Capítulo 18. Orleans y Selene

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"—No los miren a los ojos —había dicho mi padre cuando caminábamos hacia la granja, en ese entonces pudimos ver que tan diferentes éramos con respecto a ellos. Los duques de Normandía solían pasear por su tierra y por sus aldeas, los hombres vestían con jubones de terciopelo y armaduras brillantes y las damas con largos vestidos de telas suaves, hermosas, con faldas que ondeaban en el viento, eran como mariposas supongo. Luego me miré a los pies, estaban negros por haber caminado tanto, ya no sentía los guijarros del camino sobre ellos...desde hace mucho. Entre el olor que emanaba de los caballos y el contraste del olor de los perfumes que emanaban de los nobles se convirtió en una extraña mezcolanza, mientras que yo, olía a todos los olores de la granja. Me di cuenta que somos muy diferentes y en muchos sentidos. Yo alcé mi cabeza y la vi...una mujer de larga cabellera rubia rizada con ojos azules brillantes, fue la única de ellos que se dignó a verme a los ojos y aún más, se atrevió a sonreírme, no sé qué fue de aquella noble que cabalgaba aún con el vientre hinchado por el embarazo."

      —Selene... —Había tratado de decir Jacques, el muchacho trataba de explicarse. O eso es lo que Selene suponía, pero ella necesitaba estar sola. No le iba a escuchar no en ese momento, cualquier palabra que el muchacho dijera solo sería una cortada nueva en su alma y ella había sufrido muchas desde que inició su viaje. Ya nada hacía sentido, justo ahora, su cabeza era un mar encolerizado y las palabras de Jacques era el rugido de las olas esperando consumir todo lo que flotase en su superficie, solo para arrastrarlo hasta el fondo.

      —Ahora no Jacques. —Respondió Selene con un tono cortante.

      —Perdón. —Replicó el muchacho con voz temerosa, como la de un niño arrepentido.

      —¿Perdón por qué? —Preguntó la chica. —¿Por ocultarme quien eras en realidad?

      —No era mi intención, es solo que, si lo hubieras sabido, puede que...tenía miedo Selene, tenía miedo de que me acusaras, de que ya...no quisieras viajar conmigo.

      —Jacques, esos hombres masacraron a mi familia; a mi padre, a mi madre a mis hermanitos... me dejaron sin nada allá en Normandía. Y luego resulta que tú los conocías, ¿Qué se supone que tenga que hacer? Aceptar lo que eres, fingir que no eres...uno de ellos, un....

      —¿Un bandido?, ¡No Selene! Yo no era como ellos. Mi padre; él era un bandido y uno muy bueno. Pero cuando mi madre murió al darme a luz...él quiso cambiar, mis primero ocho años los pasé con una familia de cazadores y granjeros. Después mi padre me sacó de esa familia a la fuerza para que fuera parte de su banda. Pero él mismo se dio cuenta de lo que significaba ser padre. No sé, supongo que no le pareció que viviéramos en la fuga y con el temor constante de los caza-recompensas y guardias del rey. Él no quería criar un niño en esa vida por más tiempo. Por lo que decidió convertir la banda, en una compañía de mercenarios, de guardias, algo legal y cristiano. Pero mi tío; él está loco, disfruta de la muerte, de la sangre y de la batalla. Tanto así que... —Jacques se detuvo abruptamente, y cerró los ojos de dolor.

      Selene entonces miró al cazador a los ojos indignada, cuando Jacques los abrió finalmente, dio una larga respiración y prosiguió.

      —Cuando mi padre le dijo a la banda lo que quería hacer, mi tío lo mató. Yo tuve que huir y me fui lo más lejos que pude. Empecé una nueva vida en Normandía, tienes que creerme que no pensaba volver a encontrarlos. Alfonz me quitó a mi padre, como mató a tu familia, —Entonces Jacques puso su mano en el pomo de su espada. —Es por eso estoy destinado a enfrentarme a él, Selene.

La Doncella de HierroWhere stories live. Discover now