Final

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Miré por la ventana del autobús que hacía hora y media que había cogido para huir, observando el paisaje que iba por este. Agaché mi cabeza y vi mi vestido.

Aquel vestido azul para ocasiones especiales.

DIOS MARGARET QUÉ HAS HECHO. —Se volvía a escuchar por la habitación.

Todo se volvió rojo y en un abrir y cerrar de ojos, nada estaba allí y caía en un profundo agujero de color rojo sangre.

Miré de nuevo al espejo observando la situación de manera objetiva.

_Que bien me queda este vestido azul. _Pensé sonriendo a la niña del reflejo.

Entonces vi la sangre en él y en el suelo. Vi la sangre en las manos de mi madre por intentar reanimarla y vi la sangre por todo su cuerpo.

Una pequeña sonrisa salió de mis labios sin intentar ocultarla si quiera.

Eres un monstruo. —Escupió Clara, la que fingía ser mi madre. —Has matado a tu hermana. ¿Qué dirían tus padres de esto?

Mis padres.

El vestido se me manchó de sangre porque pasé mis sucios dedos por él. No tenía otro lugar donde limpiarme. Miré a mi hermana que tenía el cuchillo aún en una mano y dirigí una mirada asesina hacia ella. Siempre tan inocente.

Shhh no se lo puedes decir a nadie. --Hablé con esa voz, esa voz que ponía siempre que estaba feliz. —No le puedes decir que mataste a papá hermanita. —Seguí hablando con una sonrisa macabra.

¡Yo no he matado a nadie! —Chilló ella un intento desesperado de no ser culpable de la muerte de mis padres. —¡Yo no he matado a papá ni a mamá! —Gritó entre sollozos.

Ella siempre fue una cría. Tan inteligente pero tan inocente.

Tienes que calmarte. —Dije intentando relajarme. —Están a punto de venir.

¿Quién? —Preguntó inocentemente Margaret.

La policía. —Respondí lanzándome encima de ella y manchando toda su ropa y así no poder chivarse. —Ahora diremos que ha sido un accidente.

Diremos que ha sido un accidente de tráfico. —Habló por primera vez. —Pode podemos podemos enterrarlos en el bosque. —Dijo entre sollozos de nuevo.

Los había matado.

Los había matado a todos.

Miquel.

Cogí el vestido de debajo de la cama y me lo puse con cuidado, tenía casi la misma edad que yo y aún me venía, siempre me vino grande de pequeña, y ahora me venía ajustado.

Bajé por las escaleras sin hacer ruido a la planta baja, y allí me encontré con la cocina. Un café frío que había en la nevera y un trozo de pan que había por la despensa, un cuchillo de punta para untar la mermelada y la mantequilla, y de vuelta para arriba.

El cuchillo con una fina capa de veneno y al café unas cuantas gotas más, solo por si acaso.

Volví a entrar a la habitación esta vez menos silenciosa y me senté en mi lado de la cama con la bandeja roja.

Buenos días bello durmiente. —Dije viendo como abría los ojos lentamente. Miquel sonrió y dió la vuelta al colchón. —Oye oye. —Le llamé tiernamente. En el fondo sentía algo por él. —No vuelvas a dormir pequeñín, que tengo cosas que hacer. —Hablé como una madre que levanta a sus hijos para ir al colegio.

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