Bittersweet

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Estaba en una posición bastante rara. Cualquier persona tendría, en ese instante, un terrible dolor de espalda por el frío suelo, pero Jeno estaba acostumbrado a colocarse en incómodas posturas. Aún así, le dolía la espalda y la cabeza aunque aquello último tal vez se debiera a los pensamientos que cruzaban por su cabeza, gritando y aporreando sus paredes, tratando de liberarse. Aquélla era una de esas veces en las que podría haberse cogido una buena rabieta, pero no lo hizo. Estaba demasiado sorprendido, demasiado confuso. Así que se quedó ahí; con las piernas flexionadas y el resto en el suelo, mirando al techo, con su peso aplastándole los pulmones, que llevaban sin funcionar bien desde la última hora.

Una hora. Había transcurrido toda una hora y Jeno seguía demasiado sorprendido como para hablar, como para moverse. ¿De verdad había ocurrido? ¿O era cosa de su retorcida imaginación, que le había hecho pensar y sentir cosas demasiado difíciles de aceptar, de asimilar? Su corazón vibró, su estómago se encogió. Aquellas sensaciones eran nuevas, propias de las novelas eróticas que leía en el instituto, así que frunció el ceño, pensando en que nunca antes las había experimentado.

Y la verdad es que debería haberlo hecho. Había estado con alguien- más de los que cualquiera podría tener- de cada clase, edad y condición. A veces, le gustaba lo que hacía para poder buscar a la persona que "valiera", la que lo convirtiera en un lujurioso y excitado animal, como las chicas de esos libros. Pensaba que, algún día, vería a las estrellas brillando delante de él, sintiendo ese nudo en la garganta y perdiendo el control sobre sí mismo hasta llegar al borde del precipicio, lo que habría mejorado las cosas. Había deseado, aunque sólo durante uno o dos años, encontrar a una persona que hiciera que el sexo valiera la pena.

¿Cómo era su pareja perfecta? Bueno, alta, cuerpo curvilíneo, piel bronceada, pelo ni muy largo ni muy corto (perfecto para pasar las manos por él) y con los muslos perfectos, mi rellenos ni flacos. Oh, Dios, sí. Los múslos marcados, sí. Y los ojos azules también. Le gustaban los ojos azules.

Entonces… ¿cuándo y cómo demonios Renjun se había convertido en eso?

… Pocas horas antes…

Nada más llegar a NCT, Taeyong recibió a Renjun y a Jeno amablemente, desde su escritorio, con una sonrisa en su rostro.

- ¿Cómo ha ido el viaje?- preguntó, logrando que Renjun contestara con un "agotador" y Jeno con un "muy frío"- ¡Me alegro!- repuso, como si no los hubiera escuchado- He guardado aquí todo el correo, pero no tenía espacio para lo demás, así que tuve que dejarlo en tu apartamento.

- ¿Lo demás?- Renjun frunció el ceño, mientras Taeyong le tendía algunos sobres.

- Ya verás lo que es.

Jeno echó un vistazo al montón de sobres y se dio cuenta de que casi todos ellos eran cartas, de los residentes de NCT, la mayoría. Renjun las introdujo en su equipaje, asegurándose de que nada las aplastase, le dio las gracias a Taeyong y continuaron su camino. Jeno casi había olvidado lo enfadado que estaba con él, pero lo recordó justo a tiempo para darle al recepcionista de pelo gris una mirada de te-estoy-vigilando, antes de seguir a Renjun.

- ¿Estará Donghyuck en el apartamento?- le preguntó Renjun, al entrar en el ascensor- Normalmente, se queda en el sofá cuando Mark lo echa de casa.

Jeno dejó escapar un suspiro de mucha, mucha irritación.

- No- contestó y esbozó una sonrisa, al borde de los labios- Mark ya lo perdono- el mensaje había llegado poco antes de subir al avión y Jeno se había molestado tanto al leerlo, que apagó bruscamente el móvil y decidió echarse una siesta, para calmarse.

Muse (NoRen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora