Valla

5.4K 633 81
                                    

Estaba peinando aquella castaña melena, esa que tanto me gustaba peinar en mi cama justo antes de ir a dormir. Pasaba el peine de arriba a abajo, una y otra vez, sin parar, simplemente deslizando mi peine color rosa fucsia por su castaño natural. Siempre me gustó su cabello, ese liso sin plancha, y ese color sin tinte. Era tan bonito que me gustaba peinarlo una y otra vez, cada día, a la misma hora, en la misma posición. Imaginando que era mío, notando sus enredos en mis dedos.

-Creo que ya está bien. -Habló después de un buen rato Red. Me podía pasar horas haciendo ese movimiento.

-Un ratito más. -Rogué con un puchero de niña pequeña, mis seis años aún estaban presentes a la hora de hablar, aunque parecía incluso más pequeña.

-No, ya llevas un buen rato, quiero dormir ya. -Respondió echándome de su cama y tapándose con las sábanas y aquella manta de color rosa que hizo con su madre. -No cierres las persianas. -Dijo cuando yo iba a bajarlas. La miré con recelo, siempre teníamos que hacer lo que ella quisiera y cuando ella quisiera. Estaba harta.

Hice lo mismo que hizo ella con la cama y me di la media vuelta.

-Tienes un pelo muy bonito Red. -Hablé por última vez antes de quedarme dormida.

Tijeras.

Cabello castaño.

Una mano.

Demasiado pelo cortado.

Un grito.

Red enfadada.

Red pegándome una bofetada, una tras otra, y otra y otra.

Margaret llorando. Le había empujado contra una estantería.

Margaret sangrando.

Margaret inconsciente.

Red mirándola, indiferente.

Los padres entran y sacan a Red de allí.

-Nadie lo sabrá. -Repetían una y otra vez mis padres al oído de Red. -Nadie sabrá que fuiste tú quien la mataste. -Escuché antes de ver más sangre.

Desperté de nuevo con otro medio recuerdo en mente. Recordaba su cabello, el olor del champú incluso. El golpe y el dolor, la marca que había dejado en mi cabeza, incluso los puntos que me pusieron. Pero no recordaba la satisfacción de cortar aquel hermoso cabello, no sabía nada. Y seguía viva, superficialmente al menos.

¿Había sido solo un sueño? Dicen que los sueños tienen que ver algo relacionado con la realidad, y no lo niego. No con los míos.

Me sentía bien. Con ganas incluso. Con oportunidades, con vida, eso que hacía tanto que no sentía.

Me levanté de la cama de un salto y sin mirar a mi hermana que ya sabía dónde se encontraba.

Piqué a la puerta del baño, intentando ver si Red había acabado de vomitar y poder entrar a ducharme. Pero nadie salió del lavabo. Estuve un par de minutos llamándola por su nombre y dando golpecitos cada vez más fuertes a la puerta. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y una gota de sudor frío cayó por mi frente. ¿Y si se había desmayado? ¿Y si se había cortado demasiado profundo?

Dejé el baño en paz y fui hasta la habitación de enfrente, donde se encontraban mis padres aún durmiendo. Su turno de trabajo no comenzaba hasta media mañana, mientras yo tenía que despertarme a las seis y media para ir al colegio. Abrí la puerta de la habitación sin cuidado y con prisas. Mis padres estaban tumbados tranquilamente durmiendo y con las persianas aún cerradas.

Red Where stories live. Discover now