El muro

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Era como si estuviese bajo un manto de grasa, se sentía pesado y movía sus extremidades con dificultad. Miró a su alrededor, la primera cosa que Cal pudo ver fue un muro alto, tan alto que no llegaba a ver el final. Volteó para ver todo su panorama. Llanuras y llanuras estériles, acompañadas de un cielo mortecino de colores: morado, naranja y gris.

¿Dónde diablos estaba?

– ¿Hay alguna respuesta de Tamlin? – La pregunta de su madre retumbó dentro de ese extraño lugar. Era una voz ronca, como si hubiese estado gritando y llorando durante horas. Escuchó los suspiros de resignación de otras personas y supo que no estaba solo, pero también entendió que no, no había habido respuesta. – ¿Qué vamos a hacer si no sabemos de qué se trata la maldición? ¿Si lo único que sabemos es que la luz del sol y las estrellas lo quema? – preguntó nuevamente y esta vez sollozó.

El miedo comenzó a apoderarse de Cal. No, eso no era posible. No.

– He estado revisando su mente durante horas, está bloqueada. – Habló su padre a nadie en particular. – Como si tuviera una especie de barrera mentar muy grande y antigua. – Continuó Rhys con la voz fría y cansada. – No puedo ver más allá de ese muro inquebrantable, sin embargo, la chica fue lista. Dejó pistas, pistas aquí y allá sobre quién es.

Cal miró al muro y se acercó con lentitud. Lo tocó y como si este estuviera vivo se estremeció con el contacto y una barrera de rosas y espinas comenzaron a crecer frente a él.

– Ha pasado algo. – hablo con voz apremiante su padre.

Si, fui yo. ¡Fui yo!

– ¿Tessrin? – preguntó su madre, obviando que Cal estaba gritando.

No, no, no. No soy Tessrin, soy Cal.

Se hizo un largo silencio, pero nada ocurrió. Las murallas de rosas se redujeron nuevamente, pero estaban allí, listas para atacar.

¡Madre!

Nada, nadie lo escuchaba. Se quedaría allí para siempre. Estaría condenado a vivir en ese lugar tan oscuro. Tocó nuevamente el muro y las rosas salieron a defenderlo, esta vez no se movió. Las espinas se incrustaron en su piel. El dolor lo tomó desprevenido, gritó sin poderlo evitar.

– Tessrin. – volvió a decir su madre.

¿Quién malditamente es Tessrin? Soy yo Cal, mamá soy Cal.

– Deja de gritar. No te escuchan, ni te escucharan. – habló con frialdad la muchacha que estaba detrás de él.

Cal giró y vio a la persona que ahora estaba frente a él. Vestía una larga túnica blanca que tapaba todo su cuerpo con delicadeza. Tan solo tenía un cinturón que resaltaba sus curvas, pero lo demás caía suelto hasta sus pies. Su cabellera caía en hondas por sus hombros y encima de su cabeza una pequeña tiara brillaba. – Uno, Tesrrin soy yo. Dos, no te curé las manos para que hicieras eso. – dijo señalando con desdén sus manos ensangrentadas. – Tres, todo lo que hagas aquí te dañará allí. – dijo señalando el cielo. El cuerpo de Cal se estremeció al entender a lo que se refería. – cuatro, aquí no tienes magia ni alas. – El cuerpo se le paralizó. Esa sensación aceitosa, era eso, la capa que impedía que su magia saliera.

– ¿Qué me hiciste? ¿Dónde estoy? – preguntó.

– En mi cabeza obviamente. – habló con desdén mientras se sentaba en una roca grande y doblaba sus piernas.

– No se cómo funciona esta maldición. O tal vez lo sé, pero no puedo decirlo o no quiero decirlo. – Dijo ella con tranquilidad y una sonrisa maliciosa salió de sus labios. – Lo único que puedo decir es que nos ha conectado, a ti por venganza a tus padres y a mí por mi insubordinación.

– ¿Mis padres? ¿Qué tienen que ver con esto? – preguntó confuso. – Mis padres siempre han sido buenos...

Lanzó una carcajada cargada de malicia.

– Pobre y estúpido Caladrial. No sabes nada. Tus padres hicieron algo. Algo que cambio la historia, que inicio una guerra y que terminó iniciando la locura de mi padre. Tu deber es descubrir que fue.

– Mientes.

– ¿Por qué lo haría?

– Porque es tu padre.

La joven se encogió de hombros. Un movimiento casi actuado.

– Claro, podría mentir, pero recuerda que él no hizo nada cuando mi hermano arrancó mis alas por castigo. Recuerda que él me condenó a este horrible lugar y me entrelazó contigo. – Las últimas palabras salieron con asco de sus labios.

Cal trató de ocultar su rostro de sorpresa, pero no pudo hacerlo. ¿Dónde estaba la chica buena del valle? La muchacha le mostro los dientes en respuesta.

– Cuando te dije que debiste dejarme morir, créeme Caladrial. No fue mentira. 

Una Corte de Venganza y Amor - Parte IWhere stories live. Discover now