XII

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Leseath se encontraba caminando por un campo de batalla, los cuerpos que veía se hallaban desmembrados, lacerados, tirados por el suelo sin consideración creando un mar de sangre, tierra y lodo

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Leseath se encontraba caminando por un campo de batalla, los cuerpos que veía se hallaban desmembrados, lacerados, tirados por el suelo sin consideración creando un mar de sangre, tierra y lodo. Miraba todo sin expresar nada en su rostro, su cabello rojizo era lo único que hacía juego con aquel líquido granate que se hallaba en aquél lugar tan gris, tan lúgubre, había visto esa escena un millón de veces y siempre acababa de la misma manera.

Vio aquel cuerpo que siempre veía, destacando entre todos, se encontraba boca abajo, con los ojos cerrados, su cabello rubio se encontraba sucio por el lodo, su ropa oscura se encontraba machada de aquel líquido escarlata, mientras en su mano derecha sostenía una espada de gran envergadura y pliegues cuidados, afilada y letal.

Se acercó a él sin prisas, sabía que estaba muerto, como todos aquellos que se encontraban ahí había caído en la guerra.

Se acuclilló al lado del cuerpo inerte que conocía demasiado bien, dándole la vuelta para dejarlo boca arriba y poder observarle la cara, ver aquél rostro que quería tanto. Acarició su mejilla con cariño hasta llegar al mentón, para luego subir y peinar con cuidado los suaves mechones rubios embarrados.

-Dime, Natt- comenzó a hablar como si él le fuera a contestar- ¿Alcanzaste el Valhalla?- la mano del chico le sujetó con fuerza la muñeca, soprendiéndola al ver como aquellos ojos que antes se encontraban cerrados refulgían ahora como dos galaxias a punto de colisionar. Nunca había llegado a tocarla, menos a revivir de esa manera.

Se despertó sobresaltada, sentía cómo su respiración se encontraba agitada, cómo su corazón amenazaba con abandonar su pecho. Se incorporó sobre la cama, mirando la habitación en la que se encontraba, confundida. Era grande, muy grande y lo más importante, no era su habitación, sin lugar a dudas. Aquel cuarto era de color blanco, con poca decoración a pesar de que había algunas fotos de personas que definitivamente no conocía, genial.

Miró el gran ventanal con vistas a Central Park mientras el sol comenzaba a salir, un espectáculo precioso que le hubiera encantado seguir observando para luego poder dibujarlo, pintarlo. Pero toda la magia del momento se le fue cuando oyó a su acompañante roncar cómodamente sobre la cama, miró la ropa que se encontraba dispersa por el suelo comenzando a recordar vagamente la fiesta de anoche.

-Un buen pedo te llevaste, sin duda. La verdad, hermanita, me sorprende como evitas tener resaca -Natt se tapaba los ojos para no verla, sentado sobre la mesita de noche mientras intentaba pasarle una camiseta para que se pusiera encima, sin éxito, como siempre que trataba de hacer algo utilizando materia física.

El mismo hombre que había visto muerto en su sueño apenas unos minutos atrás se erigía sobre esa superficie mientras la echaba algunas miradas de desaprobación sin que sus ojos llegaran a fijarse en ella, sabía bien que Natt no estaba vivo, que ni siquiera podía tocar cosas físicamente, o al menos no cuando se presentaba de esa forma, no cuando solo ella podía verlo, pero aún así no agradecía su compañía en esas circunstancias, más bien le avergonzaba.

Caeleste Bellum © [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora