10: Interrupciones

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El viernes fue un día importante para nosotros tres, me sentí orgullosa. Por fin encontramos el camino hacia el Gran Comedor a la hora del desayuno, sin perdernos ni una vez, fue un logro.
—¿Qué tenemos hoy? —preguntó Harry a Ron, mientras echaba azúcar en sus cereales.
—Pociones Dobles con los de Slytherin —respondió Ron—. Snape es el Jefe de la Casa Slytherin. Dicen que siempre los favorece a ellos... Ahora veremos si es verdad.
—Ojalá McGonagall nos favoreciera a nosotros —dije suspirando. La profesora McGonagall era la jefa de la casa Gryffindor; pero eso no le había impedido darnos una gran cantidad de deberes el día anterior.
Justo en aquel momento llegó el correo. Cientos de lechuzas entraron súbitamente en el Gran Comedor durante el desayuno, volando sobre las mesas hasta encontrar a sus dueños, para dejarles caer encima cartas y paquetes.
La lechuza con la cual le había enviado la carta a mi abuelo había vuelto con la respuesta, se puso a mi lado y le di un poco de comida y le acaricié las plumas antes de que se fuera. Abri la carta y la empece a leer:

Querida Laila
¿Como estas cariño? Me alegra por qué estás en Gryffindor, es la casa que siempre quisiste, además de que tu madre estuvo allí. Sobre la Legeremancia no he hablado con el profesor Dumbledore sobre eso, creo que lo ha descubierto el mismo, o ya lo sabía, no te preocupes, es un gran profesor. Tu abuela Tina y yo estamos bien, los Bowtruckles parecen un poco deprimidos con tu partida al igual que Gabe, te echan mucho de menos, Bart te ha esperado en el invernadero desde que te fuiste, y los huevos del occamy ya han empezado a romperse. Me alegra escuchar que has hecho amigos,  espero que te lleves bien con todos tus compañeros. Y dime cómo te ha ido todo con Cas? Y tu varita?
Te quiero
Tu abuelo Newt.

—Si eres metamorfomaga, ¿puedes tomar el aspecto de cualquier persona aquí presente?—preguntó Ron, echándose a la boca dos trozos de tocino.
—Claro—respondí doblando la carta, vi a una chica de Slytherin con un pelo rubio platinado y ojos grises, parecía albina, poco a poco me imagine a mí misma, convertida en ella, sintiendo la transformación de mi cabello y cuando abrí los ojos, todos me miraban.
—Lo sé, lo sé, soy asombrosa, no es necesario que lo digan en voz alta ...bueno si, díganlo en voz alta—dije riendo y volví a la normalidad.

🌌

En cuanto llegue al aula de pociones no sentí los pensamientos de Snape, al igual que Dumbledore tenía la mente cerrada, como si tuviera un candado, no pude percibir sus emociones ni nada aunque por como se veía parecía enojado.
Las clases de Pociones se daban abajo, en un calabozo. Hacía mucho más frío allí que arriba, en la parte principal del castillo, y habría sido igualmente tétrico sin todos aquellos animales conservados, flotando en frascos de vidrio, por todas las paredes, eso fue lo peor.
Snape, como Flitwick, comenzó la clase pasando lista y, como Flitwick, se detuvo ante el nombre de Harry
—Ah, sí —murmuró—. Harry Potter. Nuestra nueva... celebridad.
Draco Malfoy y sus amigos Crabbe y Goyle rieron tapándose la boca. Snape terminó de pasar lista y miró a la clase. Sus ojos eran tan negros como los de Hagrid, pero no tenían nada de su calidez. Eran fríos y vacíos y hacían pensar en túneles oscuros.
—Ustedes están aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones —comenzó. Hablaba casi en un susurro, pero se le entendía todo. Como la profesora McGonagall, Snape tenía el don de mantener a la clase en silencio, sin ningún esfuerzo—. Aquí habrá muy poco de estúpidos movimientos de varita y muchos de ustedes dudaréis que esto sea magia. No espero que lleguen a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores
relucientes, el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos... Puedo enseñarlescómo embotellar la fama, preparar la gloria, hasta detener la muerte... si sois algo más que los alcornoques a los que habitualmente tengo que enseñar.
Más silencio siguió a aquel pequeño discurso. Harry y Ron intercambiaron miradas con las cejas levantadas. Hermione Granger estaba sentada en el borde de la silla, y parecía desesperada por empezar a demostrar que ella no era un alcornoque. De repente hubieron unos golpes en la puerta y la Profesora McGonagall entró con severidad.
—Disculpe interrumpirle Profesor Snape, pero el director Dumbledore quiere ver a la señorita Scamander—anunció, y en cuanto dijo eso mi cabello se volvió rosa brillante y casi boto mi tinta para la pluma. El profesor Snape hizo una mueca y asintió, me estaba levantando cuando McGonagall dijo:
—Será mejor que lleves tus cosas Scamander.
Eso me hizo ponerme roja, ¿que estaba pasando?, guarde mi pergamino y mis libros, mi varita estaba en mi bolsillo por lo que antes de cruzar la puerta mire a Harry y Ron, ambos estaban igual de confundidos y en sus mentes rondaba la misma pregunta que me estaba haciendo ahora mismo
¿Qué hice?
Mientras escuche los murmullos de mis otros compañeros, y seguía a la profesora.

Laila Scamander y La Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora