Capítulo 12

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Antes de la aurora, Silvia ya se encontraba preparada para ir a su trabajo. No si antes dejar la casa limpia y asegurarse de que  su madre y su sobrino tuvieran todo lo necesario mientras ella no estuviese en casa.

Después de tomarse un café, Silvia se despidió de su madre y de su sobrino que dormía plácidamente. Esbozando una sonrisa, Silvia contempló a ese pequeño bebé pasando uno de sus dedos por sus mejillas regordetas. Sin duda Diego era lo mejor que le había pasado en la vida, y a pesar de tener que pasar por tanto para poder comer y tener un vida digna, nunca se ha arrepentido de cuidar de su sobrino. Ahora él es su mayor preocupación y el que le da la suficiente fuerza para salir adelante en sus momentos tan dificultosos.

Al llegar al hotel, Silvia saludó a su amiga y compañera Mónica. Ambas charlaron durante un rato hasta que llegó el gerente del hotel informándoles de qué consentiría hoy sus trabajos.
Silvia agarró su carro de la limpieza y se marchó hacia la segunda planta para comenzar a limpiar las habitaciones no si antes  se despidió de su amiga, que al igual que ella se marchaba también para su puesto de trabajo, hoy debía atender la barra del restaurante.

Con sus auriculares puestos escuchando la música de Malú, Silvia limpiaba las habitaciones de la planta, así estuvo durante horas hasta que le tocó subir a la planta donde se encontraba las suites. Al pasar la tarjeta por la ranura,  sintió como su pulso se aceleró notando como un hormigueo en su tripa. Antes de poner un pie en la suite, agarró varias veces bocanas de aire, necesitaba tranquilizarse aunque por otra parte lo que menos deseaba era volver a ver a ese hombre misterioso que tan perturbada la trae y tan perdida se halla cuando lo mira a esos ojos hipnotizantes grises dejándose intrigar por lo que desprende su aura cuando la mira.

Dentro de la suite, Silvia ojeaba para todos los lados asegurándose de que nadie se encontraba dentro para comenzar con su faena. Al percatarse que se hallaba sola, empezó quitando las sábanas de la cama, como si algo la empujase se acercó la tela blanca a su nariz dándose el gusto de inspirar el olor de aquel hombre que tanto la provoca logrando de algún modo entusiasmarla, algo novedoso y.misterioso en ella, ya que siempre ha mantenido una actitud cerrada hacia los hombres. Desde siempre se ha mantenido oculta bajo su timidez. Solo tuvo un novio, pero nada de aquella relación funcionó. Por lo cual decidió quedar como amigos hasta que éste se marchó del pueblo para vivir en la ciudad y poder crearse un futuro mejor. Silvia decidió quedarse en el pueblo junto a su madre, donde semanas después la tragedia golpeaba en sus vidas.

Mientras pasaba el plumero por una mesa en forma de escritorio, un objeto brillante llamó su atención, sin ninguna maldad agarró aquel reloj de oro mirándolo con extrañeza preguntándose quién podía llevar semejante reloj al riesgo que se lo roben.
Mientras ella miraba aquel reloj, alguien tocó su hombro. Dando un respingo soltó el reloj dejándolo con la mayor rapidez que le fue posible al ver de nuevo al hombre misterioso.

―Vaya, buenos días querida Alejandra, hoy también te ha tocado limpiar mi suite.―Empezó hablando Elian mirando fijamente a los ojos de Silvia.

―¿Tú que crees? Trabajo aquí, por lo tanto limpio todas las habitaciones y ahora déjeme que continúe con mi trabajo.

―¿Desde cuando eres tan educada conmigo?―Mientras Elian hablaba en tono de burla, no podía  remediarlo, necesitaba tocarla de nuevo. Dejándose llevar por un impulso extendió su brazo hacia Silvia rodeándole su cintura para atraerla hacia él. Tenía su boca muy cerca, su fragancia no tardó en inundarse en su nariz llevándole a una explosión de deseos incontrolables. Sus labios atraparon los de ella, los saboreó muy despacio deleitándose como tanto le gustaba. Aquellos labios eran tan sabrosos que no dudó en acariciar su delicadas mejillas pudiendo sentir como ardían bajo su tacto. Mientras él paseaba su mano por su espalda, Silvia notó una pequeña sacudida en el centro de su cuerpo logrando trastornarla. Aquellos besos eran exquisitos, sus manos vagaban tan despacio por sus curvas que podía sentir como se erizaba su piel, por lo que no dudó en apretarse más al cuerpo de él. Aquello no estaba bien, pero tampoco quería pararlo, por una vez en su vida, quería descubrir lo que era sentirse deseada por un hombre. Pero al escuchar el nombre de su hermana en los labios de él, se sobresaltó separándose de él bruscamente.

La Ambición De QuererteWhere stories live. Discover now