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-Escuchar con Thinking Out Loud (Ed Sheeran)
La sonrisa que descansaba en el rostro de Zoe era enorme. Y los causantes de ella eran los dos hombres enfrente que se dedicaban a cantar para ella. La noche había caído tan rápido que no lo había notado. Hacía dos horas atrás Justin y Zayn la habían llevado a su casa, diciéndole que cerrara los ojos por el camino, pues iban a sorprenderla. Un pequeño temor la recorrió imaginando lo peor, pero fue más fuerte la confianza que les tenía que tan solo aceptó.
No recordaba cuando fue la última vez en que alguien le había preparado algo tan increíblemente dulce y ella tan solo se enamoró un poco más de los dos.
Una pequeña fogata descansaba junto a dos guitarras en el gran patio. Cerca había una mesa dónde ella podía encontrar comida por montón. Y tres pequeñas sillas rodeaban la fogata. Zoe tembló cuando Zayn y Justin la tomaron de las manos y la sentaron con suavidad en una de las sillas. Haciendo lo mismo a continuación. Su pequeño corazón palpitó rápidamente cuando le preguntaron cómo había estado el día anterior. Ella sólo supo susurrar y besar con rapidez las mejillas de los dos. Sacándoles risas contagiosas.
La charla se extendió durante un buen rato y Zoe lo disfrutó tanto. Las risas los acompañaban cuando le contaban viejas anécdotas de su vida. Diciéndole lo tontos que habían sido cuando adolescentes o las veces en las que habían tratado de conquistar a chicas que los miraban como si tuvieran dos cabezas. Zoe jadeó cuando le contaron que el instituto entero sabía lo que los dos tenían. Ellos le hablaron de lo divertido que era besarse enfrente de chicas que curiosamente se los pedían. Zoe carcajeó al escucharlos decir que hubo una vez en la que se estaban enseñando lecciones de como besar a las chicas y una profesora los había pillado mientras se besaban delante de sus compañeras de clase. La cara que Zayn imitó de la maestra hizo a Zoe lloriquear de la risa. Y el grito tan femenino que Justin dio provocó que aplaudiera fuertemente.
Justin y Zayn supieron que nunca cambiarían aquel momento por ningún otro, por nada que los hiciera más felices de lo que se encontraban. Y ellos seriamente dudaban sobre si había algo más increíble que ver a Zoe reírse de sus estupideces. Su rostro resplandecía cuando reía y su risa era la cosa más preciosa que habían escuchado. Sus mejillas se volvían tan rojas como su cabello y sus dulces ojos brillaban. Era la imagen perfecta de una mujer que merecía ser amada. Su mujer.
Los dos se miraron y rieron con ella, acercándose para besarla al mismo tiempo en las mejillas y aprovechar para hacer pequeñas pedorretas en el pequeño cuello, volviéndola a hacer reír muchísimo más fuerte. Los dos sonrieron encantados y se volvieron a sentarse nuevamente.
