Los juegos que nos gustan

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Jeno se quedó mirando su reflejo en el espejo empañado del cuarto de baño, con un círculo perfecto y condensado enmarcando su rostro. Sus labios se separaron de sus dientes y los humedeció con el dedo índice, asegurándose de que estuvieran tan impecables como lo parecían, antes de darle un trago al enjuague bucal y extenderlo por toda la boca. Sus cejas estaban perfectas y su piel se había recuperado de las pequeñas impurezas que había tenido. Su pelo estaba totalmente liso y se había apartado el flequillo de la frente, que llevaba cubierta mucho tiempo, considerando si era momento de cortarlo y cambiarle el color. El rubio se apartó ligeramente y escupió el enjuague en el lavabo, antes de abrir el grifo.

Se había preparado concienzudamente para el día que tenía por delante. ¿Por qué motivo? Oh, por ninguno en especial; sólo le apetecía arreglarse un poco… al menos, eso es lo que le diría a Renjun si preguntaba, cosa que haría. El pobre infeliz no tenía la más mínima idea de que, en cuanto pusiera sus ojos en él, caería en su trampa.

Jeno era la clase de persona a la que le gustaba jugar. Naturalmente, nunca antes había ido detrás de ningún hombre, pero no sería diferente a las actuaciones que llevaba a cabo para sus clientes. Ser coqueto, provocarlo sexualmente y dejarlo con la lengua fuera de sus bocas, mientras jadeaban por él. Era todo cuestión de poder. Incluso cuando adoptaba el papel sumiso, seguía manteniendo el control. A partir de sus quince años, ninguna persona había conseguido hacerle más de lo que él le había permitido.

El rubio pensó convencido que aquel experimento sería igual. No dejaría que Renjun lo pillase con la guardia bajada, como el día anterior, cuando se puso un conjunto que se había comprado en Winnie y el otro le había comentado lo "sorprendentemente bien que le quedaba".

- ¿Qué demonios quieres decir con eso?- le preguntó, mientras el otro terminaba un boceto con la libreta apoyaba sobre sus rodillas, mirándolo como si aquella pregunta le hubiera insultado.

- Significa que la mayoría de las personas que llevan atuendos de verano y botas de cowboy, sobre todo a mediados del otoño, dan pena, yo incluido. Pero tú, Jaeno-ah, no sé cómo, pero has conseguido darle clase a ese tipo de conjunto. Felicidades- su tono de voz condescendiente seguramente no buscase hacerlo sentir bien, pero él estaba tan cegado con el cumplido que apenas le importó. Le había dicho que estaba guapo… aunque de una manera un tanto rebuscada. Aún así, el rubio había vuelto a recordar su "situación" gracias a eso, decidiendo explorarla.

Y, así, el rubio llegó a la conclusión de que había llegado la hora de tantear el terreno. Su curiosidad no podía esperar más. Quería saber qué tipo de comportamiento tendría el malhumorado de su compañero de piso y qué podría provocarle. Quería satisfacer el ansia que dolorosamente había descubierto cuando lo besó no una, sino dos veces. Y, cuando hiciera todo eso, se acostaría y trataría de eliminar de su cabeza que el Huang fuese perfecto para él o pasaría lo impensable y se haría adicto a éste. Recién duchado e innegablemente seductor, el rubio sonrió mientras se inclinó hacia el lavabo y apoyaba un dedo sobre el cristal empañado. Entonces, escribió algo con una letra nítida y curvada, echándose hacia atrás para leer la frase. Objetivo: Huang Renjun.

El pobre no sabía lo que se le venía encima.

Jaeno-ah- llamó Renjun a la puerta- Normalmente no me quejo del tiempo que pasas en el baño, pero algunos tenemos que ir a trabajar hoy- dijo desde el pasillo. Los ojos de Jeno se abrieron de la excitación. ¡Genial! Podría verlo en todo su esplendor, antes de que su belleza se estropease por el correr del día. Tomó aire, puso cara de desinterés, se giró y abrió la puerta.

¡Primera ronda!

- Lo siento- le dijo, con una dulce sonrisa, permaneciendo a su lado- Por poco lo olvido.

Muse (NoRen)Where stories live. Discover now