El castigo

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Entender la magnitud del asunto. El odio de sus padres los había marcado a ambos. Cal busco una pequeña habitación donde quedarse y allí estuvo durante días, echado en una cama simple, viendo como las paredes cambiaban a medida que la mansión recordaba memorias dolorosas. No quiso volver a ver, porque lo que había visto había sido demasiado. Su padre, el valeroso y sarcástico Rhys había matado a la familia de Tamlin. El dolor le carcomía los huesos, le hacía sentir vacío porque en ese momento sentía que no conocía a su padre.

Durante todos esos días no vio a Tessrin, pero si la sintió. De vez en cuando el vínculo de la maldición se tensaba entre ellos, un poco de dolor y luego silencio. Era una forma de mantenerlo consciente. "Aún sigues atrapado aquí idiota" se imaginaba decir a Tessrin.

Uno de esos días, noches o tardes (en ese mundo no se sabía) algo extraño ocurrió. Cal sintió el vínculo con fuerza y luego un ardor en la columna que hizo que se incorporara de golpe, segundos después escuchó el grito desgarrador de Tessrin. No pudo evitarlo, salió disparado de allí. Corrió por la planta baja hasta llegar a las grandes puertas de la casa, estaban abiertas de par en par. Salió, guiándose por el dolor más intenso. Y la vio. Frente a las caballerizas, amarrada en un poste, sollozando con rabia, gritando, intentando desatarse de sus amarres. Por un instante le recordó a un animal salvaje, atrapado antes de morir.

Su primera reacción fue correr, tratar de ayudarla, pero esa chica era parte de un recuerdo. Era Tessrin pero más pequeña. Era la Tessrin que había visto por primera vez. Con la misma ropa oscura, con los mismos ojos brillantes y jóvenes, pero a la vez tan asustados.

– ¿Qué está pasando? –Preguntó en voz alta– ¿Dondé estás, Tessrin donde estás? – Preguntó con verdadero miedo.

Aquí dijo con voz trémula. Cal la vio sentada de rodillas al costado de unos árboles. Seguía con el mismo vestido blanco, pero su rostro ya no irradiaba frialdad. Solo se veía miedo en sus ojos, tan igual como en los de esa niña.

Va ser mejor que te vayas, esto no va a gustarte. – Dijo Tessrin y Cal supo, supo en sus entrañas que ella quería que el se quedara, que era la maldición la que estaba hablando por ella. Así que se quedo, se sentó a su costado y espero paciente.

– He sentido una sensación extraña en mi espalda. –Tessrin no dijo nada, simplemente le mostró su espalda. Allí, donde habían estado sus alas había una herida abierta y sangrante. Era superficial, hecha con algo sin mucha punta, pero lo suficientemente grande como para que cal la sintiera. Cal se quedó en silencio, realmente no supo que decir. En sus limitaciones Tessrin lo había llamado con desesperación, haciéndose daño.

– Por la Madre, Tessrin no vuelvas a hacer eso. – dijo al fin. La muchacha se encogió de hombros.

– No vuelvas a desaparecer – se limitó a decir mientras miraba al frente. Cal hizo lo mismo y se dio cuenta que todo estaba por iniciar.

Tenía un mal presentimiento, pero realmente no entendía la escena. ¿Por que una niña estaba amarrada a un poste de castigos? ¿Qué había hecho para merecer tremendo horror?

Apareció una mujer alta y rubia, hermosa a los ojos de cualquier hombre, con un tatuaje de los ciclos de la luna en la frente y unos ojos azules como el cielo. Algo en su mirada y su belleza etérea, hizo que Cal recordara a la víbora más bonita que había visto. Hermosa pero letal.

– Ella es Ianthe.- habló Tessrin, su voz parca estaba cargada de resentimiento.– En ese entonces era la mano derecha de mi padre, básicamente nuestra institutriz. Ahora es la perra de mi hermano.

Una Corte de Venganza y Amor - Parte IOnde histórias criam vida. Descubra agora