazador. Selene cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, volvía estar en aquella aldea endemoniada. Lady Allys tiraba de la manga de Selene. Ella reaccionó inmediatamente y salió de la iglesia. Entonces vieron a Ser William y a Jacques corriendo hacia la iglesia, y tras ellos una mezcolanza de gritos de mujeres que ondeaban antorchas, bieldos, hoces, usando túnicas con pintura en el cuerpo y osamentas de animales sobre la cabeza.

      "Oh no..." Pensó Selene.

      Los dos jóvenes estaban cansados por haber corrido tanto. Ni siquiera les había dado tiempo de poder hablar o recuperar el aire. Fue Ser William quien recuperó al aliento primero y quien ordenó correr hacia los caballos. En el interior del establo los caballos relinchaban asustados por las ascuas que flotaban en el aire y el humo que hacía los ojos arder. Ser William sacó su corsel y el de Nicole, mientras que Selene y Jacques tranquilizaban a los suyos. Pero ya era tarde, habían quedado rodeados, por las mujeres de la aldea, quienes al ver el fuego expandirse por la iglesia y el establo, comenzaron a cantar tétricamente. Entonces se escucharon rugidos de bestias que procedían de la iglesia.

     Y entonces pasó...

      Los cuernos de guerra sonaron. Y de la nada, aparecieron dos columnas de jinetes; hombres envueltos en armaduras negras y capas rojas, que hondeaban pesadas espadas en el viento.

      "¡Los ejércitos del rey!" pensó Selene.

      —¡A por ellas!, ¡En nombre de Dios y en nombre de Santa Sofía!, ¡Matadlas a todas! —Había exclamado uno de los jinetes. La columna de soldados empezó a lanzar espadazos a diestra y siniestra. Haciendo huir a las mujeres de la aldea en todas direcciones. Otros jinetes encendían fuego a las casas y edificios. Uno de los hombres miró hacia la iglesia, donde se alzó una cara endemoniada. El caballero entonces arrojó algo que parecía una pequeña bolsita de cuero con algo en el interior que Selene no reconocía, las llamas se tornaron azules y un griterío desenfrenado comenzó a surgir de las llamas como si mil hombres y mujeres gritaran en gran agonía. Estos hombres en armadura, masacraron a las mujeres sin importar quienes fuesen; desde las jóvenes hasta las más viejas...incluso a las niñas.

      Entonces la pared lateral del establo cedió finalmente ante las llamas y se desplomó, creando un camino por el cual poder huir. —¡Por aquí! —Gritó Jacques, apuntando a un camino de cabras oculto entre unos matorrales y que les alejaría de la masacre. Ser William inmediatamente subió a Lady Allys en su caballo y ambos salieron cabalgando hacia el sendero. Después Nicole y luego Jacques y Selene. Hicieron correr sus monturas a todo lo que daban, pues tenían que alejarse de aquel infierno.

La Doncella de HierroWhere stories live. Discover now