La maldición

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Tessrin

Parecía como si sus palabras lo hubiesen sumergido dentro de un mar de confusión.

– ¿Una trampa? Mi padre... – El pobre pelinegro ni si quiera podía articular una oración completa. Tessrin sintió como si alguien le golpeara en el pecho.

Dioses. Lo iba a lastimar tanto y no podía hacer nada al respecto.

Tessrin descubrió su hombro y su brazo derecho. Una larga enredadera de rozas, espinas y hojas cubría desde su codo, hasta su hombro y bajaban a su pecho. Las hojas tenían grandes ojos verdes que parecían observarlos y se movían como si estuvieran avanzando. El muchacho dio dos pasos hacia atrás, no lo había visto antes, porque no había estado allí antes.

– Cuando el sol salga, mi maldición comenzará a actuar. – le dijo con la voz apremiante. – Así que necesita decirte esto rápido.

– Faltan minutos para que el sol salga. – dijo el mientras se acercaba a ella.

Tessrin miró el cielo, ahora con tonalidades mucho más claras. Lo sabía y aun así había esperado paciente hasta que él despertara. Había curado sus heridas y había hecho una fogata para que no sintiera frio. Hasta había tenido tiempo para acabar con su vida, lo había pensado un par de veces al tener la daga de Cal entre sus manos, pero no lo había hecho por puro egoísmo. Porque quería escuchar su nombre y decirlo en voz alta solo una vez, para que él recordara su voz y para que tal vez se diera cuenta de quién era en realidad. Volvió a mirar el cielo, el sol aún no se veía porque estaban dentro de un valle, pero ya estaba a segundos de ellos. Lo sentía en su cuerpo, como la magia antigua se iba acomodando en sus entrañas. Se preguntó si Cal también lo sentía o si el durazno venenoso estaría haciendo su trabajo como sedante. Lo miró a los ojos y vio atreves de ellos como el reborde dorado que había heredado de su madre brillaba intensamente, recordándole que el tiempo se acababa. El sol saldría y el dolor iniciaría.

– Intenté evitarlo cuando supe su plan, intenté evitarlo, pero mi hermano me traicionó y se alió a mi padre. Ellos son más fuertes ahora, más fuertes que tu padre y quieren vengarse.

El tatuaje se estrangulo en su brazo, haciendo que se doblara de dolor y cayera de rodillas. Ellos escuchaban, ellos sabían que ella estaba hablando y querían callarla a la fuerza, pero ella aguantaría el dolor por él. Porque él le había dado una ligera esperanza en esa vida de oscuridad. Él no lo sabía y probablemente jamás lo sabría, pero él le había salvado también, cuando tan solo era un niño y había sido atacado por Los Lenguas de Hierro. Verlo luchar, defender a esos niños mestizos, le había demostrado que no todo el mundo estaba perdido y podrido como la corte de su padre. Le había mostrado, que había gente por la que valía la pena vivir. Y si así lo había hecho, durante años, luchó por las personas buenas de su corte, luchó para que la corte Primavera volviera a ser la corte que todos deseaban.

– ¿Quién es tu padre? – preguntó Cal mientras se arrodillaba y le tomaba del rostro para observarla a los ojos. Su tacto ardió como brazas. Lagrimas gruesas comenzaron a caer por sus mejillas. El dolor la estaba consumiendo. No podría decir su nombre, pero podía decir algo más.

– Tu madre es Feyre Rompe Maldiciones y tu eres su hijo, Cal... – Las espinas del tatuaje se clavaron en su pecho, tocando el tatuaje que lo unía a Caladrial. Cerró los ojos con fuerza y ajusto sus dientes hasta que se quebraron. – Solo recuerda...

El sol salió y los cubrió como un manto dorado y el dolor que ella había sentido hasta ese momento se multiplico, como si le estuvieran volviendo arrancar las alas, una y otra vez.

Cal gritó frente a ella, calló de rodillas y gritó aún más. La maldición ya se había apoderado de ambos.

Caladrial

Había soñado muchas veces con Los Lenguas de Hierro. Muchas de esas veces había despertado con ganas de vomitar, recordando el dolor y la desolación. Esos sueños no era nada comparado a lo que estaba sintiendo en ese momento. Como si su piel se desgarrara desde el hueso, como si hubiese ácido en las venas de su brazo y pecho, estaba muriendo de dolor.

Quizás fue el grito, tan fuerte que retumbo las montañas o quizás existía un lazo con sus padres que él simplemente desconocía. Cal no lo sabía, pero a pesar del dolor, sintió a sus padres allí. Escuchó la voz de su madre atreves de sus gritos, desesperada por ayudarlo, pero el simplemente no podía parar de gritar, no podía.

– Es la luz. – dijo la voz ronca de su padre despues de unos segundos. La oscuridad de su padre los cubrió por completo y al fin Cal sintió que podía respirar. Tomó una gran bocanada de aire y abrió los ojos. Su madre le dio de beber su sangre, unas cuantas gotas para que él se sintiera mejor y pudiera articular palabras.

Vio a Tessrin, inconsciente a unos metros de ellos. ¿Su padre habría entrado a su mente?

– ¿Qué paso? – preguntó su madre mientras lo ayudaba a recostarse. Cal estuvo a punto de bajar sus escudos mentales para que sus padres lo vieran todo, pero en ese momento se quedó mudo al ver como el cuerpo de Tessrin se levantaba de una manera extraña, como si fuese una marioneta. Abrió sus ojos, dorados como el mismo oro.

La sangre se le heló y su padre lo supo. Se puso en guardia, protegiéndolos a ambos.

– Te destruiré, destruiré tu corte, y todo lo que consideras amado. – Habló y Cal sintió como sus dos padres se tensaban. – La Corte Primavera recuerda, mi padre recuerda Feyre Archeron y ha llegado el momento de que pagues muy caro. 

Quiso decir algo, quiso preguntar qué es lo que estaba ocurriendo, pero el dolor volvió como una oleada y la oscuridad de la inconsciencia lo consumió

Una Corte de Venganza y Amor - Parte IWhere stories live. Discover now