Cap. 24

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24.

Estaba a punto de volver a morderme las uñas cuando la puerta principal se abrió de golpe y el nuevo inversionista hizo su aparición.

O mejor dicho: La nueva inversionista.

Sus largos risos rojos caían en cascada sobre sus hombros, su tez pálida y sus hermosas pecas decoraban la fineza de sus facciones. Tan delgada, tan alta, tan elegante.

América Pitz.

—Pero qué mierda —susurró Axel por lo bajo.

No podía quitarle los ojos de encima a la imponente personalidad que se acercaba hacia la silla vacía, pero por el rabillo del ojo podía ver como Liam se tensaba a mi lado.

No podía culparlo, a mi me había tomando una garrotera marca Acme.

—Buenos días —se presentó instalándose en su silla—. Lamento el retraso, mi auto se averió.

Cuando decía que estaba instalándose no bromeaba. Una libreta purpura, una pluma dorada y una carpeta negra llenaron el frente de su lado de la mesa al instante.

Mi miedo con ella delante solo creció en picada.

Ella clavó la mirada en mi dirección y me dedicó una media sonrisa.

—¿Tú eres el nuevo inversionista? —preguntó incrédulo uno de los hombres mayores.

Me parecía recordar que su nombre era Roder.

—Mi padre lo es, lamentablemente tiene otros asuntos en Australia y me ha dejado a cargo.

La sala de juntas cayó en un silencio sepulcral.

—Bienvenida a la empresa señorita Pitz —sonrió Liam sin mucho ánimo.

Bueno, ¿qué más podíamos hacer? No había opción más que tratarle como a un socio más. Aunque por dentro lo que más quisiera era gritar con todas mis fuerzas y salir corriendo a tomar un taxi de regreso a casa.

—Le presentaré al resto de los inversionistas —anunció Liam señalando a cada uno de nosotros como indicaba el protocolo.

Aquello no rayaba en la incomodidad, se excedía. Mencionar mi nombre y presentarme como si la pelirroja y yo no nos hubiésemos visto jamás era demasiado extraño. Además todo el mundo había visto las noticias, todo el mundo sabía que la loca que de había aparecido a impedir la boda era yo.

—Es un honor poder estar aquí con ustedes —aseguró regalándonos una sonrisa radiante.

Sonrisa que después de recorrer la mesa se detuvo en mí.

Presentados todos y bien puestas las cartas sobre la mesa comenzó el juego.

Dinero, dinero, acciones, ventas, mas dinero. Todo se resumía a cuentas y perdidas.

Los inversionistas trataban de entender por qué las ventas cayeron, por qué los autores dejaban de buscar a la editorial, por qué estaban perdiendo terreno. Proponían proezas fantasiosas y algunas otras tan solo un poco más realistas. Todo el mundo objetaba con resteto y aportaba un par de ideas.

Todo el mundo excepto América y yo.

América se había limitado a clavar la mirada en la mía y yo estaba tan avergonzada por haberle hecho lo que le había hecho en la boda que ni siquiera podía mirar hacia otro sitio fuera de la libreta en blanco frente a mi.

No importaba de donde se viera, yo le había hecho un daño terrible a la mujer frente a mí. La había dejado de pie frente a un altar rodeada de cámaras y prensa.

Lucky Love (LR #3)Where stories live. Discover now