XVII

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La sensación de falta de aliento detuvo los intentos de Marcus de liberarse de aquellas cuerdas que lo amarraban, Skylar ya parecía cansada, mucho más de lo que al menos aparentaba hacía algunos minutos, observó aquél rostro que ahora se veía tan ...

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La sensación de falta de aliento detuvo los intentos de Marcus de liberarse de aquellas cuerdas que lo amarraban, Skylar ya parecía cansada, mucho más de lo que al menos aparentaba hacía algunos minutos, observó aquél rostro que ahora se veía tan oscuro con aquel cabello tan rubio y dorado, su piel bronceada y su aspecto cálido ahora le parecían más tenebrosos que la misma muerte, y por un momento incluso llegó a cogerle manía a las cosas que hacía tiempo más amaba, los días soleados en los que se podía jugar al béisbol en el patio, el calor que permitía que se abrieran las piscinas en verano en aquel lugar tan frío como era Washington, lo detestaba con todas sus fuerzas, se sentía asqueado y lleno de odio y por un momento, su instinto asesino no hizo más que acrecentarse pese al cansancio, una explosión sacudió el fondo de la sala, pero no rompió nada, sabía que estaba atrapado y muy bien pillado, que si hacía una locura Skylar sufriría los daños que alguien no ignífugo podía sufrir, y lo peor era que sabía que aunque concentrara todas sus fuerzas, no podría hacerle nada.

Diez horas antes

La cinta policial bloqueaba totalmente el paso hacia la casa, Skylar y Marcus sabían que no suponía un problema, pero aún así, no les hacía mucha gracia que alguien hubiera avisado de la desaparición de los Grace y menos que cualquiera pudiera pillarlos accidentalmente.

Apartaron la cinta amarilla y Marcus pasó tras Skylar hacia la parte del jardín trasero donde tantas veces había entrenado durante su tiempo en Olympia, los recuerdos no tardaron en brotar, las mañanas de abdominales, los extraños sueños con una niña que aunque habían llegado a acompañarlo en otros lugares, no habían llegado a causarle lo que habían hecho en aquella casa, los entrenamientos con Alan, los consejos dulces de McKenna, recordaba cada momento como si apenas pudiera ubicar en el tiempo aquellos días que ya parecían tan lejanos.

Marcus era más mayor que antaño, y aunque hubiera preferido tener alguna forma de contactarlos, sabía que nunca la tendría hasta que de alguna forma pudieran dar con ellos, así que se apoderó de todas sus fuerzas y entró a la casa todo el valor que fue capaz de reunir.

Skylar caminaba desorientada, en su vida había visto aquella casa, pero sin embargo algo en su interior le decía que había algo que no estaba bien en todo aquello. Escuchó un ruido, similar a la puerta de un armario, su cuerpo se tensó por unos instantes y se volteó de golpe para verlo, nunca había sido alguien valiente, tenía miedo a un millón de cosas, y aunque sus instintos le gritaban que corriera a refugiarse detrás de Marcus, su orgullo le hizo mantener la imagen íntegra que solía acompañarla, sobre todo cuando estaba nerviosa.

—Hay algo que no me gusta, Marcus, deberíamos subir a por la caja y dejar de indagar— comentó la aterrada hija de Capricornio mientras observaba cómo Marcus toqueteaba e inspeccionaba cada rincón de la casa como si en él pudiera hallar alguna pista. Fijó su mirada en un punto del suelo, donde una especie de canica algo extraña reposaba rompiendo el ambiente ordenado que tenía esa casa, trató de tomarla entre sus manos y sin embargo la sensación de un calor abrasador la invadió al hacerlo, por lo que se vio obligada a soltarla e inspeccionarla desde el suelo.

Caeleste Bellum © [EDITANDO]Where stories live. Discover now