Para contar una historia

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Huracán se miró las manos por un largo momento, tan largo que parecía haber vaciado el aire que rondaba por la habitación.

Podría haber pensado en todas las mentiras plausibles para salir de ese embrollo, pero no tenía ganas. Hace muchos años que ya no quería mentir.

Escuchó el aire volver a la habitación con la exhalación de Lady Margaret, que lo miraba de forma intermitente, queriendo hacer contacto visual, y al mismo tiempo evitándolo con vergüenza.

Miró una vez más sus manos, desviando poco a poco la vista, ascendiendo por las piernas desnudas de Hardy que colgaban desde el escritorio, por el bordillo mojado de su camisa de dormir, por sus manos sujetando con demasiada fuerza la tela blanca, por sus mandíbula tensa y sus ojos entrecerrados con reprobación.

— No es necesaria la hostilidad Hardy— dijo a la sirena, quien hizo rechinar sus dientes lo suficiente para llenar el silencio avergonzado de la habitación.

—¿Sabes en el lío que me metí? Claro que no—resopló. Thorn no recordaba haber escuchado semejante descontrol en la voz de Hardy desde que la conociera.

—No se de que...

—Por supuesto que no sabes nada—lo cortó Arjhun—ahora resulta que no sólo meti mis narices en un tremendo embrollo ¡Sino que en un embrollo real!—gritó mientras se levantaba de la mesa de un salto y paseaba como una posesa por el estudio de Lady Madge.

—La verdad es que no pensé que algo así fuera demasiado importante considerando tu posición. No es como si estuvieras en deuda con el reino por mi causa—Hardy empezó a tirar libros y cojines por la habitación con la simple mención de la palabra "reino" y Huracán se sintió además de nervioso, bastante desconcertado.

—Lo siento si dije algo que no debía Will, pero ella merece saber en quien está confiando—Madge se levantó y abrió un gabinete que se encontraba empotrado entre la montaña de libros en la pared este. Sirvió tres vasos llenos de licor de grosellas y los dejó sobre el escritorio con manos temblorosas.

  —No es Whisky ni Ron, pero es bueno para soltar la lengua y los nervios— Huracán estiró el brazo y con los dedos fríos tomó el pequeño vaso metálico con demasiada premura, derramando unas gotas sobre la madera oscura y tallada.

Hardy avanzó vacilante hasta tomar el segundo vaso, y Madge acercó el tercero a sus labios en un ademán poco delicado para una dama de su posición.

Una pausa corta se instauró entre los tres, consenso propio de la bebida, mientras esperaban a que el licor hiciera lo suyo. 

La sirena pareció serenarse pues sus músculos tensos se soltaron flojos, dejando sus brazos lánguidos a sus costados. Lady Madge depósito su vaso sobre la mesa sin el temblor que la había aquejado segundos atrás y el capitán miró más allá de la sirena y Madge, a un lugar donde sus recuerdos se perdían y disfrutaban del anonimato.

 — Tienes razón Madge— dijo con voz cansina después de lo que pareció una eternidad.

Hizo un gesto con sus manos, apuntando a las sillas que se hallaban frente al escritorio. Madge entendió de inmediato y se sentó frente al capitán sin chistar. Hardy por su parte enarcó una ceja, altiva y distante.

— Tengo que contarte un par de cosas si vamos a continuar con este viaje Hardy. Y para contar una historia, necesito que alguien quiera escucharla primero. Sino sería solo un recuerdo. Para contarla necesito que te sientes y oigas con tus oídos, pero también con tus propios recuerdos. Creo que si la escuchas, vas a entender muchas cosas— "y quizás también entiendas algún día porque tengo que traicionarte" pensó con congoja.

Arjhun se acercó a la silla vacilante, y se sentó como un ciervo ansioso por salir corriendo, aunque Huracán seguía sin entender porque ella reaccionaba así.

  — Para contaros esta historia, necesito que pongais especial atención a los detalles, a las cosas insignificantes, pues de no haber sido por la más insignificante de esas cosas, yo no estaría aquí sentado contándoos esto.  

"Hay historias que se forman de grandes sucesos. De guerras y de amores imposibles. Hay otras que se forman de los encuentros casuales de dos personas que deciden juntar sus caminos para andar por uno nuevo. Y hay otras que se tejen de pequeñas hebras, insignificantes para el espectador, pero que dan forma y sustento a los hombres.

La mía es una de esas. 

Pensad en mi como un conjunto de hebras, cada una representando a alguien o algo más. Algunas son las lecciones de mis padres, otras son aquellas cosas que no debía aprender, algunas también son las elecciones que hice en la vida, pero las más importantes, no son las hebras que se tejieron para hacerme quien soy. 

Son las hebras que se destejieron para formar un segundo hombre a partir del primero.

Para mis amigos soy Thorn.

Para mis tripulantes soy Huracán.

Para mis enemigos soy Huracán Thornbird.

Y para los que me temen soy el Dragón Rojo y más.

Pero alguna vez tuve otro nombre, y para que esta historia tenga sentido, tengo que comenzar por ahí.

No merezco llamarme rey, pero si pirata.

y no debeis llamarme alteza, pero si capitán.

porque lo único que tuve alguna vez de príncipe, fue un nombre.

Así que para contar bien esta historia, voy a deciros que nací dos veces,

Una vez pirata, pero antes de eso príncipe.

El nombre del pirata es Huracán Thornbird.

Y el del príncipe es William Tristan Van Blast Thornbird I. Mas conocido como Will."


Huracán Thornbird - Los Seis Reinos #2Where stories live. Discover now