Compañeros

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Lo se desde que te vi intentando proteger a tus amigos. Me golpeó como un balde de agua hirviente en cada uno de mis nervios descubiertos. Me dejo sin aire y supe quien eras. La Madre te había elegido para mi, me unió a ti de todas las maneras posibles y aun así supe que no podrías ser mío. Hice lo que pude para mantenerte con vida y mientras lo hice, nos puse esas runas gemelas. Yo no podría decir que eras mi compañero y tu tampoco te darías cuenta de eso, así estarías seguro.

Quiso decir todo eso, pero la maldición se lo impidió y amenazó con hacerle daño. Tomó aire mientras observaba a Cal, sus facciones perfectas, su cabellera oscura y ese aroma tan peculiar.

– Desde que te vi. – fue lo único que pudo decir sin que la enredadera doliera.

Cal se desmoronó al costado de Tessrin y por primera vez la muchacha sintió que su cercanía quemaba. Trató de mantener una buena distancia en ese pedazo de cama, pero el espacio era reducido y terminó estando a solo medio metro de él. Lo miró en silencio, esperando que dijera algo, pero lo único que se limitó a hacer fue quedarse allí, con las manos sosteniendo su cabeza.

Di algo. Quiso gritarle, pero prefirió que sus dientes mordieran sus labios, impidiendo que cualquier barbaridad saliera de esos labios a causa de la maldición.

– ¿Por qué no lo siento? – preguntó y como Tessrin no le podía decir la verdad, tan solo tocó su pecho, a la altura de la runa de daga que ella había dejado. Cal se quedo sorprendido por el toque, pero no dijo nada.

La sensación de no ser aceptada comenzó a hacerse más fuerte en su pecho. – Maldito Ezra. – Pensó y recordó el ultimo día junto a él, sus ultimas palabras:

El jamás se enamorara de ti si tan solo ve el monstruo que eres.

Había tardado en entender a que se refería, hasta que de su boca solo salieron palabras horribles y su cuerpo comenzó a tomar actitudes altaneras. Eso era lo que la maldición hacia, sacar lo peor de ella, el monstruo bajo Tessrin.

Ezra lo había conseguido, hacer que su propio compañero la terminara detestando.

Se alejo de Cal, sintiéndose tonta por la actitud, pero él no se lo permitió. Apresó su muñeca con una mano. Estaban tan cerca, tanto que sentía su aroma a hierbas y frío y bosque y glaciares, todo en un solo aliento y al mismo tiempo.

Si lo hacia, si tan solo él acortaba el espacio entre ambos y la besaba, la maldición se acabaría. Regresarían.

– Te toco. – Habló con tranquilidad mientras observaba su mano con cautela y luego la miraba a ella, como si fuese una extraña criatura a la que recien veia. – Pero no siento lo que sentí cuando mis labios...

Su rostro se puso rojo, la soltó subitamente y el silencio se apodero de la estancia.

– ¿Quien es Leia? – preguntó despues de un rato, con un extraño tinte de vergüenza en la voz.

Tessrin se tapo la boca con ambas manos. No podía ser, no podía haberlo dicho.

No no no.

– Tranquila, no dijiste donde esta. No dijiste nada de eso Tessrin. – Hablo Cal tranquilizándola, pero eso no era suficiente. – Entiendo, entiendo que tenemos que salir de aquí por ella. Solo quiero saber quien es.

– Mi hermana.

Tessrin estaba segura que se lo había contando antes, que su madre había dado la vida por su ultima hija. Lo que no sabia es que Leia era importante para Ianthe y para Ezra y que la querían para sus propios planes. Lo que no sabia es que ella tenia una runa en la planta de su pie, que le impedía decir o mostrar donde estaba escondida su hermana, a menos que ella quisiera hacerlo.

Cal asintió con la cabeza y se paró de la cama.

– Ha pasado mucho tiempo. – le dijo con neutralidad.

– ¿Cómo lo sabes? – preguntó Tessrin.

– El muro, ya casi ni se ve por las espinas.

Tessrin abrió los ojos como platos. Eso quería decir que el tiempo se acababa. Que las pesadillas estaban por acabar, y con ellas posiblemente su vida. La respiración de Tessrin comenzó a entrecortarse, necesitaba curar sus heridas pronto, necesitaba hacerlo rápido para tener más fuerza para su ultima pesadilla.

– ¿Qué sucede? – preguntó Cal.

– ¿Recuerdas donde me encontraste? – preguntó ella y fue hacia la ventana del cuarto. Señaló hacia afuera, un bosque de jóvenes duraznos se alzaban al frente.

– Mierda.

Tessrin se dio cuenta que Cal había entendido. Que supo también como ella, que no sobreviviría a ese recuerdo. Que sin su magia ella no podría sanar.

– Dime, dime por favor que tengo que hacer para que salgamos  de aquí– hablo angustiado.

Ella se tocó los labios instintivamente pero no pudo decir nada. Cal maldijo con impotencia y se froto el rostro con ambas manos. Miró por la ventana y luego miró a Tessrin con tristeza.

– Lo siento. – dijo al fin.

Tessrin tan solo se limito a asentir con la cabeza y tomar su mano entre la suya.

– Yo también.  

Una Corte de Venganza y Amor - Parte ITempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang