El sueño

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Tessrin había planeado su huida muchas veces, tantas que ni si quiera podía recordarlas todas, sin embargo todo había salido mal. Ese golpe, ese maldito y horroroso golpe había marcado su alma en un segundo y en ese instante había tomado la decisión de irse, sin importarle las consecuencias o el plan que había formulado por tantos meses, sin importarle absolutamente nada, simplemente quiso salir de allí. Ese hombre, al que había amado tanto por ser su padre y a quien había admirado por ser un alto Lord poderoso ya no estaba, definitivamente ya no.

Se tamizó en medio del bosque prohibido, sabia que Ianthe y sus soldados tardarían en buscarlas allí y cuando siguieran su rastro, ellas ya estarían muy lejos. Intentó caminar, pero el pequeño brazo de su hermana, firme a sus faldas se lo impidió. Tessrin giró y miró a Leia con preocupación, aun seguía con la mano sobre la mejilla.

– Déjame ver. – Le susurró Tessrin mientras se arrodillaba frente a ella. Había visto el momento preciso en el que Ianthe le había levantando la mano, pero había sido tan rápida que no había podido evitarlo.

Su mejilla aun estaba morada y su ojo inyectado en sangre. La preocupación creció en el pecho de Tessrin al darse cuenta que su hermana había preferido no curarse con magia.

– ¿Quieres que lo cure? – preguntó Tesrrin con la voz tranquila. Laia asintió. La curó en un parpadeo y deseó con todas sus fuerzas que las heridas de su alma también se curaran así de rápido, aun que sabia muy bien que esas heridas quedarían para siempre.

– Quería que matara, quería que lo hiciera. – susurró Laia. El cuerpo de Tessrin se crispo.

Ella comenzó a asesinar a los 11 años. Su primera misión fue terminar con la vida de un hada menor que no había pagado el diezmo. Era algo común asesinar a hadas menores o criaturas que no quisieran pagar, tanto que ella creía que era correcto. Tanto que al acabar con esa vida no sintió remordimiento y ni si quiera cuestionó la decisión. Pero Laia era diferente, Laia siempre había cuestionado eso, como si el alma y bondad de su madre se hubiesen impregnado en el alma de Laia al nacer.

– Lo siento monito. - le susurró mientras le sacaba los mechones dorados del rostro. – No voy a dejar que hagas eso, no a menos que sea una decisión tuya. – Le prometió. La pequeña niña la abrazo por un segundo y luego asintió con la cabeza. Estaba lista para continuar, tomó su mano y se dejó llevar.

Aun que ambas sabían que el bosque prohibido era una de las zonas más peligrosas de toda la corte, en ese momento el bosque se veía acogedor.

Llegaron hasta una pared de piedra alta, llena de huecos, como una especie de colmena rígida. Entraron a una de las cuevas y hermosos ónix incrustados les dieron la bienvenida como una noche estrellada. Brillantes y negras, parecían el mismo infierno, con una paz etérea, era hermoso pero a medida que te adentrabas la sensación de ser devorado iba creciendo dentro de ti. Entraron hasta que la cueva se hizo pequeña y Tessrin tuvo que agacharse y luego arrodillarse.

– Sigue monito. Estamos cerca. – le alentó.

El eco en las paredes hacia la voz de Tessrin rasposa o tal vez era el hecho de que aguantaba las lagrimas con todas sus fuerzas. No quería resquebrajarse frente a su hermana, no quería hacerlo, pero realmente sentía como las fuerzas se le iban yendo. Sabia que su huida seria el paso definitivo para iniciar la rebelión, el inicio de la caída de Ianthe y su padre, pero jamás había creído que se sentiría tan vacía con esa decisión. Quizás porque su hermano no las había seguido o por que su padre había marcado su rostro y alma para siempre o por que quizás, acababa de caer en la cuenta que ya no habia vuelta atrás.

Una Corte de Venganza y Amor - Parte ITempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang