El tiempo para conocer

525 80 52
                                    

Huracán no pudo pegar ojo durante toda la noche.

La historia de Hardy había sido una revelación dificil de digerir, y su mente inquieta lo obligó a darse vueltas sobre las sábanas una y otra vez, incapaz de encontrar la paz suficiente para poder descansar.

Su mente, la parte de él que creía firmemente en su misión, en su deber con su pueblo, estaba convencida que todo lo que estaba haciendo era la única opción para volver.

Debía llevar a Hardy con esa mujer. Es más. parecía ser que la misma Hardy los estaba llevando en esa dirección.

Lo que no podía comprender, era porque todo eso se sentía tan mal.

¿Por qué la roca de Hardy los estaba guiando al tesoro, y al mismo tiempo donde esa mujer?

En el fondo Huracán estaba seguro de conocer la respuesta, pero la esperanza era algo demasiado difícil de ignorar. Y si esa esperanza residía en destruir una nación entera para salvar la suya, era un precio que estaba dispuesto a pagar.

Aunque la conciencia de lo que estaba haciendo no lo dejara dormir.

Se levantó de la cama con pesar, dejando que sus dedos tocaran la alfombra que adornaba la habitación. Con los pies descalzos, caminó hacia el pasillo, dejando que sus pies reconocieran las texturas que pisaba, evitando pensar demasiado.

Caminó varios minutos, como una figura fantasmal que se dejaba ver solo cuando cruzaba un ventanal, escondiéndose en la oscuridad de los pasillos, intranquilo, distante y sigiloso.

Y fue con ese sigilo que se detuvo cuando llegó a la entrada del invernadero, y entre las plantas vio como una mano que apenas brillaba acariciaba los pétalos de una descomunal flor.

William se quedó quieto viendo la escena, dejando que la culpa se mezclara con esa sensación extraña una vez más. Y es que desde ese día en que vio rostros desdibujándose sobre Hardy, algo se había aferrado dentro de él.

Un anhelo terrible lo obligó a caminar dos pasos, como si la figura de Hardy fuera a desaparecer para siempre de ese lugar.

Pero aquello era imposible. Hardy estaba viva, tocando esos pétalos en ese preciso instante.

Enredo sus dedos en su cabello, jalándolo con demasiada fuerza. La sensación de haber perdido a Hardy lo acompañaba a todas partes, y no podía evitar preguntarse como era posible perder a alguien que no le pertenecía, ni lo haría jamás.

Perdido en su propia mente, no notó que Hardy ya se había percatado de su presencia.

La sirena continuó quieta entre las plantas, dudando de su propia cordura, pues la sensación que embriagaba a Huracán era la misma que se había alojado en su inmortal corazón.

Recordó la noche en que salvó a Huracán 14 años atrás, y se vio una vez más a si misma, o a esa persona que se parecía a ella, en otro tiempo y lugar. Pues desde la noche en que vio otros rostros sobre Huracán, creyó entender por primera vez que era lo que había ocurrido esa noche que soltó un trozo del tesoro de Ush.

En todos esos meses viajando junto a Thorn ni una sola vez había contemplado decirle toda la verdad. Primero porque no sabía que él era parte de esa historia, luego, porque no le pareció importante compartirlo.

Pero mientras más tiempo pasaba entre humanos más comprendía su dolor.

Y la idea de no compartir con él algo así de importante la estaba incomodando más de lo que debía.

Se había debatido por dentro durante al menos una semana desde esa noche en el estudio de Lady Margaret, si debía contarle a Huracán lo que había ocurrido años atrás o no.

Huracán Thornbird - Los Seis Reinos #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora