Labios Rosados

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Miré sus labios de nuevo y fruncí el ceño retomando mi mirada a sus ojos oscuros.

—¿Qué? —Esa pregunta que ni siquiera estaba en mi mente salió por mi boca sin haberlo planeado. —¿Qué? —Repetí esta vez más alto y levantándome del sofá con una mueca de enfado. —¿Vienes a mi casa para "hablar" y lo que me vienes a decir es para echar la culpa a mi hermana por algo tuyo? —Le señalé acusadoramente con el dedo y fijé mis ojos con fuego en los suyos. —Quiero que te vayas. —Dije lentamente volviendo mi respiración más tranquila. Él me miró sin entender mi comportamiento y habló.

—Pero... —Comenzó a decir. —Pero... Margaret. —Nombró mi nombre con un tono tierno, no sabía el porqué de ese cambio de actitud. —Yo no lo hice. —Se levantó y tocó mi brazo con una caricia cariñosa, mi cuerpo y mente se relajó al instante de su contacto. —Tienes que creerme. —Siguió con su argumento que ahora me planteaba si era cierto.

Miré de nuevo sus labios rosados y descrucé mis brazos dejándolos muertos a mis costados, pero sin bajar la guardia del todo. Él bajó la mirada también a los míos y un ambiente extraño se posó en la habitación. Era una mezcla de pasión y odio, al menos por mi parte.

Su mirada iba de mis claros ojos a mis oscuros labios, era irónico que sus ojos fueran oscuros y sus labios casi blancos. Éramos tan distintos.
Solo y, solo durante un segundo me planteé lo que pasaría al tocarnos, aunque fuera un simple segundo. ¿Serían suaves? ¿Fríos? ¿Querría repetir o no volver a verlos? ¿Serían tan blanditos como parecían?

—¿Solo habías venido para eso? —Dije dando un paso un poco más cerca de él, ni siquiera me di cuenta de ello. Miquel negó con un simple movimiento de cabeza, y hizo lo mismo que yo, acercarse.

—No solo para eso. —Dijo mirando de nuevo a mis labios y dejando su mirada perdida en ellos. Después de un buen rato de lo que parecía que se había perdido en sus pensamientos, le chasqueé los dedos justo delante de sus ojos. Él dió un pequeño salto y carraspeó.

—Lo siento es que tus labios no me dejan pensar con claridad. —Habló después de minutos de silencio. Mi corazón comenzó a bombear más y más sangre tan rápidamente que pensaba que se me iba a salir del pecho, notaba las pulsaciones sin ni siquiera tocar la parte donde estaba el órgano. Miré con ojos interrogativos a sus ojos castaños, una sonrisa salió de mis labios sin permiso, y una torcida sonrisa salió de los suyos.

De un momento a otro ya no podía dar más pasos cerca de él, ya que más cerca de mi boca no podía estar. Al principio fue un simple roce, un contacto suave y con algo de miedo por parte de ambos, y al segundo se convirtió en pura pasión. Fue extraño lo tierno que se sentía al primer minuto y lo ardiente que era al siguiente momento.

Sentí el frío sofá en mi espalda desnuda y mis labios algo doloridos, pero no importaba. Seguimos un buen rato así hasta que de un momento a otro dejó de besarme.

—¿Qué? —Solté intentando respirar tranquilamente, sin conseguirlo.

—No quiero que sea así. —Contestó Miquel volviendo a ponerse la camiseta y mirándome con una mueca que no supe entender. Por mi cara de sombro y mis ojos interrogativos entendió que no sabía a qué me refería. —No quiero que sea la primera vez así. —Respondió aclarando mis dudas.

Me reí por el comentario que había dicho, era una risa algo falsa y sarcástica.

—Cariño, no es mi primera vez. —Dije con una sonrisa lobuna mientras le intentaba quitar de nuevo la prenda a la que él se aferraba. —Y seguro que la tuya tampoco. —Dije segura de mis palabras.

Él negó con la cabeza pero siguió vistiéndose. —No lo entiendes. —Intentó razonar. —Quiero que sea especial. —Volvió a hablar después de un rato de silencio algo incómodo. —Margaret, me gustas. No quiero que esto sea así, te mereces algo mejor. —Sus palabras me chocaron tanto que mi cara de asombro no se podía contener. Mi boca se abrió formando una O y mis ojos algo abiertos por lo que acababa de escuchar, no me salían oraciones con sentido hasta que me relajé.

—¿Acaso tú has dicho que...? —No podía entender esas palabras. —¿Has dicho que...? —Tartamudeé. —¿Te gusto? —Pregunté directamente sin más preámbulos. Vi el movimiento de cabeza asintiendo y una sonrisa enorme salió de mis labios rosados. No entendía nada pero tampoco quería entender.

¿Acaso a alguien le podía gustar?

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