Capitulo 40

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—Gracias —le digo al taxista en cuanto me deja en frente de mi edificio. Me adentro y subo a mi apartamento.

Estos cinco días vagando en la tranquilidad del mar en aquel lujoso yate me ha hecho bien, además de tener un bronceado increíble que todas las chicas de Londres envidiarían.

Ya en el apartamento, corro a la nevera de donde saco algunas cosas para prepararme un sándwich. Estoy volteando el pan en la sartén cuando escucho el timbre sonar, camino a la puerta y al abrirla lo primero que veo es un ramo de rosas.

—Hola —Dominic se asoma por un lado—. ¿Te gustan las flores?

—No lo sé, nunca me han regalado ¿Cuánto tiempo llevas esperando?

—Lo suficiente.

—Pasa —acepto las flores y me hago a un lado—. Huelen bien.

—No sabía cual escoger.

—Me gustan estas —se parecen mucho a la lavanda pero las flores son más pequeñas.

Busco un jarrón, lo lleno de agua y coloco las flores—. Ahora si... ven... —siento las manos de Dominic clavarse en mi cintura para luego envolverla con sus brazos.

— ¿Qué quieres? —digo muy cerca de su boca.

—Tú qué crees...

Sus labios se plantan sobre los míos suavemente. Lentamente los mueve, abriendo poco a poco la boca para luego introducir su húmeda lengua. Sus manos se aferran a mi cuerpo y yo inevitablemente subo las mías a sus hombros.

De pronto un olor a quemado llama mi atención—. Demonios, el pan —corro a la cocina, quito el sartén del fuego y apago todo para evitar un posible accidente.

Regreso con Dominic y ahora que le pongo más atención noto que la barba le ha crecido, bastante.

—Nunca te había visto con tanta barba.

—Llevo varios días sin afeitarme —se sienta en el sofá.

—Me gusta —me siento a su lado con las piernas recogidas.

— ¿Qué planes tienes para después? —pasa el brazo por encima de mis hombros.

—No lo sé, no hay nada que quiera hacer en la universidad, tampoco está en mí ese sentido humano de querer trabajar.

— ¿Ya no asesinarás?

—No, creo que ya he terminado con eso.

— ¿En serio?

—Puedo hacerlo, estoy segura de que podría seguir con eso pero no lo haré.

—Me sorprendes ¿puedo saber por qué?

—Quiero reanudar mi vínculo con mi familia, siento que no puedo verlos a la cara sin que a mi mente vengan imágenes sangrientas.

—Entiendo.

— ¿Tu que harás?

—Seguiré en el negocio de los crímenes pero también me salgo del asesinato, pierdo tiempo.

—No tiene sentido, nada de esto tiene sentido.

—Y nunca lo tendrá —me mira fijo.

Sin más ni menos me subo a su torso y lo beso. Él toma mi cintura y la apretuja contra su cuerpo. Mis caderas reaccionan por si solas moviéndose adelante y atrás, sintiendo como su miembro se pone cada vez más duro.

—Quiero hacerte mía, una y otra y otra y otra vez... —dice mientras deja besos a lo largo de mi cuello.

Mis manos recorren su pecho, bajando poco a poco por su abdomen hasta el inicio de sus pantalones, desabrocho el botón y bajo la cremallera para después colar mi mano y masajear aquel bulto.

A Bad GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora