Capitulo 10: Sucesión de estrepitosos arribos.

101 5 58
                                    


—Toma una carta. —Insistió Jimmy mientras le cedía la mano de cartas que él poseía en sus manos a Angélica.

— ¿Pero cuál tomo? —Interrogo insegura, sin saber cual elegir.

—Cualquiera, solo toma una o nos saltaremos tu turno. —Comento un exasperado Bryan, quien veía como Angélica miraba la mano de cartas con la frente arrugada y de manera pensativa deslizaba su mano por todas las cartas sin elegir una en concreto y tocaba una por accidente.

— ¡Eligió esa! —Chillo feliz Daniela, mientras tomaba ella misma la carta y casi se la lanzaba en el rostro a la indecisa chica.

— ¡Eh! —Reclamo molesta al ver lo que había hecho Daniela.

Habían salido de Denver City unas horas atrás por la ruta 70, así pasando por Georgetown y el Bosque Nacional Arapaho y Roosevelt. El tiempo que llevaban viajando en la camioneta había sido relativamente tranquilo, los contratiempos con los que se habían encontrado se trataron de discusiones, pues algunos querían detenerse de turistas en el Bosque Arapaho (el THDA actuando en ellos, o al menos se excusaron con eso), otros más discutían de las veces que debían parar para ir al baño (hablamos de doce semidioses encerrados en una camioneta, todos deseando estirar las piernas), y en esta ocasión, discutían por un juego de póquer concertado por Jimmy para despejar un poco el aburrimiento.

Leo había mantenido la vista hacia los chicos cada vez que levantaban la voz. Ahora era Emiliano quien conducía y ella manejaba el mapa en el asiento de copiloto, cada tanto se detenía distraída a observarlos, viendo como cada uno se levantaba por sobre los asientos y se comprimían unos a otros para observar el juego. Algunos se desesperaban, pues rotaban el juego entre los asientos delanteros y traseros cada que había un nuevo jugador: esto debido a lo comprimido del espacio. Ante tal conmoción, Javier había protestado, pues su vena responsable le hacía recapacitar que era peligroso no mantenerse en sus asientos quietos en una camioneta en movimiento.

—"Si esta camioneta choca, cada uno terminará con la nariz metida en el asfalto." —Había advertido en esa ocasión. Tampoco podía negar que estaba incómodo, pues estaba comprimido entre todo aquel ajetreo de adolescentes hiperactivos, además; ellos provocaron que Dulce transfiriera su atención a ellos y no a él: vaya lata.

—"Déjalos, necesitan distraerse." —Le había respondido Emiliano, quien en aquel momento estaba con el mapa en sus manos, sirviendo de copiloto.

—"¿Leo?" —Interrogo esperanzado de que su hermana diera voto para lograr orden de una vez por todas.

—"Em tiene razón, es mejor que estén así a que molesten por bajarse del auto cada cien metros." —Comento con sus ojos alternativamente en el camino y en los chicos.

Por lo que después de esa discusión una hora atrás, nada había cambiado, discutían sobre los turnos de juego, sobre no querer dejar jugar a Angélica porque se tardaba decidiendo, de cierta manera el ambiente se volvió ameno, sin monstruos o incendios en cocinas de hoteles.

—Detesto viajar en autos...—Reclamo Pau tratando de estirarse ligeramente al estar algo reclinada sobre el respaldo de unos de los asientos para poder observar a los demás jugar. — ¿No hay una manera... más mágica, cool y rápida que esto?

—Desearía estar en el mundo de Harry Potter, tendría un traslador que me lleve a San Francisco. —Le siguió como respuesta Jacob.

— ¿Alguna vez no se han sentido herramientas de uso y esclavos de los Dioses? —Interrogo cansada Daniela, tirando la mano de cartas con gesto de satisfacción al ver que ganaba el juego.

La Tercer Gran Profecía.Where stories live. Discover now