Abigail Miller, hija de Josh Miller el hombre más famoso de todo el mundo.
Su padre se ve obligado a meterla en un internado debido a las travesuras de su hija.
Pero ¿quién dice que Abi vaya a cambiar su forma de ser en un internado?.
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El sonido del timbre retumba por toda la casa, muerdo mi labio inferior nerviosa y Max parece notarlo ya que coge mi mano y la sujeta con fuerza.
A los pocos minutos el rostro de mi tía se aprecia tras abrir la puerta. Una sonrisa se dibuja en su rostro y Max y yo sonreímos en respuesta.
—¿Cómo está mi sobrina?.—cuestiona.
—En frente tuya.—respondo y ella ríe.
—Igualita a mi.—dice entre risas.—¿Y tú eres?.—se refiere a Max.
—Oh, soy Max Stone, el novio de Abi.—responde él educadamente.
—¿Por qué hablas así? A mí los formales no me van.—suelta una pequeña risita.—y sé que eres el hijo del presidente, y no, no lo voté ni lo votaré.—mi tia cambia su semblante a seria y Max traga saliva incómodo.—¡Qué es broma pendejo!.
Soltamos carcajadas todos y nos invita a pasar.
La madera limpia, los muebles viejos, los cuadros con recuerdos, la escalera de madera con pintadas... ¿Por qué me suena todo esto?.
—Ahí está el comedor.—me informa mi tía señalándome la habitación de al lado.
Entramos un un hombre rubio, con arrugas en su rostro nos sonríe con un vaso de whisky entre sus manos.
—¡Qué grande estás Abi!.—dice al verme.
—¿También me conocías?.—le pregunto después de que él me haya dado dos besos en cada mejilla.
Típica costumbre española.
—¿De España eras no?.—le cuestiono y él afirma.
Sip, típica costumbre española.
—0—
Cuando terminamos de cenar, mi tía nos invita a pasar al salón y Chad le pasa un vaso de whisky a Max. A mi no me gusta el whisky.
—Bueno.—dice mi tía sentándose a mi lado y dejando una caja de cartón en la mesita.
—¿Qué era eso qué...?.
—No te adelantes a los hechos.—me corta mi tía.—cada cosa a su tiempo.—abre la caja y saca un álbum de fotos.
—¿Qué es eso?.—arqueo las cejas y señalo el álbum.
—¿No crees que Max quiere verte de bebé?.—dice con una sonrisa pícara.
—Oh claro que me apetece.—habla Max divertido.
—¿De bebé? ¿Mi padre no lo perdió en la mudanza?.—frunzo el ceño.
—El no quería estas fotos porque.... Sale tu madre.—parece más seria y muerde su labio inferior.—yo lo guardé.—vuelve a sonreír.
—Quiero verlas.
Digo y Max se sorprende.
—¿Acaso no te da vergüenza?.—arquea sus cejas.
—Que va, ¿cuándo me ha dado algo a mi vergüenza? Además tu también has sido un bebé y todos los bebés son patatas y están ridículos.—me encojo de hombros mientras comienzo a abrir el álbum.
Un nudo se instala en mi garganta y los pelos se ponen de punta.
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