Capítulo 8: ¿Avanzar o escapar?

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Katniss

Después de haber tomado el té y conversado sobre los últimos acontecimientos, ambos nos dirigimos a la habitación. Antes, me detengo en el cuarto de los niños, me disculpo con ellos con un beso en la frente de cada uno y luego sigo mi camino.

Doblo las puntas de la manta y me meto a la cama, la tensión entre Peeta y yo no parece disiparse nunca, la atmósfera a nuestro alrededor sigue igual.

Peeta me dejó sin palabras, sus declaraciones llegaron en un momento inesperado, me tomó por sorpresa y no supe qué decir.

No puedo decir que lo amo, apenas y voy entendiendo lo que siento como para volverlo real con palabras, todo es nuevo para mi; pero me siento extrañamente mal.

Él se sienta en el sillón cerca de la ventana, acomoda sus almohadas y cubre sus piernas con una manta, baja la intensidad de la luz que sale de una pequeña lámpara, evitando que nos moleste a ambos.

Me obligo a tragar las palabras que quieren salir, mis labios están sellados, recuesto mi cabeza sobre la almohada y giro al lado contrario para no tener que mirarlo, cierro los ojos y pienso que no es justo dejarlo dormir allí, tan incómodo después de todo lo que hizo por mí.

No sé en qué momento me quedo dormida, pero cuando vuelvo a despertar el pequeño reloj gira y gira al igual que yo en la cama. Cuando marcan las cuatro de la madrugada decido levantarme, estoy sudando, mi cuerpo se siente pesado y tengo un leve dolor de cabeza.

Camino hasta el baño tambaleándome y cierro la puerta lentamente para no despertar a Peeta, abro el grifo y derramo algo de agua en mi rostro, me preocupo al sentir mi piel caliente; estoy ardiendo en fiebre.

La lluvia en el bosque me trajo un fuerte resfriado, comienzo a temblar y tengo deseos de regresar a la cama cuando todo da vueltas, en eso llega un estornudo, seguido de otro, y uno más.

Intento mantenerme en pié cuando comienzo a sudar otra vez, siento un frío extraño y no es para menos, la temperatura de mi cuerpo está desregulada y sé que necesito de alguna medicina para evitar empeorar.

Salgo del baño dando tumbos, me mareo fácilmente y debo sostenerme a algo para no caer, en eso me golpeo contra el armario y el ruido hace que Peeta se remueva en su lugar para luego despertar.

— ¿Katniss?

Se levanta de un salto y llega hasta mi al verme débil, siento dolor y como si fuera a desvanecerme en cualquier momento, él me toma en sus brazos y cuando los míos llegan hasta su cuello me mira preocupado.

— Estás ardiendo —. Murmura.

No puedo hablar, siento la garganta seca y adolorida, sus fuertes brazos me dejan sobre la cama fría, y yo no me muevo, no puedo hacerlo.

— No tuve una médica como madre, pero esto debe servir —. Dice mientras regresa del baño con un paño húmedo entre las manos.

Lo deposita sobre mi frente y un escalofrío me recorre entera, levanto una de mis manos y uno mis dedos calientes a los suyos que están fríos; pero se siente muy bien.

— Voy a cuidar de ti.

Abro los ojos que me arden, intentando ver los suyos azules, dos pequeños mares que logran calmarme y colorear mi mundo.

Estoy delirando.

Su mirada, su sonrisa, su voz en forma de susurro logran tranquilizarme de una manera inexplicable.

— Sé que lo harás —. Logro pronunciar esas palabras con la voz algo ronca.

Pasan muchos minutos, incluso algunas horas en las que remoja una y otra vez el paño con agua helada, hasta que me siento un poco mejor, así que decido pedirle que vaya a descansar.

Tiempo » [Katniss & Peeta]Where stories live. Discover now