IV

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Diciembre

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Diciembre

—Cincuenta euros la hora— espetó Isaac al muchacho alto y moreno que corría por el parque en el que él pasaba la tarde con sus amigos por primera vez en su vida.— Es una oferta única en tu vida, no puedes rechazarla.

El chico se detuvo con una ceja alzada y algo confuso, quitándose los cascos para escuchar mejor lo que aquel desconocido le estaba proponiendo, dejando caer los blancos auriculares en cascada sobre su sudadera gris, simple y sosa, como habrían dicho sus amigos de estar en aquel lugar. La palidez del chico se acentuó aún más al mirarlo a la cara, y en ese momento el propio Isaac pensó que lo había asustado, pero no era su rostro lo que el joven observaba con tanta atención, eran sus ojos, que parecieron sorprenderlo mucho más de lo que cualquier cosa habría podido hacerlo.

El sol de San Diego estaba oculto entre las nubes de diciembre, y el chico parecía acompasar al día, con ese rostro tan solemne que parecía el de un hombre con el que no había que meterse, en ese momento, fue Isaac el que sintió miedo, miedo de haberse metido a jugar con la persona equivocada, observó el cuerpo del chico, que se veía fortalecido por un duro entrenamiento y sintió un impulso irrefrenable de salir corriendo antes de que la broma se le saliera de madres, pero por algún motivo no lo hizo.

—No me va el rollo gay— por primera vez en todo ese tiempo el hombre que tenía enfrente se atrevió a mediar palabra, cosa que no desactivo los instintos de escape de Isaac, que ya tenía una nueva vida en México, una esposa, hijos, y un bigote.

—No, a mí tampoco, es eh jugaba a verdad o reto con mis amigos— pese a que aquella fuera la verdad y a que sus amigos se estuvieran muriendo de risa en un banco cercano, Isaac seguía sintiendo miedo de aquel desconocido, no porque tuviera una pose amenazante o algo similar, sino más bien porque se lo estaba comiendo con los ojos..

—Ya, seguro— murmuró él tratando de que no se le oyera, cosa que no consiguió— oye mira, no tengo ningún problema, en serio.

O eres de una orden homófoba y ahora vienes a por mí porque te crees que soy gay, te tengo calado amigo. Pensó Isaac, sin decirlo en voz alta, buscando la ruta más corta de escape. ¿Tendría cámaras el parque? ¿Debería llamar a la policía? Sonaba peligroso, quizás si llamaba vinieran a buscarlo, o quizás tenía que llamar a la hermana superiora, dejarlo salir había sido mala idea, debían encerrarlo para siempre como a Rapunzel.

—Tengo que irme— la velocidad pasmosa con la que Isaac soltó esas palabras dejó algo atónito al chico misterioso, que se llevó las manos a los bolsillos algo confuso, acto ante el que no había prestado mucha atención, ya que a la primera de turno había salido huyendo hacia sus amigos para alejarse de aquel chico tan raro.

—Veo que no te ha durado mucho el chiste— su amigo Peter se ahogaba en sus propias lágrimas de risa— ¿no le has gustado?

—Yo diría que le ha gustado demasiado— contestó en broma, o eso quiso pensar Isaac, su amigo Fletcher.— Te ha comido con los ojos.

Caeleste Bellum © [EDITANDO]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant