Mensajes

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En el colegio todo era peor. Ya de por si ella lo pasaba mal, pero en el colegio era como su bala en una diana bien preparada, a punto de disparar cada vez que se acercaba a este.

No era el colegio, era la gente.
¿Que si se metían con Red? No.
A ella solo le pegaban y maltrataban psicológicamente. Pero yo siempre estaba allí para recoger cada pedazo de corazón roto que tenía cuando alguien le gritaba como de gorda que estaba, o como de fea que era. Mentiras que ella se creía.

Y aún recuerdo aquel día, aquel día que me di cuenta de lo que ella era capaz. De lo que Red era de verdad.

Aquel día que apenas fue hace un par de días.

Sus ojos verdes miraban los míos con desesperación, como si intentara decirme algo con la mirada, pero sin pronunciar una sola palabra. Me encanta la forma que hacían sus labios cuando se encurvaban para sonreír, o aquella mueca de desagrado cuando el profesor le llamaba la atención, para que se girase, porque me estaba mirando. O eso creía.

Margaret. —Levanté la vista de la hoja en blanco que estaba pintando porque no quería prestar atención en clase, y miré a la persona que me había nombrado. Me sorprendí al darme cuenta que Gabriel era esa persona. —¿Sabes que hoy es mi cumpleaños? —Preguntó con una sonrisa divertida.

Me quedé quieta en el sitio, asustada incluso. Sabía que día era su cumpleaños y no, no era hoy.

—¿Hoy? —Pregunté dudosa, sin que se notara que en el fondo, sabía todo de él, demasiado tiempo enamorada de Gabriel. —¿No era el 20 de Abril?—Seguí mostrando mis argumentos.

En realidad sí. —Dijo con una carcajada. —Pero sólo era una excusa para invitarte a mi fiesta, es este viernes a las once de la noche. —Mi corazón parecía que no podía hacer su trabajo bien, ya que sentía que mi sangre no bombeaba y por tanto, mis pensamientos no se aclaraban.

—¿Quieres que vaya a tu fiesta? —Estaba tan asombrada de lo que acababa de pasar que no podía esconder mi sorpresa. Él asintió y me dió la dirección y número de su casa, me sonrió por último y volvió a darme la espalda. Mi cerebro no podía creer la escena vivida, y mi corazón menos.

Hasta que algo tenía que estropearlo.

Un mensaje. No cualquier mensaje, uno de mi hermana. Y eso nunca era bueno, siempre que me avisaba por algo, era para ayudarle a hacer alguna cosa o porque estaba vomitando en el baño del colegio.

El mensaje era claro y corto.

"Ven. "

Y antes de que preguntara a donde se suponía que tenía que ir, la respuesta llegó.

Último mensaje.

"Baño de chicas. "

Le pedí al profesor que si podía ir al baño y después de una pequeña charla de "se debe de ir a la hora del patio" me dejó salir.

Salí al pasillo con algo de temor por lo que me podía encontrar en el baño, pero suponía que sería lo de siempre, vómitos o gritos desesperados de Red.
Pero no fue así.

Llegué al baño cuando abrí la puerta y vi lo que sucedía. Con mis ojos cerrados, maldiciendo por dentro todo lo que podía maldecir y abriéndolos de nuevo para ayudarla a salir de ahí.

—¿Qué ha pasado Red? —Pregunté acercándome lentamente a ella y cerrando la puerta con pestillo. —¿Qué has hecho? —Corregí mis propias palabras.

Red se encontraba en la pica, lavándose la cara con mucha agua fría y mirando el desastre que había creado con una pequeña sonrisa, que por mucho que intentara esconderla para mí, no lo conseguía.

Lo peor es que estaba orgullosa.

—¿Qué has hecho? —Repetí mirando el inerte cuerpo ensangrentado que había apenas 3 metros de mis pies.
Me tapé la cara con las manos, intentando no mirar, intentando despertar de la pesadilla. Sin resultados.

Ella se lo buscó. —Red no hablaba demasiado, tampoco le hacía falta. Siempre decía lo que debía decir en cada situación, y también callaba cuando debía callar. Casi todo el tiempo. Decía todo y nada en un silencio, no se esforzaba a ocultar que le gustaba.

Le gustaba ver sufrir. Por ella misma. Le gustaba el dolor.

Tenemos que hacer algo. —Dije acercándome a ella con tranquilidad y tocando su pelo castaño casi rubio con cariño, pasando mis manos por su cara en una suave caricia fraternal. Era mi hermana, y los hermanos se protegen ante todo y todos. —Yo sé porque lo has hecho, y no te culpo. —Seguí hablando, haciendo que no se sintiera culpable. Porque una Red culpable era peor que una Red asesina. Y tampoco era tonta, sabía quién era aquella chica que se encontraba muerta en el suelo.

Era María. ¿Quién era María? La chica más mala del instituto, seguramente del barrio y ciudad que nos encontrábamos. La típica chica que lo único que hacía era insultar y menospreciar a la gente, gente como Red que no socializaban, gente como Red que no tenía amigos y no hablaban. Más de una vez le había visto en el comedor pegando a mi hermana o llamándole gorda en medio de todos. No podía hacer nada, no más.

Y no sabía lo que había pasado en aquel baño. Lo único que sabía es que mi hermana estaba llena de sangre que no era suya (aparte de la de las muñecas) y un cuerpo en el suelo gris.
Por suerte no había mucha sangre, al menos no una que no se pudiera explicar.

Salí al pasillo mirando por ambos lados, vigilando quien había en éste. Y cogí por los pies a María, mientras que Red la cogía de la cabeza. Y todo iba bien, perfecto me atrevería a decir, hasta que los pasos se escucharon.

Dejé el cuerpo en la esquina antes de girar al siguiente pasillo y a mi hermana ahí. Y me adelanté para hablar con la profesora que se acercaba hacia nosotras frunciendo el ceño por verme entre clases.

Margaret. —Me llamó la mujer nada más verme. —¿Qué haces en los pasillos a esta hora? —Aún no era la hora de salir y los alumnos estaban en sus respectivas aulas.

Voy al baño. —Respondí secamente, pero convincente. La profesora me miró de arriba a bajo y hizo un asentimiento de cabeza, dando su aprobación. Hasta que lo vio.

—¿Y esa sangre? —Preguntó mirando mis manos. Entonces la vi y caí en el momento que le toqué la cara a mi hermana y se me llenaron de sangre.

Me estaba sangrando la nariz hace nada y por eso tengo que ir al lavabo. —Dije rápidamente, mentir se me hacía costumbre desde hacía unos años. La profesora asintió de nuevo y dió la media vuelta y se fue por donde había venido, así dejándome respirar con tranquilidad.

Volví al lugar donde había dejado a Red con el cadáver y cogí de los pies, sin arrastrar, a mi ex compañera de instituto, hasta llegar a los cubos de basura. Teníamos un plan para esa noche.

Un buen Lunes de escuela. Un buen plan para mi primer asesinato, su primer asesinato.

Y ahí estaba yo, recordando aquellos momentos donde fui cómplice de un asesinato.

Y ahí estaba yo, recogiendo los pequeños pedazos de remordimientos que tenía Red escondidos debajo de la manga invisible.

Red Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum