Capítulo 6

10.3K 778 17
                                    

Por la noche apenas se escuchaba nada, tan solo el ruido de la máquina de coser donde se encontraba Natalia cosiendo. Silvia la contemplaba en silencio tragándose las lágrimas de tener que ver a su madre cosiendo para conseguir un poco de dinero. Despacio se aproximó a su madre dándole un pequeño masaje en sus hombros, cosa que ella agradeció. Eran muchas horas la que debía  estar en la máquina de coser para al menos poder ayudar a su hija con los gastos.

―Mamá ya es hora de que te vayas a descansar.

―Ya voy hija, lo que pasa es que tengo que terminar esta falda para mañana, van a venir a recogerla muy temprano.

―Mamá no te das cuenta que no puedes seguir así. Esto no te está beneficiando para nada.

―No me riñas hija, necesito coser para mantener mi mente ocupada, si no fuera por las horas que paso ante la máquina de coser me sentiría como si fuera una carga para ti. Tú ya haces mucho por mi hija, déjame que ayude en algo.

―Mamá no eres ninguna carga para mí, lo hago con mucho cariño.

―Silvia mi amor, mírate, estas dejando tu juventud por mí, aún no te has enamorado y apenas sales. Por favor haz tu vida, yo ya estoy condenada a esta silla.

―No hables así mamá. El amor ya vendrá y si no trabajamos no tenemos dinero. Ahora no te preocupes por eso y venga vamos a descansar.

Silvia ayudó a su madre para que se metiese en la cama. Una vez que se quedó sola con su pensamientos, Silvia no pudo contener las ganas de llorar, ver en ese estado a su madre la mataba por dentro.

Al día siguiente tras haber dormido poco, Silvia se dirigió hacia su trabajo, hizo lo que le Valeria le había encargado para terminar haciendo la compra.

Mientras caminaba cargada con bolsas Silvia escuchó una voz llamarla, al girarse se encontró con Samia.

―Samia ¿Cómo estás?

―Estoy muy buena, pero en estos momentos estoy fatal. Qué calor chica, estoy que me asfixio. ¿Te apuntas a tomarte un granizado?

―Sí, no me vendrá mal.

―Silvia hija que pareces a mi abuela hablando, hay que divertirse que somos jóvenes.

―Bueno...―Silvia se encogió de hombros mirando hacia el suelo un poco decaída.

―A ver moza, cuéntame qué te pasa. Tú también andas mal de amores como yo. Porque lo que es yo, no doy una con los hombres, fíjate que ando yo enamorisquia con mi Abraham, pero chica que no remato, cada vez que quiero dar un paso, algo me ocurre.

―Bueno tú por lo menos es por un hombre, yo estoy así por mi madre. Y de amores, creo que no sé lo que es el amor Samia, tan solo me fijé en un hombre, y todo se quedó en ilusiones tontas, puesto que él se casó y yo me quedé limpiando mesas y cuidando de mi madre.

―¡¡Ah, leches!! Ya decía yo que me sonaba tú cara, claro te he visto en el restaurante de Tomás.

―Sí, llevaba tiempo trabajando allí.

―Y por qué estas así, que le ocurre a tú madre.

―Mi madre está paralitica y gracias a mi padre endeudadas hasta las cejas.

Silvia continuó contándole su vida a Samia, de algún modo sentía conexión con ella y ver que la escuchaba ya era demasiado para una chica que no está acostumbra a contar nada de su vida con nadie.

En agradecimiento Silvia invitó a Samia a cenar a su casa. Ella encantada marchó con Silvia hasta su casa. Una vez que llegaron Silvia se disculpó con Samia por vivir en la pobreza.

La Ambición De QuererteDove le storie prendono vita. Scoprilo ora