×Prodigio×

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Dos días después, Jeno se dio cuenta, consternado, que aún no había devuelto la ropa que Renjun le había prestado. La camiseta y los pantalones colgaban, junto al resto de sus prendas, del antes vacío armario que había al lado de la cocina y que Él había empezado a utilizar para su propia ropa. Era bastante grande. Renjun no lo usaba porque tenía el suyo propio en frente de la puerta, así que le permitió que guardara allí su ropa y sus zapatos.

- Tus cosas no pueden estar por cualquier sitio- dijo, antes de echarle una mirada que el rubio conocía bien, a pesar del poco tiempo que llevaban viviendo juntos; los ojos entrecerrados, la engreída sonrisita que se dibujaba en uno de los lados de su boca, totalmente diabólica: Paco estaba a punto de salir de su jaula- Si no, mis vecinos podrían pensar que un gigolo se aloja en mi casa.

Si Jeno hubiese sabido el tiempo que estaría allí, habría empezado a contar los días hasta que se marchara. Pero, por el momento tuvo que conformarse con imaginarse estrangulándolo con sus medias, mientras quizá llamase a Baek para pedirle ayuda para tirar el cuerpo por la ventana, aprovechando que estuviera inconsciente. Cuando la policía llegase, ya estaría cerca de la frontera o tal vez montara una escena entre lágrimas, fingiendo que había sido un suicidio.

Jeno miró por encima de su hombro. Renjun estaba sentado en la mesa, mirando detenidamente un cuaderno que usaba para dibujar sus bocetos. El joven observó que la página ya estaba totalmente rayada, entonces, ¿por qué la miraba con tanta atención, igual que una hora atrás?

- Oye- llamó su atención- tengo que devolver esta ropa.

Renjun asintió ligeramente con la cabeza, con un suave "hmm", mientras golpeaba el lapicero contra la hoja, aunque sin mirarlo. Jeno apartó la vista y sacó la ropa del armario, cogiéndola con sumo cuidado, antes de cerrar la puerta.

- ¿Y bien?- preguntó con impaciencia- No sé dónde vive su dueño.

Huang se pasó una mano por su pelo naranja, que recuperó su posición al instante y el rubio deseó que su melena pudiera hacer lo mismo.

- Estoy ocupado- respondió finalmente, aunque Jeno no le viera para nada ocupado con... lo que sea que estuviera haciendo- No sabes el lenguaje de signos, ¿verdad?

El rubio lo miró sorprendido.

- No.

- Eso es un problema, porque el amable chico que te dejó eso es mudo- finalmente apartó los ojos del papel, giró la silla y lo miró, cruzándose de brazos y golpeando el lapicero contra su propia piel. Por supuesto, no le hizo ninguna gracia centrarse en él durante esos escasos segundos- ¿Por casualidad has conocido a Mark? Es el canadiense que vive en el sexto piso aunque, la verdad, no me sorprendería que hubieses huido de él.

Jeno rió.

- Sí que lo he conocido- se quedó pensativo, recordando al estrambótico extranjero de pelo rubio, al que, por suerte, había evitado durante los últimos días- Me ayudó a buscar mi pulsera.

- Bien, bien- Renjun alcanzó la libreta, pensó durante unos instantes y se levantó de la mesa, pasando al lado de Jeno, para llegar a la cocina. Abrió un cajón cercano al frigorífico, alcanzó una pequeña libreta, escribió algo y le ofreció la nota - Éste es su número de apartamento. Si te recibe su novio, dile que me debe dinero y, que si no me lo devuelve para el viernes, se lo haré pagar.

- ¿Cómo vas a hacérselo pagar?- preguntó El rubio, incapaz de resistir la curiosidad de saber cómo se vengaría el meticuloso artista. Él se encogió de hombros.

- Le diré a Mark que ha vuelto a engañarlo. Tal vez no parezca demasiado fuerte, pero cuando veas lo que ocurre a continuación, creerás que el mundo ha llegado a su fin- lo ahuyentó con la mano- Vete. Si vuelves a molestarme, te pegaré los zapatos al suelo del pasillo y escribiré en medio del ascensor a qué te dedicas.

Muse (NoRen)Where stories live. Discover now