20-. Fría

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—¡Sorpresa, cariño! Te dije que íbamos a pasar tu cumpleaños juntos —sonreí, acercándome a ella con las manos ocultas detrás de la espalda—. Adivina lo que tengo para ti.

Antes de obtener cualquier tipo de respuesta, le enseñé un plato de plástico con un enorme trozo de pastel de chocolate y un ramo de rosas rojas.

—Sé que son tus favoritas —agregué, colocando ambas cosas frente a ella.

El cielo estaba completamente nublado y un fuerte viento de otoño recorría todo el lugar, acariciando mi rostro y revolviéndome el cabello por partes iguales.

—Aunque desearía poder dártelas en otras condiciones —me senté sobre la alfombra de hojas secas que tenía debajo—. Quizá en el viaje por el mundo que planeamos.

Por alguna razón, articular cada palabra suponía un gran esfuerzo de mi parte, y el hecho de no romper a llorar era muchísimo más complicado a medida que hablaba.

—Al menos ya no te duele, ¿cierto? Porque a mí me está matando.

Una llovizna casi imperceptible comenzó a caer sobre nosotros, y con el rabillo del ojo distinguí cómo las personas a los alrededores buscaban irse a algún lugar techado.

—Tan solo espero que podamos vernos pronto, me haces más falta de lo que te imaginas.

La intensidad de la lluvia aumentó, convirtiéndose en algo considerable. Aun así, no era lo principal. Eso podía esperar.

—No soporto ir a visitarte y que no estés, y tampoco soporto hablarte y que no puedas responderme.

Estiré la mano para tocarla y mis dedos dieron con ella. Estaba fría, más fría de lo que alguna vez pude recordar.

—Lo peor es que ni siquiera sé si puedas oírme.

Mis ojos recorrieron la lápida de mármol que tenía al frente, y como si el hecho de leer su nombre miles de veces pudiera traerla de vuelta, lo repetí de nuevo.

—April...

—Jonathan, por favor, deja de hacer esto —suplicó una voz masculina a mis espaldas—. No es bueno para nadie.

—No puedo evitarlo, es la única forma que tengo de sentirme a su lado —respondí sin siquiera mirarlo. Por el sonido de su voz, me di cuenta de que se trataba del padre adoptivo de April.

—Sé que no es fácil, pero aún eres un chico joven. Puedes salir adelante.

Escuché cómo se agachaba junto a mí, y gracias a la cobertura de su paraguas, dejé de mojarme con la lluvia.

—No estoy listo, nunca lo estaré.

—Yo tampoco lo estoy —confesó—. Aunque es lo que ella hubiera querido para nosotros.

El recuerdo de sus últimos momentos con vida me invadió. Cuando estaba sufriendo una inexplicable hemorragia interna y la única palabra que pudo articular fue mi nombre, el único motivo por el que sus padres me permitieron pasar a verla. Y en el instante en el que tomé su mano, April murió con una sonrisa en el rostro.

—Dejó algunas cosas para ti, vine a traértelas —dijo el hombre, vaciando los bolsillos de su gabardina—. Varias cartas y el poemario que le regalaste, nunca lo soltaba.

Dicho esto, me entregó todo dentro de una pequeña bolsa plástica y me dio una suave palmada en la espalda.

—Ella de verdad te quería, Jonathan —agregó antes de retirarse.

Me levanté del suelo sintiendo cómo mi corazón se aceleraba de golpe y busqué el sitio seco más cercano para poder leer las cartas con tranquilidad. Necesitaba saber lo que decían. Nada importaba más en ese momento.

"Hola, Joey —rezaba la primera—. Sé que generalmente te digo las cosas a la cara, y quizá esto sea muy extraño para ambos, pero supongo que es la única manera de hacerte llegar este mensaje sin que me veas llorar. Estoy muriendo poco a poco. Ya no solo es una posibilidad escasa, sino que ahora se trata de una realidad próxima. No encuentro las palabras correctas para expresarme, e imagino que de estar en mi posición tú tampoco podrías.

A pesar de lo doloroso que pueda llegar a ser, quiero pedirte que seas feliz, y que una vez que haya partido, actúes como si no hubiera pasado nada. Mereces vivir, ser libre y conocer el mundo. No quiero que sufras por mi culpa, es algo que no soportaría. 

Y perdona que me repita una y otra vez, las manchas de las lágrimas en el papel y que mi letra sea tan temblorosa. Nunca creí que me vería obligada a llevar a cabo una tarea tan complicada como dejar ir al amor de mi vida.

Te amo con cada parte de mí y siempre seré tuya, aunque tú ya no seas mío".

El papel aún olía a su perfume, y en la parte de atrás tenía escrito el verso final de un poema que a ambos nos encantaba:

"¿Cómo puedo vivir sin aquellos que amo?
Necesito entenderlo, pero no tiene explicación.
Las páginas de tu historia se desvanecen en mis manos,
Y dejarte ir parece ser la única opción.
¿Nos veremos de nuevo? ¿Existe el cielo, o mi mente miente?
Crece una rosa negra por cada cosa que junto a ti falleció. 
¿Puedes escucharme? ¿Te mantendrás lejos por siempre?
Tan lejos, pero a la vez tan cerca de mi corazón."

—Tan lejos, pero a la vez tan cerca de mi corazón —repetí, sintiendo cómo se me formaba un nudo en la garganta.

A partir de allí, no pude seguirme conteniendo y rompí a llorar.

Canción: Lucy

Banda: Skillet

JoeyWhere stories live. Discover now