4-. Cautivo

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2 días después:

Joey no tenía ni la más mínima idea de dónde se encontraba, y eso en particular, hacía que entrara en desesperación. Sin saber cómo, había despertado dentro de una pequeña jaula y su única fuente de iluminación provenía de una bombilla que luchaba por no extinguirse. Esta colgaba en el centro del lugar y la luz amarilla que emitía le daba un aspecto muchísimo más tenebroso a aquel sótano. A menudo se escuchaban los gritos y quejidos de las demás personas encerradas, e incluso un par de ellos se había suicidado para acabar con su sufrimiento.

Además, durante los dos días que llevaba allí encerrado el niño pudo contemplar cómo varios sujetos que parecían cirujanos sacaban a algunas víctimas de sus jaulas, las ataban a una camilla metálica ubicada en el medio de la estancia y experimentaban con ellas. Incluso podría jurar que algo, al parecer un par de alas, salía de sus espaldas para luego ser amputado de forma arcaica por uno de aquellos dementes.

«Todo va a estar bien, solo es una pesadilla», se repetía Joey intentando no entrar pánico. «Cuando despierte volveré a estar en el orfanato con Charlotte y podré reírme de esto».

No obstante, llegó el momento que el niño tanto temía. Unos cinco cirujanos entraron al sótano vestidos con sus típicas batas blancas, dedicaron algunos minutos a esterilizar el equipo médico y comenzaron a caminar entre las jaulas, observando a sus ocupantes con detenimiento mientras estos se encogían y evitaban devolverles la mirada.

—Saquen al niño Igmis, aún necesitamos asegurarnos de que esté completamente desarrollado —ordenó la inconfundible voz de Craig, su líder.

Dicho esto, Joey notó que dos hombres corpulentos se acercaban a él, retiraban el candado de su jaula y lo sacaban a la fuerza. A continuación, le quitaron la sudadera, lo pusieron boca a abajo sobre la fría camilla metálica y amarraron sus extremidades para impedirle escapar.

—¡No, por favor! ¡Ayuda! —gritó el niño, intentando librarse de las ataduras—. ¡No he hecho nada malo! ¡Suéltenme!

—Cúbranle la boca —ordenó el líder, e inmediatamente uno de los sujetos le colocó un trapo a modo de mordaza.

—Espero tu señal, Craig —dijo otro de ellos, sosteniendo una jeringa llena de líquido rojo.

—Ahora —indicó este.

En cuestión de segundos, la aguja entró en el cuello del niño para luego vaciar todo el contenido en su interior.

Una sensación de calor lo recorrió por dentro y sintió cómo su energía aumentaba de forma considerable. Aprovechando esto, Jonathan intentó soltarse varias veces, pero las ataduras eran muy fuertes y únicamente consiguió quemarse las muñecas con el roce.

—Solo es cuestión de esperar a que su cuerpo reaccione. Si de verdad es un Igmis, aparecerán las alas negras —explicó otro de los doctores—. Y si es así, procederemos a amputarlas.

¿Igmis? ¿Alas negras? ¿Amputaciones? Joey no podía entender nada de lo que estaba ocurriendo. No tenía ningún sentido. Y, en primer lugar, ¿qué tenía que ver un niño de diez años con esa locura?

—A mi parecer se ve igual que antes —opinó alguien con voz ronca—. Aún necesita tiempo para que sus poderes se desarrollen correctamente, será mejor tenerlo encerrado hasta entonces.

—Estoy de acuerdo —dijo el líder—. Hay que seguirle aplicando una dosis diaria de rubíes para estimular su condición. Cuando esté completamente listo, le cortaremos las alas.

¿Dosis de rubí? Joey seguía sin tener ni la menor idea de lo que estaba ocurriendo, aunque en el fondo podía estar seguro de que no era nada positivo. Esos sujetos estaban delirando y creían que él era parte de sus alucinaciones.

—Suficiente por hoy, enciérrenlo y saquen al siguiente —ordenó Craig, a la vez que dos pares de manos desataban al niño, lo llevaban de vuelta a su jaula y cerraban la puerta con un enorme candado.

«Sigo vivo», confirmó Joey con incredulidad.

Acto seguido, aquellos hombres se dirigieron al otro lado del sótano en búsqueda de una nueva víctima y sus miradas se posaron en un hombre rubio de unos treinta años de edad. Lo obligaron a salir, y aunque intentó forcejear, al cabo de unos instantes se encontraba atado boca abajo sobre la camilla.

—Luke, aplica la intravenosa. Mel, prepárate para proceder con la amputación —indicó el líder, y ambos asintieron.

La jeringa atravesó el cuello de aquel hombre para permitir que el contenido entrara directamente a su organismo. Una vez que este fue aplicado, Mel sostuvo su hacha a la altura del pecho, preparado para cumplir con sus órdenes.

—No lo hagan —gimoteó la víctima, con el rostro cubierto de sudor frío—. Están violando el acuerdo de paz entre nuestras especies, saben bien que esto desatará una guerra.

Al escuchar esto, los doctores empezaron a reírse a carcajadas.

—Veo que no lo entiendes —se burló Mel—. Si logramos diezmar a los Igmis, no tendrán manera de contraatacar y eso nos da una victoria casi segura sobre ustedes.

Dicho esto, el contenido de la inyección hizo efecto, la espalda del hombre se arqueó bruscamente y un par de enormes alas negras salió de ella.

—¡Rápido, antes de que pueda retractarlas! —rugió Craig.

El hacha trazó una curva en el aire y se clavó en el ala izquierda de su víctima, quien dejó escapar un alarido de dolor. Sin embargo, hicieron falta unos cuantos impactos para desprender ambas extremidades de su cuerpo, y estas, una vez que fueron arrancadas se convirtieron en una pila de cenizas.

—¿Qué...? —balbuceó el hombre, desorientado. Había dejado de gritar, como si ahora no recordara por qué lo hacía y su mirada se encontró con la de Joey por unos pocos segundos.

"Ayuda". La palabra vino a su mente después de aquel breve contacto visual, y el niño supo que, de alguna manera, aquella súplica no era suya, sino de la persona herida que tenía a unos cuántos metros de distancia.

—Cautericen los muñones y asegúrense de que no recuerde nada antes de dejarlo ir. No podemos correr riesgos.

El sujeto volvió a gritar desesperado, al mismo tiempo que los doctores seguían el procedimiento y utilizaban un metal al rojo vivo para cauterizarle las heridas.

—Necesito irme de aquí o seré el siguiente —masculló Jonathan en voz baja—. Necesito huir.

Canción: Purity

Banda: Slipknot

JoeyHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin