×Asuntos familiares×

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Renjun estuvo cinco minutos dubitativo en el coche, hasta que decidió salir de él, abandonando la calidez del interior con el frío del exterior. Jeno lo siguió al instante, pues no quería sentirse tan solo como el niño que espera a que su madre haga la compra. El rubio aumentó el ritmo, para alcanzarlo. Habría estado bien poder animarlo, poder decirle algo que lo inspirara y animara, pero, mientras le miraba la espalda, su mente se quedó en blanco y su boca se secó, sintiéndose cada vez más mareado; ¿qué iba a decir él, cuando conociera a la familia de Renjun?

Pasó otro instante de quietud, antes de que Renjun se decidiese a levantar la mano y llamar al timbre. Ambos se sobresaltaron cuando empezaron a sonar ladridos y aullidos desde dentro, que duraron diez, veinte segundos, un minuto entero, pero, sorprendentemente, nadie salió a recibirles. Tal vez estuviera callando a los perros. El pelinaranja dejó escapar un audible suspiro y rebuscó las llaves en el bolsillo y Jeno le observó investigando el llavero: la llave del apartamento, la del buzón, la de su coche, la del coche de alquiler. Finalmente, escogió una llave plateada, que nunca le había visto usar, que encajó en la cerradura perfectamente.

- Y tú que pensabas que cambiarían las cerraduras...- musitó para si mismo, girando el pomo y dudando sólo un momento, antes de abrir la puerta.

Jeno pensó que claramente nadie iba a cambiar la cerradura, si habían estado esperando su vuelta todo este tiempo. Inmediatamente, tres seres peludos se acercaron a él, mezclando ladridos con gemidos, moviendo las narices y los rabos, deslizándolos y corriendo por el suelo. Renjun levantó la mano y los perros- un terrier gris, un pomerano y un husky siberiano, con un ojo azul y el otro amarillo- se sentaron, moviendo las colas con alegría.

- Sentados- les dijo tranquilamente y ellos obedecieron, mirándolo con expectación. Entonces, se giró y le dijo al rubio que entrase, pues el joven se había quedado solo por miedo a que lo mordieran. El pomerano ladró una vez, pero la fija mirada de Renjun lo silenció- Lo siento- señaló al husky- Andante- al pomerano- Allegro- y al terrier- y Caprice.

- ¡Qué monos!- gritó Jeno, tratando de acariciar al husky, aunque temblando cuando se la lamió- Eh...

- Tranquilo, no te harán nada- dijo el Huang, antes de acercarse más y recibir el caluroso afecto de los tres perros, que se dejaron de remilgos y se avalanzaron sobre él- ¿A qué no?- les preguntó, asegurándose de demostrarles el suficiente cariño para que le dejaran tranquilo un rato- No son los mejores perros del mundo, pero se portan bien- miró a su alrededor, antes de volver hacia los felices animales- ¿Dónde están Largo y Forte?- preguntó. El husky gimió con pena y se marchó, haciendo que los otros dos lo siguieran. No se alejaron demasiado; los tres llegaron al salón y se plantaron delante de un sillón vacío, recostándose y pareciendo muy tristes. Jeno sintió una puñalada en su corazón. Claro... Los animales sufrían cuando sus dueños se marchaban... Renjun se levantó y se secó las manos en los pantalones.

- Recuérdame que me las lave, antes de que toque a alguien- dijo él y el rubio asintió, observando a su alrededor.

Ambos se encontraban en un recibidor bastante amplio y espacioso. A su izquierda había una sala de recreo muy bien decorada y, como el joven había esperado, con unos preciosos cuadros por todos lados. Fuera de allí estaba la cocina, perfectamente equipada y con una encimera en el centro, a modo de isla. Se encontraba rodeado de enormes ventanas que ofrecían una maravillosa vista de postal. A su derecha había una escalera que llevaba a la segunda plata de la casa, aunque, desde donde se encontraba, Jeno sólo podía ver un largo pasillo cubierto de un tapiz muy cuidado. Justo cuando Renjun pensaba dirigirse al pequeño baño, que se encontraba entre el salón y la cocina y Jeno estaba tan preocupado de que alguien lo encontrara esperando, solo, que lo esperó en la puerta, mientras él se secaba las manos.

Muse (NoRen)Where stories live. Discover now