37-. Recolección de almas

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Tan pronto como cruzamos la puerta, el ambiente se carga de tensión, y sin explicación alguna, los colores pierden parte de su brillo, dándole así un aspecto lúgubre a todo aquello que nos rodea. 

Ahora nos encontramos al inicio de un largo y estrecho pasillo con piso de madera, en el cual apenas caben dos personas puestas hombro a hombro. Algunas antorchas iluminan parcialmente el camino, y omitiendo el crepitar de las llamas, reina un silencio sepulcral. 

—No te preocupes, es lo común —afirma Larissa para tranquilizarme—. El más allá siempre ha sido así. 

—¿Vienes muy a menudo?

—No, trato de evitarlo a toda costa —responde ella, sin dejar de caminar—. Pero esta vez se trata de una emergencia y las demás opciones están agotadas.

Continuamos avanzando con paso rápido durante unos cuantos minutos, pero ante mi percepción, el lugar parece ser infinito. El único motivo para descartar esa idea, es que puedo ver nuestras sombras deslizándose a lo largo de las paredes de piedra.

—¿Qué tan lejos debemos ir? —suspiro—. Es como si apenas nos hubiéramos movido unos tres metros desde que llegamos.

—No lo sé, pero es probable que sea un largo viaje. Tú solo ocúpate de quedarte cerca y no bajes la guardia por ningún motivo.

Cuando ya comienzo a impacientarme y los sentimientos de claustrofobia y ansiedad amenazan con crecer, nos topamos de frente con unas largas escaleras que van de bajada.

—Por acá —indica mi compañera, y juntos iniciamos el descenso.

A medida que vamos dejando atrás el corredor, la luz disminuye, y entonces, más temprano que tarde, nos vemos sumergidos en las tinieblas. 

—¿Por qué te detienes? —reclama Larissa, encendiendo una bola de fuego en la palma de su mano—. Aún nos quedan un montón de peldaños por delante.

—¿Cuántos? —resoplo—. Llevamos un buen rato en esto y seguimos sin ver nada.

—Puedes dejarte caer y averiguarlo, si tienes tanta prisa. O puedes dejar de quejarte y seguir adelante.

Entonces, aquella densa oscuridad es atravesada horizontalmente por un brillante halo de luz que proviene de debajo de nuestros pies. Aliviados por haber encontrado algo que guíe nuestro rumbo, aceleramos el paso, y nos acercamos a ella para investigar su procedencia.

De inmediato, notamos que sale a través de una puerta que conduce a un lugar gigantesco, también hecho de piedra. Sin embargo, a diferencia de aquel pasillo vacío, cientos de personas andan libremente por aquí, con los pies flotando a milímetros del suelo. Algunos de ellos nos miran con curiosidad al darse cuenta de que no pertenecemos a este sitio, mientras que los demás se limitan a ignorarnos.

—¿Cómo encontraremos nuestros objetivos entre tanta gente? —pregunto, girándome en todas las direcciones—. Ni siquiera conozco sus rostros.

—¿Recuerdas los triángulos que dibujamos a lo largo del ritual? —asiento y ella prosigue con la explicación—. Esa marca crea una conexión temporal entre nosotros, lo que hace que se nos acerquen de manera voluntaria, y por lo tanto, facilita muchísimo el trabajo de localizarlos.

—¿Y qué haremos cuando estén todos?

—Regresaremos por donde vinimos, y quienes sean capaces de terminar el recorrido junto a nosotros, recuperarán sus cuerpos físicos. Por supuesto, es muchísimo más fácil decirlo que hacerlo.

—¿Has hecho esto antes? Es decir... Dijiste que has estado aquí en otras ocasiones, pero ¿ya has intentado traer de vuelta a alguien?

—Una sola vez. Hace tres años.

—¿Funcionó? —arqueo una ceja.

—No, mi objetivo fue capturado cuando faltaba poco para llegar —niega con la cabeza—. Solo tienes una oportunidad, si no logras completar el camino de regreso, te quedarás aquí encerrado para siempre.

Mientras hablamos, observo cómo varias siluetas aladas, masculinas y femeninas, vuelan hacia nosotros desde varias direcciones. Cada uno lleva puesta una vestimenta diferente, aunque todos, sin excepción, llevan un triángulo rojo dibujado en el pecho y la frente.

—¿Lo ves? Siempre tengo la razón —Larissa sonríe.

—Fue más fácil de lo que esperaba —me rasco la nuca.

—Te equivocas, lo complicado acaba de empezar.

Apenas termina la frase, unas cuantas criaturas amorfas aparecen a lo largo y ancho de la estancia, intentando atrapar a nuestros objetivos.

—¡Rápido, hay que irnos! —ordena la chica, materializando sus alas y volando hacia el oscuro túnel por el que entramos.

—¡Por allá! —señalo las escaleras para asegurarme de que nadie se pierda.

Acto seguido, las alas se manifiestan en mi espalda y me dedico a seguir de cerca a mi compañera. Muchos más de aquellos seres sin forma se unen a la persecución, y no puedo evitar que un fuerte escalofrío recorra mi columna.

«No dejaré que esos bastardos me atrapen» —digo para mis adentros—. «No estando tan cerca.»

Gracias a que fui el segundo en emprender la retirada, consigo cruzar la zona de las escaleras sin ser alcanzado, y junto a mi compañera, espero la llegada de los demás en el primer pasillo de roca.

—¿Crees que lo consigan? —me giro hacia Larissa.

—Eso espero, si no habremos perdido el viaje.

Por suerte, en cuestión de instantes el sitio se llena con las almas de los Igmis que estábamos recuperando, y a continuación, los guiamos hacia la puerta roja para poder completar la última parte del ritual.

—Solo deben recorrer el cementerio en el plano onírico y volar hasta sus respectivas tumbas —indica mi compañera, agarrándome del brazo—. Tan pronto como lo hagan, recuperarán sus cuerpos.

Ante nuestros ojos, al menos cinco docenas de Volavek surcan los cielos del plano astral para alcanzar sus restos mortales, y de esa forma, volver a la vida.

Canción: Dance with the Devil

Banda: Breaking Benjamin

JoeyWhere stories live. Discover now