Un talento singular

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Huracán sentía una pesadez abrumadora en los ojos, propia de una noche sin descanso, además del más común de los síntomas: un embotamiento total de sus capacidades auditivas, lo que provocaba que fuera incapaz de formular un plan coherente en su cabeza para continuar el viaje hasta Millis.

Eso en conjunto con el parloteo incesante de Hardy lo hacían pensar demasiado.

"¿Qué hice para merecer a esta estúpida sirena?"

"¿Acaso los dioses no me tienen compasión?"

"¡Dios de los mares, si existes, convierte a esta sirena en un pescado y dame algo de paz!"

Rogaba en su fuero interno mientras tragaba a la fuerza el engrudo que le habían servido por desayuno. A esas alturas estaba seguro que de haber un Dios, este lo había omitido de su lista hace años. Nadie que mereciera algo en esa vida debía pasar por el horror de comerse esa sopa a la que llamaban desayuno. Nadie.

— ¿Me estás escuchando? —dijo Hardy una vez más, moviendo sus palmas frente a la cara del capitán.

—Te escucho, te veo y hasta te huelo. Y créeme que desearía no hacer lo último— masculló abatido el capitán. Ambos necesitaban un baño y pronto, si querían al menos mimetizarse con el resto. Todo en ellos olía como un cargamento de pescados.

—Pues a mí me agrada como hueles—dijo Hardy, comiéndose el engrudo con emoción.

"Claro que te gusta ¡Eres un maldito pez!" Gritó el capitán en su propia cabeza.

—Ya deja de poner esas caras. Estas comenzando a irritarme—dijo la sirena apuntándolo con el dedo.

—Perdone "su alteza" por incomodarla con mis pensamientos. Pero estoy tratando de pensar en algún plan para poder llegar pronto a Millis— "Antes de que te ponga en una cacerola como mi cena" volvió a pensar Thorn con malicia.

—No es mi culpa que seas tan poco ingenioso—dijo la sirena, provocando que la vena en el cuello del capitán se hinchara al doble de su tamaño.

—Y no es mi culpa que tengamos tan pocos recursos, te recuerdo que dejamos la mitad de nuestra carga en Terento y ahora tenemos con suerte un puñado de monedas y a una sirena inutil—espetó lo último con furia contenida.

—Para tu información soy una sirena con muchos trucos bajo las aletas.

— ¡Ja! Como no. Menciona siquiera un talento que nos pueda servir, y que no incluya hacer tus danzas de la lluvia—Huracán vio como Hardy se ponía lívida ante su comentario, mientras sus ojos cambiaban lentamente a su color original. La había enfurecido y eso le daba una enorme satisfacción.

—Pues tengo bastantes talentos para tu información. Soy excelente causando desastres naturales— Huracán enarco la ceja.

—No veo como eso puede ser un talento.

—Todo depende a quien le preguntes y como lo mires—Hardy volvió a comer su engrudo, mientras Huracán trataba de pensar en algún plan que no incluyera desastres naturales.

Como la bahía de Tuff había sido saqueada unos días antes de su llegada, no había mucho que les pudieran ofrecer, así que Thorn optó por hacer lo único sensato: Caminar.

El valle de Rohl estaba a medio camino entre la bahía y Millis, y según el capitán recordaba, había dos poblados cercanos a este: Lornis y Tucsan. El primero era conocido por ser un pueblo bastante pobre, por lo que su única opción de abastecimiento era Tucsan.

Un estremecimiento lo recorrió por la espalda al pensar que esa era su única opción. Tucsan, a diferencia de Lornis, era uno de los principales centros de intercambio comercial en Hecanto, claro está, después de Millis, que seguía siendo una de las ciudades más florecientes. El problema radicaba en que así como todas las ciudades grandes, estaba habitada por varios nobles de la provincia, caballeros, princesas y Lords eran solo algunos en el repertorio variopinto del lugar. Y eso podía significar un tremendo problema para el capitán.

Huracán Thornbird - Los Seis Reinos #2Where stories live. Discover now