Prologo.

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Se encontraba en su mesa con la mirada perdida y su mente obnubilada. No había querido tocar nada de su plato y sin tener ánimos de reaccionar al mundo que la rodeaba, pero de algo estaba segura: se encontraba resguardada detrás de la máscara que años antes se había forjado.

Sus hermanos estaban sentados en orden y en silencio en la mesa del comedor, algunos leyendo, otros simplemente atentos a su comida. Miro a su alrededor, la fogata crepitaba ante sus ojos, ya todos los campistas habían ofrendado algo a sus padres, las cigarras armonizaban con su suave música a un lado de su mesa. Cerró sus ojos y suspiro bajo una aparente calma, sintiendo como su sistema nervioso se activaba y despertaba cada fibra, cada sentido dentro de ella.

Desvió su mirada a la mesa que pertenecía a la cabaña uno. Los chicos conversaban con armonía y ligereza, sus sonrisas resplandecían ante la luz y el brillo de sus ojos destacaba. Vio como Jimmy cerraba sus ojos y tomaba el vaso de su bebida, mientras su melliza Majo lo sacudía y zarandeaba intentando captar su atención, su hermana Val se encontraba en medio de otros dos campistas hablando y riendo.

En la cabaña tres podía observar a Marcelo comer con tranquilidad y sonreír ante alguna ocurrencia de sus hermanos mientras su hermana Pau gesticulaba con sus manos, captando la atención de su alrededor, una sonrisa adornaba su rostro y sus ojos brillaban por la emoción.

Se vio siendo distraída por la presencia de Emiliano, quien caminaba hasta su mesa, en donde el caos reinaba por medio de sus numerosos hermanos de la cabaña once. Uno de los chicos reía de manera estruendosa y otros dos chicos extraían panes del poder de uno de sus hermanos. Sin esperarlo, capto la atención de su amigo cuando este había llegado a su mesa; lo vio elevar una mano y saludar con una sonrisa, no pudo evitar devolver el gesto.

—Son un verdadero desastre...

Con sobresalto, dirigió su mirada hacia su hermana Ela que se encontraba sentada a su lado. Ella observaba la mesa de la cabaña once con suma atención, asombro y resignación se reflejaban en sus ojos. Sonrió sin remedio y se alzo de hombros.

—Una naturaleza encantadora ¿No crees? — Le respondió con diversión, pudo captar como su hermana le devolvió la sonrisa y negaba con su cabeza.

—Como la nuestra con los libros e inteligencia. —Logro atinar en respuesta. — Cada día pienso que estas bastante loca Leo.

No pudo evitar soltar una carcajada ante lo dicho. Llevo una de sus manos hacia su vaso lleno de jugo de uva para tomar un sorbo, en ese instante pudo sentir como algo golpeaba su cabeza interrumpiendo su acción. Volteo molesta hacia atrás. No muy a lo lejos pudo observar a Mauricio, hijo de Némesis sonreír con burla.

—Mau...—Gruño entrecerrando sus ojos molesta. Pudo notar como el muchacho soltaba la carcajada y se iba de manera campante a su mesa.

—Ustedes dos no pueden vivir uno sin el otro. —Murmuro Ela, mientras mantenía en alto una de sus cejas de manera incrédula.

—Cuida que no te escuche Lid, cariño. Como hija de Hades, a veces se excede con su herencia cuando escucha esa clase de cosas...

Sin querer desvió su mirada a la mesa de la cabaña trece. Observo con atención a Lid conversar con sus hermanos. Max se encontraba a su lado con expresión aburrida, Jacob le prestaba más atención a su plato y Bryan, el único romano de la mesa no perdía de vista a Val.

—Desde que conoció a Val en una de sus misiones no deja de "visitar" a sus hermanos...

Contuvo su risa ante lo dicho por Ela. Llevo una de sus manos para poder ocultar su sonrisa burlona. Sintió como su cabello caía a los lados de su rostro ayudándole a esconderse ligeramente.

—Ela, no me digas esas cosas cuando estamos comiendo. —Murmuro sonrojada por su casi nulo intento de no reír. —Si tuviéramos que hablar de desastres, hablaríamos de los hijos de Apolo.

—No, para mí son solo adulación y palabras bonitas.

