Si no es agua, arde

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Hardy contempló la isla con admiración. Muchas eran las islas bajo el océano, pero sobre el mar, cortando el horizonte, eran algo maravilloso de vislumbrar. También sintió un poco de algo que bordeaba entre el miedo y las ansias, aleteando como un ave en su interior. Nunca había estado tan lejos de casa. Rio suavemente al pensar en cuántas veces se había llamado a sí misma un alma libre y aventurera, cuando todo lo que había hecho era armar desmadres y evadir responsabilidades. Que equivocada había estado.

Bajó tambaleante por la rampa, sintiendo las miradas de la tripulación curiosas sobre su espalda. Huracán y Fulvio fueron los primeros en descender y algunos más los siguieron, pero ella estaba ahí, ni arriba del barco, ni en la isla propiamente, preguntándose cómo se sentiría tocar arena caliente con sus dedos fuera de las botas. Así que ante la mirada confusa de los hombres, se sentó sobre las tablas irregulares que conectaban la tierra con el navío, sacó sus pies de las botas y continuó su descenso, sintiendo pequeñas astillas pincharla aquí y allá.

Estaba a un paso de pisar tierra, sintiéndose por primera vez en su vida pequeña e insignificante.

La tierra era algo enorme flotando sobre el mar ¡Y apenas estaba viendo una isla!

"¿Cómo será el continente?" Se preguntó soltando una risita nerviosa provocando que Huracán se diera la vuelta para mirarla con el ceño fruncido.

Compuso una vez más su semblante para no parecer una chiquilla entusiasmada de trescientos años y respirando profundo se dio impulso para tocar de un salto tierra.

―¡Ay!―gritó al sentir el calor abrasador del mediodía que se acumulaba sobre los cristales de roca frente al mar, mientras escuchaba a la tripulación romper en carcajadas. Fulvio se abrazaba el estómago tratando de contener las erupciones de risa que estaba sufriendo y Hardy corrió hasta ellos trastabillando y quemándose los pies en el proceso. Al llegar a la sombra de una palmera suspiró de alivio, calzándose las botas lo más rápido posible.

Levantó la vista sintiendo una extraña alegría, que con toda probabilidad procedía de los hombres divertidos con su quemadura de pies. Y eso le provocó cierta molestia poco reconocible.

¿Cómo podía sentir algo así si los hombres se estaban divirtiendo?

Sacudió la cabeza otra vez, y emprendió la marcha calzada evitando pensar que era lo que le estaba pasando.

Huracán había dicho que se iban a reabastecer en la isla de Terento para continuar el viaje de dos semanas que tenían por delante hasta el continente, pero había olvidado por completo decirle a Hardy que aquella era una isla de intercambios comerciales. Y ella no estaba preparada para tanta gente reunida en un mismo lugar.

El bullicio era atronador, impidiéndole pensar con claridad.

―¡Este pescado huele a mis pies!―rabia.

―Necesito tres jabones y un aceite de bacalao­―tranquilidad.

―No alcanzaré a hacer la cena, no alcanzaré a hacer la cena....―ansiedad.

Y luego vino algo más.

―Vamos Viki, el próximo barco zarpa mañana, ya arreglé todo con uno de los marineros, nos podemos esconder hasta llegar a Tuff y luego empezar de nuevo.

―¿Y dejar toda mi vida aquí?, ¿Qué va a pasar con mi familia? No puedo hacerles esto.

―¿Y puedes acaso casarte con alguien más?

Eran dos chicos que no podían tener más de veinte años, discutiendo bajo la sombra de un puesto de dulces, aparentando comprar algunos. Pero esa emoción, era algo que Hardy nunca había sentido.

Huracán Thornbird - Los Seis Reinos #2Where stories live. Discover now