I

1.9K 148 184
                                    

Marcus despertó aquella mañana con una extraña sensación fría de peligro, era como si alguien le estuviera observando, se acercó a la ventana y suspiró, la había vuelto a dejar abierta

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Marcus despertó aquella mañana con una extraña sensación fría de peligro, era como si alguien le estuviera observando, se acercó a la ventana y suspiró, la había vuelto a dejar abierta. Se apoyó en la cornisa con lentitud, dejando que el aire frío acariciara su piel con suavidad, se asomó y observó la calle. No había nadie, como era de esperar. Solo eran las cuatro de la mañana, siempre se despertaba a las cuatro en punto.

Se alejó y cerró la ventana para luego proceder con la cortina. Me estoy volviendo loco, pensó, en un vago intento de quitarle hierro al asunto, de no preocuparse tanto por su reciente paranoia. Caminó con pereza a su cama, pensando que aún le quedaban tres horas para que sonara el despertador, tres horas más para dormir.

En su mente se repetía constantemente esa alarma que le impedía no estar alerta. Todos los días caminaba mirando alrededor, pasara por donde pasara todos los ojos parecían apuntarle, incluso cuando la policía le paraba con el coche parecía observarle más de lo normal. Pero a él esas miradas ya no le extrañaban, todos pensaban eso desde que era pequeño. Marcus vivía en un pueblo pequeño, allí casi todos se conocían y se divertían contando cosas de los demás. Sobretodo de él, de su familia y de todos los asuntos que le rodeaban.

Marcus nunca conoció a su verdadero padre, las veces que se había atrevido a hablarlo con su madre ella trató de evitar el tema con respuestas simples, que sí era un hombre ocupado, que no le necesitaban. Y eso era verdad. Nunca le necesitaron, hubo una época, que Marcus no recuerda, en la que estaban solo él y su madre como un equipo. Hasta que ella conoció al que sería su padrastro, el hombre que más había admirado en su vida, aquel que estuvo ahí la primera vez que aprendió a montar en bici o que le ayudó a quitarse su primer diente de leche. Es por eso que fue tan doloroso recibir esa noticia.

Su padrastro se había ido a Afganistán hacía dos semanas, él tenía doce años. Le había prometido traerle un gorro de militar cuando volviera y estaba emocionado, él también quería ser militar, cómo no serlo cuando su ejemplo a seguir lo era. Su alegría no duró demasiado, se esfumó cuando vió llegar a los dos militares, los mismos que se fueron con su padre a la guerra hacía tan poco tiempo. Desde que los vio entrar en el jardín supo que algo no iba bien, que si su padre no estaba con ellos era porque algo malo le había sucedido. Su madre no dijo nada, ni siquiera lo instó a entrar en casa, parecía querer ocultarle la conversación, trataba de escuchar lo que decían a través de la ventana de la cocina pero lo único que pudo escuchar fueron los sollozos de su madre, pudo ver las lágrimas recorrer sus mejillas a través de los cristales y entonces supo lo que había pasado, su padre había muerto.

A la mañana siguiente su madre se acercó a él mientras tomaba el desayuno, lo tomó de las manos y lo llevó a dar un paseo, uno muy largo. Los ojos de su madre, de un color que mezclaba el color miel y el verde grisáceo, miraban la naturaleza con ojos que se sentían perdidos, sin atreverse a mirar a su hijo. Cada vez que pensaba en su esposo no podía evitar que las lágrimas acudieran a sus ojos, pero debía mantenerse fuerte para decírselo a su hijo. No tardó demasiado en darle la noticia, fue algo duro de asimilar, pero en cierta manera, era algo que ya sabía. Sin embargo, aquello no hacía más ameno el dolor, el que su madre se sentara a hablarlo con él solo abría más la herida, confirmaba sin remedio que nunca más vería a su padre.

Caeleste Bellum © [EDITANDO]Where stories live. Discover now