Ambas observaron a los chicos de la cabaña siete. José le alcanzaba una lapicera a su hermana Angélica, ambos estaban metidos en una libreta, la chica tamborileaba una flauta en sus manos y su hermano simplemente leía lo que fuera que escribían. El resto de sus hermanos hacían cosas similares.

Sin querer, observo a lo lejos a Quirón salir a prisa del comedor: salida nada desapercibida por el reto de campistas. Tras él lo seguían Daniela y Dulce. Sus rostros con gestos preocupados, sus pasos apresurados eran alarmantes para ambas.

—Algo paso... —Murmuro alarmada al verlos salir.

Sin darle tiempo de responder a Ela, el señor D se levanto de su sitio, observo cada una de las mesas como si estuviera contando uno a uno, los campistas presentes: como si necesitara asegurarse de que todos estaban. Lo vio arrugar el entrecejo y murmurar algo intangible para todos los presentes. No pudo evitar morderse un labio nerviosa al no saber que sucedía.

—Todos los mocosos líderes de las cabañas, lleven al resto de mocosos a sus literas, tienen prohibido salir de sus cabañas. —El señor D observo como todos los campistas enmudecían perplejos ante sus palabras, nadie se movía, nadie reaccionaba. — ¿Qué esperan? ¡Muévanse!

Inmediatamente todos los lideres y los campistas se colocaron en pie y empezaron a salir del comedor a prisa, con temor a que el señor D se molestara de nuevo, tomara una de sus vides y les diera a cada uno en el trasero: había visto hacer eso con uno de sus hijos.

Mientras intentaba abrirse paso en la congestionada salida, sintió como una mano la tomaba de su brazo y la empujaba fuera de las filas donde todos sus hermanos y demás campistas salían. Una mano cubrió su boca y la arrastro lejos del sitio.

—Shh, no grites.

Su respiración agitada por el atraco se calmo al reconocer la voz. La mano fue retirada de su boca y acto seguido se giró de mal humor hacia su secuestrador. Emiliano estaba tras ella y a un lado Marcelo, los observo con furia.

— ¿Saben lo que hacen? Si el señor D se entera de esto, nos pulverizara.

Su reclamo hizo eco en medio de los tres. Emiliano simplemente le sonrió como disculpa y Marcelo desvió su mirada.

—Queríamos hablar contigo. La salida de Quirón, tiene que ver con lo que nos ha pasado a los tres.

Abrió ligeramente sus ojos ante el desconcierto, luego trato de mantener la calma, su cerebro empezó a trabajar y mover engranes a prisa; si lo que paso en el comedor tenía que ver con lo sucedido no pintaba nada bueno.

— ¿Cómo lo sabes? —Interrogo suspicaz.

—Dulce y Daniela estaba de misión, volvieron hoy a mitad de la tarde.

La respuesta dada por Marcelo la inquieto. Dulce y Daniela eran sus amigas y ambas estaban de misión junto a un chico el cual no conocía. Si habrían llegado a mitad de la tarde la habrían buscado y avisado de su regreso.

—Sé lo que piensas Leo. — La saco de sus pensamientos Emiliano. Lo observo a los ojos con suma atención. —Su compañero, le sucedió lo mismo que los nuestros, por eso no te buscaron.

Abrió la boca varias veces buscando una respuesta que darle, alterno su mirada de uno a otro observando sus gestos en espera a que dijera algo: no tenía idea.

— ¿Están seguros? ¿Cómo lo saben?

—Entre a la casa grande sin que me vieran. —Le respondió Emiliano. —Marcelo me ayudo a entrar, ahí lo escuche todo. No saben aun que pasa del todo, pero el que estén repitiendo a Tártaro reiteradas veces no ayuda a calmar mi ansiedad.

— ¿Tártaro? —Murmuro sorprendida. — ¿Hablas en serio Em?

—Créeme, nunca he hablado tan en serio en mi vida...

Los tres se miraron a los ojos, no sabían que hacer. Sea lo que sea que estuviera desapareciendo todo aquel semidiós que saliera del campamento de manera tan misteriosa los hacia inquietarse.

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Escritor: Leo MV.

Colaboración de historia y edición: Emiliano AV.

La Tercer Gran Profecía.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt