La última pesadilla

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Regresó a buscar a Ezra tres días después de escapar. Debió de darse cuenta de que algo olía a podrido cuando lo encontró tan rápido y sin soldados a su alrededor. Pero no lo hizo, porque quería creer desesperadamente que él la ayudaría, que no estaría sola en la rebelión y sobre todo que no tendría que matar a su propio hermano para ocupar su lugar como heredera de la Corte. Que tonta había sido al pensar que Ezra la apoyaría. Le hizo creer que ella tenia razón, que él compartía su opinión, que estaba dispuesto a librar a la Corte Primavera de Ianthe. Le brindó su apoyó y hasta le dio estrategias que mejorarían el ataque a la mansión. Se mezcló tan bien entre las hadas menores y jóvenes fae, que toda la semana previa a la rebelión los soldados de Tessrin comenzaron a verlo como un potencial líder, como su siguiente Gran Lord. Estuvo al lado de Azire, como si hubiese estado enamorado de ella todo ese tiempo y hasta se le vio feliz a pesar de no saber donde estaba Laia.

Pero el era un gran mentiroso y había actuado bien su papel.

Tessrin abrió las puertas de la mansión y salió hacia el bosque prohibido. Se paró frente a unos manzanos, allí, donde había empezado todo y solo esperó unos segundos. Pronto, como si la pesadilla hubiese despertado con su presencia, el cielo se hizo oscuro y formas fae comenzaron a materializarse en medio del bosque. Tessrin pudo verse allí. Con su traje de guerra negro y sus alas desplegadas. Su hermano era el otro lado de la misma moneda, a excepción de las alas. Si, tenia el don de transformación que su padre les había heredado, pero solo podía convertirse en un león.

Tessrin sintió ganas de vomitar, al ver a todos sus hombres allí. Ninguno estaba con vida en el mundo real, ninguno había regresado a casa, ni había tenido un entierro digno de su grandeza. Vio a su amiga Azire, con la mirada firma a pesar del miedo, ella seria la primera en entrar, pero no la primera en morir.

– ¿Estás lista? – le pregunto a Azire.

La mujer asintió con la cabeza. Diez días antes había mandado a Laia muy lejos y Tessrin (tal vez por una corazonada o porque siempre había desconfiado de su amiga) la marcó con una runa de silencio.

Esa marca fue su condena. Jamás pudo decir donde se encontraba Laia, a pesar de toda la tortura que recibió.

– Si, entraré y abriré el portal para ustedes. Estarán en el comedor en un parpadeo. – les habló. Miró a Ezra por unos segundos y el muchacho le dio un beso rápido en la majilla.

– Todo estará bien. – le susurró. Azire asintió con la cabeza y desapareció de allí.

Apenas Azire desapareció, Ezra se acercó a Tessrin.

– Si algo sale mal, necesito que te tamices, vayas donde Laia y te la lleves. – habló con firmeza, como el hermano mayor que era.

– Esta muy lejos, no podre ir tamizándome. – dijo secamente mientras seguía mirando la mansión. Su mente estaba en Azire, tan pendiente de ella que no logró ver el rostro de descontento en Ezra cuando le tomó el brazo y la obligó a voltear.

– ¿Qué pasa si mueres? – Preguntó abruptamente. – ¿Qué pasará con Laia, ¿Cómo la encontraré? – Tessrin en ese momento pensó que su hermano tenia miedo, que estaba a punto de entrar en crisis y que la única forma de sacar todos esos sentimientos era peleando con ella, ya lo había hecho en el pasado, cuando descargaba toda su frustración sobre ella y le gritaba o iniciaba una pelea. Jamás vio su verdadero rostro.

– Cal – dijo con calma mientras le agarraba el rostro con ambas manos y miraba sus ojos dorados. – Esto será sencillo, tu mismo lo dijiste, así que tranquilo. Iremos juntos cuando todo esto acabe.

Una Corte de Venganza y Amor - Parte IWhere stories live. Discover now