6: Hogwarts

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Después de cambiarme, entré de nuevo al compartimiento  con mi tunica limpia y planchada pero no tenía duda que la volvería a arrugar, y una voz retumbó en el tren.

—Llegaremos a Hogwarts dentro de cinco minutos. Por favor, dejen su equipaje en el tren, se lo llevarán por separado al colegio.

Nunca perdía mis nervios, lo bueno de tener tanta confianza en mi misma era que nunca me ponía nerviosa o ansiosa ¿Para qué mentir? Estaba muy nerviosa y no sabia si tenía el estómago revuelto o era Cas en mi chaqueta que no paraba de revolverse. Nos reunimos con el resto del grupo que llenaba los pasillos y es que no solo me sentía nerviosa por Hogwarts y mi futura casa, si no que esperaba que nadie se diera cuenta que estaba trayendo un bowtruckle, una criatura que no estaba permitida en el colegio.

El tren aminoró la marcha, hasta que finalmente se detuvo. Todos se empujaban para salir al pequeño y oscuro andén. Era de noche, oscuro y frío. Entonces apareció una lámpara moviéndose sobre las cabezas de los alumnos, y oi una voz conocida:

—¡Primer año! ¡Los de primer año por aquí! ¿Todo bien por ahí, Harry?

La gran cara peluda de Hagrid rebosaba alegría sobre el mar de cabezas, como cuando conoció a mi abuelo, aunque bueno, en ese mismo momento parecía que acababa de conocer al héroe de su infancia y es que lo entendía; mia buelo tambien era mi heroe.

—Vamos, siganme... ¿Hay más de primer año? Miren bien dónde pisan. ¡Los de primer año, siganme!

Resbalando y apenas seguimos a Hagrid por lo que parecía un estrecho sendero. Estaba tan oscuro que pensé que era un túnel. Nadie hablaba mucho. Neville, el chico que había perdido su sapo, lloriqueaba de vez en cuando.

—En un segundo, tendran la primera visión de Hogwarts —exclamó Hagrid por encima del hombro—, justo al doblar esta curva.

Se produjo un fuerte ¡ooooooh! Y sí que era ¡oooooooh!
El sendero se abría súbitamente al borde de un gran lago negro. En la punta de una alta montaña, al otro lado, con sus ventanas brillando bajo el cielo estrellado, había un impresionante castillo con muchas torres y torrecillas. Se veía mucho mas bonito que los castillos de los cuentos de princesas.

—¡No más de cuatro por bote! —gritó Hagrid, señalando a una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la orilla. Harry y Ron subieron a uno, seguidos por Neville y Hermione y bueno yo no quería irme con otros chicos por lo que, con la mirada reprobatoria de Hermione me subí junto a ellos. Dudaba mucho que fuera tan pesada que el bote se hundiera

—¿Todos han subido? —continuó Hagrid, que tenía un bote para él solo—¡Venga! ¡ADELANTE!

Y la pequeña flota de botes se movió al mismo tiempo, deslizándose por el lago, que era tan liso como el cristal. Todos estaban en silencio, contemplando el gran castillo que se elevaba sobre las cabezas mientras  nos acercábamos cada vez más al risco donde se erigía, todos estaban pensando tantas cosas a la vez y tan fuerte que me empezó a doler la cabeza y me la tuve que sujetar un rato, nunca estuve junto a tanta gente que estaba tan emocionada, me daba jaqueca, sentir sus emociones, sentir sus sensaciones y todos sus pensamientos e incluso recuerdos. Era dolroos, siendo que en Dorset solo eramos yo y mis abuelos Newt y Tina.

—¿Estás bien?—preguntó Harry, yo solo asentí.

—¡Bajen las cabezas! —exclamó Hagrid, mientras los primeros botes alcanzaban el peñasco. Todos agachamos la cabeza y los botecitos nos llevaron a través de una cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delantera del peñasco. Fuimos por un túnel oscuro, que por cierto me dio un susto de muerte, que parecía conducirnos justo por debajo del castillo, hasta que llegamos a una especie de muelle subterráneo, donde trepamos por entre las rocas y los guijarros.

Laila Scamander y La Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora