Tampoco es excusa.

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Narra Ally.

-¿Jacob? -pregunté aporreando la puerta de madera de una casa roja, no muy grande. Sentía que alguien se acercaba a la puerta desde dentro, pero aquello no eran pasos.

En un corto momento un hombre en silla de ruedas me abrió, nuestras miradas se clavaron y ambos quedamos algo anonadados, ¿por qué no me había planteado la opción de que no me abriera él? Soy estúpida.

-Hola, ¿vive aquí Jacob?

-Sí... ¡Jacob!-le llamó con inseguridad, se notaba en su voz.

Observé al fondo de un pasillo una pequeña cocina y parte de un sofá a la derecha. De su izquierda salió él, radiante, con una sonrisa y sin su camiseta. Cosa que me empezó a parecer un gesto significativo en él

Cuando lo vi sonreí y el hombre de pelo largo y ojos oscuros observó mis afilados dientes, si ya de por sí no tenía sospechas, le puse la noticia en bandeja. Se asustó, y yo después por lo que inconscientemente retrocedí dos pasos. Sabía qué era y al parecer Jake no había dicho nada sobre mí. Al parecer, lo de imprimarse no es tan importante como lo pintan si no lo cuenta a sus más cercanos.

Jacob vaciló con palabras en la boca que intentó sacar de forma calmada pero sonaron algo atropelladas.-Papá, en otro momento lo hablaremos.

Vale, la tranquilidad me invadió una vez supe que la conversación al menos estaba pendiente. Menos mal que otro lobo no me ha visto llegar, sino Jacob podría haberse quedado con mi cadáver. O con el del otro lobo, pensé. Reí levemente pensando después que parecería una completa loca riéndome sola.

-Oh Jacob, ¿cómo has podido tener tan mala suerte?-dijo lamentándose el hombre oliendose el tema de la conversación. Pero él salió de la casa sin ningún tipo de preocupación me sonrió y volteó volviendo a mirar a su padre. Levantó los ojos ante el comentario inoportuno, me agarró del codo y me invitó a caminar a su lado hasta detrás de la casa, donde los árboles habrían paso al bosque.

-¿Qué ocurre?-dijo sin despegar su mirada de mi boca.

-Se han enterado de que un lobo se ha imprimado de mí. No saben que eres tú pero me da miedo que vengan y los matéis por incumplir el tratado.

-Ha sido el rarito, ¿no? Edward.

-Sí. Me ha leído la mente.

-Que entrometido. Tranquila, intentaré estar alerta por si vienen para que no les pase nada.

Suspire.-Gracias.-Él me sonrió y su sonrisa me gustaba, para que mentir. Contando que no había despegado su mirada de mi boca y lo que le iba a decir no era de su agrado comencé a estar intranquila.

-Quiero decirte algo antes de que todo se vaya de madre y las cosas salgan de contexto.

-Dime.-dijo él de lo más sereno, eso sí, sin dejar de sonreír.

-No creo que te haga mucha gracia. - Advertí, por si le apetecía borrar esa sonrisa que me estaba haciendo las cosas más difíciles.

-¿Qué pasa?-Fue un intento en vano, pues no la borró.

-Quiero que entiendas que aunque ambos pongamos de nuestra parte lo nuestro nunca tendría sentido, solución, final feliz... Llámalo como quieras. Es imposible. - Mis palabras consiguieron borrar su sonrisa pero ahora su rostro denotaba decepción, sus músculos se veían tensos y me arrepentí de haber deseado quitarle la felicidad. Noté un puntito en el corazón, no sé exactamente que era pero sentía pena.

-¿Estás loca? -Dijo vacilandome ahora con una risa sarcástica.

-Jacob, me gustas, eres un gran chico y no puedo negar que siento atracción por ti, pero hay muchas razones por las que...

Y ahí estaba el fogoso Jacob, rompiendo mi discurso con un beso. Sus fuertes brazos rodearon bruscamente mi cintura y nuestros cuerpos chocaron como fuego y hielo. Una de sus manos se dirigió a mi mejilla mientras su lengua no me dejaba a penas pensar. El apasionado beso que recibí me había cortado, no solo el discurso, si no también los argumentos, el aliento y las ganas de continuar la conversación anterior. Tras unos intensos segundos -o minutos, en ese momento no tenía del todo intacta la noción del tiempo- despegó sus labios de los míos y sentí un vacío, quería más. Tras mirar mi boca levantó sus preciosos ojos cafés hacia los míos, color miel efecto de las lentillas. Además de su intimidante mirada también sentía su aliento en mi boca, pero sobre todo su calor corporal como si una acurrucable cama te acogiera.

-Ally, estoy imprimado, en ti. No enamorado, sino imprimado, eso es algo muchísimo más fuerte que ni tú ni yo podemos evitar, mucho menos los Cullen o la manada.

-Jacob, soy un vampiro.-dije exhausta, apenada y con ganas de que me volviera a cortar el habla. -Mi fuerza te multiplica por tres.

-Esa razón no me vale como excusa. Seré capaz de soportar si algún día me rompes un hueso.-dijo en tono bromista. Pero el tema en realidad no iba nada a broma.

-Está bien, te daré otro motivo. Mi saliva tiene veneno.

-Tampoco es excusa, a Bella nunca le pasó nada por Edward.

-En primer lugar ella no era un lobo, y en segundo, aunque sea una suposición no es ninguna tontería que os pueda afectar el veneno a través de la saliva si también os afecta de los colmillos.

-Mmm... Me sigue sonando a excusa.

-Bueno, entonces creo que la última razón es que nuestras familias nunca lo acepten.

-No me importa, yo te quiero y haré lo que sea para que seas mía. Seguramente no pueda hacerte olvidar cien años y una tragedia, pero soy capaz de hacerte pasar el resto de mi vida como los mejores años de la tuya.-Y dicho esto el segundo, esperado y deseado beso.

Miráme a los ojos. (Twilight)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora