17-. April

329 50 27
                                    

Llevaba varios días contemplando a April desde su ventana sin siquiera atreverme a saludarla. Algunas veces parecía notar mi presencia, se daba la vuelta y miraba en mi dirección hasta asegurarse de que no hubiera nadie por allí. Afortunadamente, ya me imaginaba que eso iba a pasar y nunca me encontraba al descubierto.

«Mañana. Mañana me acercaré a hablar con ella», me repetía siempre, pero terminaba por no hacer nada.

Me conformaba con observar cómo cada tarde se acostaba a leer en su cama, a hacer la tarea sentada en su escritorio, e incluso a navegar por Internet durante su tiempo libre. Amaba ver cómo aquel largo cabello castaño le caía hasta la media espalda, sus grandes ojos avellana, su sonrisa perfecta... Cada parte de ella me encantaba. 

Sin embargo, estaba consciente de que no podía seguir actuando como un simple acosador, por lo que una noche me armé de valor, y a riesgo de que me tomara por loco, golpeé el cristal de su ventana con suavidad. April dio un respingo en su silla y alzó la mirada hacia mí con desconfianza.

—¿Quién anda ahí? —preguntó, poniéndose de pie.

—¿No me reconoces? —di un paso hacia atrás para quedar justo debajo de la luz.

—Espera, creo que... —entrecerró los ojos para verme mejor—. ¿Joey?

—Así es —sonreí.

Dicho esto, la chica corrió en mi dirección, abrió la ventana y me dio un largo abrazo.

—No tienes idea de cuánto te he extrañado —dijo, sin soltarme ni un segundo—. He querido contactarte todo este tiempo, pero no encontraba la manera de hacerlo.

—Ya no importa, ahora estoy aquí.

—Lo sé, y eso me hace muy feliz —sus ojos brillaban—. Solo me pregunto, ¿cómo me conseguiste?

"Robé tu información del archivo de Charlotte", hubiera sido la verdadera respuesta, pero no podía arriesgarme a arruinar aquel momento sonando como un psicópata.

—Escuché cuando tu nueva familia le dio la dirección a Charlotte —fue lo mejor que se me ocurrió—. Lo que nunca pensé fue que costaría tanto llegar hasta acá.

—¿Y qué hiciste para salir del orfanato sin que te descubrieran?

—Me descubrieron, aunque no hubiera valido la pena retenerme. Tarde o temprano pensaba irme de allí —me rasqué la nuca.

—¿Y de dónde sacaste el boleto de avión?

—¿Boleto de avión?

—Espera, si no viniste así... —sus ojos se abrieron con incredulidad—. No puede ser posible.

—Sí, me vine caminando desde Edmonton hasta acá —asentí—. Fue agotador.

—¿Te sientes bien? ¿Quieres algo de agua? ¿Comida? 

—Estoy bien —«increíblemente bien»—. Nadie me hizo nada durante el camino.

—¿Seguro? La casa está sola. Puedes pasar un rato, comer e irte antes de que lleguen mis padres —ofreció, apartándose para permitirme entrar—. ¿Qué dices?

—Como gustes —salté por la ventana y aterricé en el interior de su habitación— Lindo cuarto, por cierto.

—Gracias —contestó ella, guiándome hacia afuera de este—. Sígueme, prepararé la cena para nosotros.

Su nuevo hogar era pequeño y acogedor. Tenía un suelo de madera pulida, paredes pintadas de blanco inmaculado y algunos sencillos muebles hechos de plástico.

—Sé lo que piensas, y no, el hecho de que viva aquí no significa que haya cambiado mi forma de ser —puso dos tazones sobre el mesón de granito de la cocina y los llenó a tope con cereal de chocolate.

—No había dicho nada —me encogí de hombros.

—Definitivamente, disimular no es lo tuyo —rió la chica, vertiendo leche líquida en los platos—. Como sea, debes tener hambre, así que aprovecha —me acercó mi tazón junto a una cuchara de acero.

Casi de inmediato, vacié su contenido y April me sirvió más. Aun así, no fue hasta después de haber repetido tres veces que mi estómago se calmó por completo.

—Nunca te he visto tan hambriento —se llevó una cucharada a la boca. Apenas iba por la mitad del plato—. ¿Al menos tienes un sitio donde quedarte?

Asentí como respuesta.

—Qué bueno, una preocupación menos —suspiró aliviada.

Una vez que hubimos terminado de cenar, ayudé a April a lavar los tazones, y fuimos de vuelta a su cuarto.

—Sé que no ha pasado mucho desde entonces, pero de verdad extrañaba sentarme a conversar contigo —admitió ella.

Mi mirada se posó en sus labios mientras hablaba, y no pude reprimir el impulso de imaginar cómo se sentiría besarla.

«Es tan hermosa», pensé, recorriendo su cuerpo con la mirada.

—¿Qué tienes? Te noto algo pálido —puso la palma de su mano en mi frente—. Bueno, al menos no estás caliente.

«No de fiebre.»

—Joey, ¿te sientes mal? ¿Quieres dormir una siesta? Puedo prestarte mi cama un rato, al menos antes de que mis padres vuelvan.

—No te preocupes, no es necesario. Descansaré más tarde —evité verla a los ojos.

—¿Estás totalmente seguro? Parece ser algo más.

«Dile, idiota. Han pasado casi dos años, no puedes ocultar lo que sientes para toda la vida.»

—April, hay algo que debo que debo decirte —tragué saliva y tomé sus manos entre las mías.

—¿Qué cosa? —me dedicó una mirada de curiosidad—. ¿En serio no quieres dormir? Te noto muy raro.

—Quizá cuando te haya dicho lo que tenga que decir —respiré hondo—. April, desde hace casi dos años, cuando nos conocimos...

La frase quedó incompleta cuando, de improviso, escuchamos cómo la puerta principal de la casa se abría.

—Mierda, ya deben ser más de las diez —exclamó la chica, girándose hacia la entrada del cuarto—. Será mejor que te vayas por ahora.

—¿Quieres que venga mañana? —pregunté justo antes de saltar el marco de la ventana y caer del lado de las escaleras para incendios.

—Te estaré esperando —se inclinó hacia adelante para besarme la mejilla, y por suerte para mí, antes de que notara que me había sonrojado, se dio media vuelta y aproveché la ocasión para huir.

Bajé las escaleras hasta llegar nuevamente a la calle y me dirigí hacia mi apartamento con paso tranquilo. Aún podía sentir los labios de April en mi piel, y a pesar de todo, era mucho más de lo que esperaba recibir luego de tocar su ventana.

Esa noche apenas dormí recordando sus palabras, ansioso por volver en unas cuantas horas. "Te estaré esperando", la frase que confirmó que el viaje a Nueva York había valido la pena.

Canción: So Cold

Banda: Breaking Benjamin

JoeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora