Agosto - 1

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Agosto se fue deslizando sin que se dieran cuenta. Fue imponiendo su calor en secreto e hizo brillar los pastizales y árboles que se abrían en mares a lo largo de las carreteras. Los bosques nocturnos brillaban con las luciérnagas y en los suburbios abundaban las piscinas de plástico y los niños en bicicletas. Era el lunes primero y padre e hijo dormían con los vidrios abajo en un estacionamiento de una ciudad a la que le habían olvidado el nombre. Habían perdido la cuenta de los días y casi de las horas mas el crujido de las ramas mecerse al viento les dijo que había llegado el mes pródigo del verano. Para entonces habían cruzado casi toda la nación, tomando cada desvío y cada parada posible. Habían llenado la memoria del teléfono a punta de fotografías y videos, ahora Carlos se encargaba de retratar los escenarios a los que la curiosidad de su hijo los llevaba. Pasaron de arboledas a pueblos perdidos y alegres, cruzando bajo cuevas y remando los lagos en dirección al atardecer, perdiendo la cuenta de todos los festivales de cultivo a los que asistieron a los que acompañaba la música de las guitarras y los acordeones. Matías sonreía y no había nada mejor que acompañara los largos días del verano que la sonrisa transparente del pequeño. Su padre a veces seguía dudando si fue la mejor elección huir de todo y este pequeño gesto se lo confirmaba. Despertaban en su fiel camioneta bajo el calor del verano y en medio de la nada. No había otro lugar donde prefiriera estar.

La larga travesía había agotado las reservas monetarias que habían llevado pero no afectó mucho. El pequeño había indicado constantemente que no tenía problema en absoluto en dormir en el asiento del copiloto siempre y cuando no hiciera tanto calor y las puertas tuvieran seguro. Su dieta estaba conformada a base de cualquier cosa comestible que se encontraran a lo largo de la ruta. Entre ellas se encontraban desde inimaginables variaciones de la clásica hamburguesa con queso y tocineta hasta las mejores maneras de cocinar iguana frita, chicharrones con pelo, tacos de carretera, venado, chigüire y quien sabe que más delicias sacadas en platos de plásticos o de cartón. El niño prefería morder las cosas extrañas y de apariencia desagradable que comer un plato normal y encontraba divertido el hecho de los nombres raros de las comidas y los sabores nuevos, rara vez se cansaba tanto que tenía que decir «No quiero más».

Días atrás se habían detenido en una estación de servicio en la mitad de unos llanos desolados en busca de unas hamburguesas peculiares que Matías había visto anunciadas unos metros antes. Entraron al lugar que, igual que el ambiente exterior, estaba casi vacío. Unas cuantas personas comían en silencio en una de las esquinas y un señor solitario degustaba su propia hamburguesa enfundado en saco y corbata. Se acercaron a la caja y pidieron lo que habían llegado buscando, la tenían en el menú cómo la opción número 4: La Hamburguesa Solitaria. Solo indicaban que tenía doscientos gramos de carne de res y queso de la zona pero el resto de los ingredientes eran desconocidos, incluyendo la salsa misteriosa. Esta era la idea de la comida y la pidieron sin pensarlo dos veces.

— Tomen asiento y se las llevamos a la mesa.

Se sentaron al lado del señor que no se preocupó en otra cosa que en su comida. En el centro de la mesa típica de restaurant habían dejado cerca de media docena pequeñas botellas con salsas de distintos tipos. Luego se dieron cuenta de que se encontraban en todas las otras mesas pero eso no les impidió curiosear entre los envases y probar algunas de ellas. Había azules, verdes, amarillas, la típica kétchup, mayonesa y mostaza también, sumadas otras de sabores peculiares. Carlos entonces le pidió a Matías que cerrara los ojos y extendiera su dedo índice.

— No los vayas a abrir por nada del mundo. — le dijo su padre mientras ponía un poco de kétchup en su dedo. — Ahora pruébala a ver si adivinas que salsa es.

El pequeño se llevó el dedo a la boca sin abrir los ojos y con cara de pensativo se dedicó a degustar el sabor de la misteriosa salsa. Después de unos minutos con el ceño fruncido otorgó su veredicto final.

Corazones Vacíos.Where stories live. Discover now