Toques

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—¿Ca ca ca cariño? —Tartamudeó Clara nada más abrir la puerta de mi habitación, la que en aquel tiempo era mi habitación. —¿Qué? —Dijo sin entender la situación que tenía enfrente, poniendo sus blancas manos en su boca haciendo que ésta no se viera, y por lo tanto tampoco su expresión. Pero sabía cuál era.

Miré a mi madre con indiferencia y con cara interrogativa.

¿Cuál es el problema? —Pregunté limpiándome las manos en el vestido azul que siempre llevaba puesto para ocasiones especiales. Miré a mi madre intentado descifrar la mueca que tenía incrustada en su cara e intentado encontrar el error que había encontrado. —¿Acaso me ha quedado feo? —Pregunté mirando de nuevo al cuadro. Ella negó con la cabeza demasiadas veces seguidas y de un momento a otro mi padre también se encontraba en la habitación.

¿Red? —Dijo mi padre mirando a mi hermana en el suelo, o lo que quedaba de ella supuse. ¿Porqué mis padres tenían agua en los ojos? Mamá me había dicho que no me había quedado mal el cuadro. ¿Me estaban mintiendo? —¡Mamá! —Chillé de un momento a otro y viendo la cara de sorpresa de mis padres por escucharme gritar. —Dijiste que no era feo. —Hablé cayendo una resbaladiza lágrima solitaria por mi mejilla blanquecina. Dolía ver cómo lo que tanto tiempo y esfuerzo había tardado, no les gustaba.

Hay demasiada sangre Cristian. —Escuché a mi madre decir cerca de mí, pero yo ya no estaba allí, solo físicamente. —Demasiada sangre para estar viva. —Remarcó Clara echándome de la habitación y hablando con mi padre a solas.

El mensaje llegó a mi teléfono como si llevara horas esperándolo, y justo acababa de salir de aquel lugar que prefería no volver.

Era claro y conciso.

"Tenemos que hablar. " ¿De qué? ¿Con quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? Y lo más importante: ¿Por qué?

"No quiero hablar. " Envié nada más recibir el mensaje, mis dedos teclearon esas letras como si tuvieran vida propia. Y Él como si mi mensaje estuviera esperando, contestó.

"Ok. " El mensaje era claro y conciso y con información de sobra; no le importaba.

Volví al sofá después de coger el móvil de la mesa y lo puse a mi costado. Encendí la televisión y hice zapping entre programas de poco interés. Todo era aburrido y no había nadie en casa. De un momento a otro se escuchó el timbre y de un salto me levanté del asiento, fui caminando tranquilamente por el pasillo hasta llegar a la puerta y justo antes de abrir solté un bostezo.

Abrí la puerta sin entender el porqué. No sabía que hacía allí y tampoco tenía ganas de averiguarlo, tal que la abrí, la cerré.

Dos toques.

—Abre. —Dijo una voz detrás de la madera que me protegía. —Margaret por favor no seas infantil, ábreme. —Volvió a hablar la voz.

Volví al sofá donde había estado sentada minutos antes y seguí con los cutres programas que daban aquella tarde.

Tres toques.

De nuevo los nudillos en mi puerta volvían a resonar. Hice oídos sordos y seguí con lo mío.

Tres toques y dos timbrazos.

Odiaba cuando la gente tocaba al timbre, era realmente escandaloso e innecesario.

Me levanté del sofá con pereza y me acerqué de nuevo a la puerta, miré por la mirilla de ésta y resoplé.

-—Te estoy escuchando. —Dijo Miquel aún sin poder verme. —Abre por favor. —Volvió a suplicar. Abrí la puerta después de unos minutos de silencio y un suspiro salió de mis labios sin querer.

—¿Qué quieres? —Hablé irritada, llevaba días sin dormir bien y lo único que quería era visitas, y menos de Él.

—Solo hablar. —Dijo con las manos en alto dándome a entender que sería totalmente correcto e inocente. —Solo hablar. —Repetió enfatizando la primera palabra de la frase.

Asentí no muy segura de lo que decía y le invité a entrar con una mano, nos sentamos en el sofá uno enfrente de otro y un silencio algo incómodo se posó en el ambiente.

Miré el reloj de muñeca que siempre tenía puesto en mi derecha y seguí mirando al suelo de parquet. Levanté  la vista a sus ojos y por un momento pude ver algo que no sabría identificar. Retomé las vistas al suelo y suspiré. Miquel carraspeó y cambió de posición poniéndose más cerca de mi pierna desnuda.

—¿Qué tal? —Preguntó tocándose la nuca algo incómodo. Había sido Él quien había querido hablar no entendía su reacción. Asentí dándole a entender que todo bien, o al menos lo que quería que pensara. —¿Tu hermana...? —Comenzó a preguntar y le corté.

—¿Mi hermana qué? —Hablé de manera borde. Odiaba que metieran a mi hermana en la conversación.

—¿Como estás? —Volvió a preguntar, y yo volví a asentir. —¿Y el golpe que...? —Dijo tocando la parte de la cabeza afectada. Le lancé una mirada de odio y me aparté de su contacto, sin en realidad querer apartarme.

—Bien. —Respondí secamente. —¿Qué querías? —Corté la tonta conversación que estábamos teniendo.

Miquel me miró sin entender a qué me refería y al segundo hizo una mueca con sus labios y habló.

—Solo quería explicar qué pasó. —Comenzó hablar. Sus labios rosados me desconcertaron. —Yo... Quería pedirte perdón pero no fui yo quien te dió con la pala en la cabeza. —Siguió con su argumento. Su lengua tocó los labios de manera que estos se mojaron, dando paso a sus siguientes palabras. —Fue Red. —Dijo Miquel terminando la conversación que nunca llegamos a comenzar.

Red Where stories live. Discover now