La daga

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Tessrin salía y entraba de la inconciencia erráticamente. Cuando despertaba hablaba de su madre, sin esperar comentarios o respuestas, solo hablaba de ella. Cal se dio cuenta que en ese estado tan sensible y casi inconsciente, Tessrin no tenia ninguna atadura. Que de alguna manera, la maldición tenia allí un vacío y le permitía decir todo lo que quisiera sin tapujos ni dolor por parte de la enredadera.

Tessrin le habló sobre lo felices que habían sido esos años con su madre, sobre lo apasionada que era con las plantas y la medicina. Su madre le había enseñado a curar, por eso había logrado salvar a Cal y también le había enseñado el arte de las runas, allí el hecho de que él tenia una runa de daga en el pecho que le aportaba protección.

La veía tan vulnerable en ese estado, pero a la vez, era la primera vez que realmente sentía que comenzaba a conocer a la verdadera Tessrin. Se dio cuenta con algo de sorpresa de que era amable. Y que de alguna manera debía de ser la maldición la que hacia que fuera fría y distante. O quizás, simplemente ella sentía desagrado por él, despues de todo lo que habían pasado sus padres, no hubiese sido una sorpresa.

– Tenemos que salir. – susurró. – tenemos que ir y salvar a Laia. Ianthe la matará si la encuentra.

El cuerpo se le crispó. Ahora entendía por qué la maldición le permitía decir esas cosas. La enredadera que tenían en el brazo, con esos horribles ojos que parecían verlo y escucharlo todo, conectaba con alguien que queria saber donde estaba Laia. Haya Pero quien era Leia?

– Tessrin. – Les susurro y le toco el rostro con dulzura. – Tess no digas nada, no digas nada. – Le susurraba una y otra vez mientras le quitaba los cabellos de encima. Se puso más cerca a su oído y sus labios rosaron sin querer su piel. Una ráfaga eléctrica recorrió todo su cuerpo.

– Por el caldero. – habló mientras se incorporaba rápidamente y se pegaba a la pared. Tessrin sintió lo mismo. Abrió sus ojos sobresaltada, ahora consciente de todo lo que le rodeaba.

– ¿Pero que carajos? – Preguntó mientras se recostaba súbitamente en la cama y mantenía toda distancia con Cal. El muchacho se puso rojo.

Esa sensación.

– No te muevas mucho, abrirás de nuevo las heridas. – dijo con neutralidad. Instintivamente Tessrin se quedo quieta y posó suavemente una mano sobre su espalda.

Estaba descubierta. Observó en cámara lenta sus pechos descubiertos. Cal básicamente había desgarrado el vestido para poder curar las heridas de su espalda.

Tessrin abrió los ojos como platos y Cal se quedo petrificado.

Mientras le curaba y durante todo el proceso de sanación jamás había visto sus pechos o la runa que ella también llevaba encima de uno de sus senos. Una runa en forma de daga, idéntica a la de él. Tampoco se había dado cuenta cuan bonitos eran sus pechos y lo redondos y....

Sintió un golpe en la cabeza que lo hizo reaccionar.

– Maldito sin vergüenza. – gruñó con rabia y se tapo con las sabanas. Le había lanzado uno de los frascos de medicina.

El rostro de Cal se volvió completamente rojo y lo único que pudo hacer fue girar avergonzado.

– Lo siento. – dijo tartamudeando.

– ¡si! claro que lo deberías de sentir. Sucio. – le gruñó. Cal se mordió el labio interior para no reír. En ese momento Tessrin era una niña – No te quedes allí, pásame algo de ese armario. – exigió con indignación.

Cal abrió rápido el armario. En todo el tiempo que había estado allí jamás lo había abierto, descubrió con algo de sorpresa que habían camisas blancas de gran tamaño. Así que ese había sido el cuarto de un criado masculino.

– Solo hay...

– Pásame lo que sea Caladrial. – le hablo con un tono menos severo, pero con la usual frialdad.

Se la paso sin ver y con la cautela de no tocarla, con el temor de sentir nuevamente aquella extraña sensación. No entendía como antes no la había sentido, pero de todas maneras, no quería arriesgarse otra vez.

– Voy a salir a caminar. – habló después de un rato. Vio la mirada de Tessrin, un brillo en sus ojos. – Y luego regresaré – aclaró. – Ya no voy a desaparecer otra vez Tessrin. – Se lo informó y luego sin decir nada más salió de allí.

Tenia que pensar y para pensar tenia que alejarse de ella. Al salir de la casa y olvidar los pechos de Tessrin, su preocupación volvió, mas fuerte que antes.

¿Acaso era posible que ella se hubiese dado cuenta de lo que él había sentido?. Oh dioses ¿y si ella lo había sabido todo ese tiempo?

¿Cómo no se había dado cuenta primero? Se suponía que los machos fae lo sentían primero.

Corrió hacia los muros de espinos. Allí donde había escuchado a su madre por ultima vez. Quería regresar. Lo quería tanto.

Tardó en llegar y se dio cuenta que la muralla estaba con muchas más espinas que la ultima vez que había visto ese lugar, tan grandes que ya ni si quiera podía ver el muro de piedra frente a él. Las enredaderas trepaban hasta muy alto, tanto que ya no lograba ver la piedra del final del muro. 

¿Cuanto tiempo habían estado allí?

– ¡MAMÁ! – Gritó con toda las fuerzas que pudo, nadie hizo caso. Ya no había nadie allí afuera. ¿Se abrían cansado de esperarlos?

Estaba confundido y molesto. Quería hablar con ellos, sus padres sabrían que hacer. Ezra había sido cruel con esa maldición. Mostrarle los horribles acontecimientos del pasado, el porque la rabia entre sus familias era tan grande, para luego darle una cachetada con...

Dioses ni si quiera podía decirlo. Ni si quiera podía decir lo que Tessrin era para él.

Se quedó allí, caminando de un lado a otro como si fuese un animal enjaulado, intentando entender, por qué rayos no se había dado cuenta. Por que jamás lo sabia sentido.

El pecho le ardió en una respuesta silenciosa.

Se descubrió la camisa y vio la runa en forma de daga. La marca que le había dejado Tessrin. Entre sus delirios había dado a entender que era para protegerlo. ¿y si era algo más?

Caminó de regreso, dispuesto a hablar con ella sin tapujos y aun que seguía confundido, algo en ese muro lleno de rosas y espinas le indicó que el tiempo se les quedaba corto.

Maldito el día en que había decidido meterse a ese cuarto solo para dormir y esconderse, en vez de luchar por salir.

Al entrar a su habitación se dio cuenta con agradable sorpresa de que Tessrin seguía allí.

– Tessrin. – le hablo sin mas– ¿Cual es el nombre de la runa que tienes en el pecho? – la muchacha se vio algo confundida, luego tomó aire y sin expresión alguna contesto.

– "Ezimbi ukuvi". – Cal frunció el ceño, al no reconocer el idioma. – la que oculta. – le dijo ella. El corazón de Cal se agitó, pero prefirió mantenerse en silencio por un instante.

– Es por eso que no les pudiste decir ¿verdad? Aun que te torturaron tu no pudiste decirles. – habló él, era una afirmación que ella confirmó con el brillo de sus ojos.

– ¿Decir qué, Cal? – preguntó con frialdad. Cal se sentó a los pies de la cama.

– Que eres mi compañera. – hablo al fin.

Una Corte de Venganza y Amor - Parte IWhere stories live. Discover now