Capítulo 8

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Amy

Caminaba con lentitud por los pasillos, sentía todo tan ajeno a mí, como si estos cinco años que estuve viviendo una vida normal sólo hubieran sido parte de un largo sueño. Recordaba los pasillos perfectamente y, sin embargo, al caminar por ellos miraba todo a mi alrededor, como si fuera un lugar completamente desconocido.

Se suponía que me dirigía a mi clase de Estadística, se suponía que estaba a un año de culminar con mis estudios universitarios, se suponía que tenía uno de los mejores promedios de mi generación, si mi vida era tan normal como cualquier otra, si esto era lo que había anhelado desde un principio, entonces; ¿Por qué demonios me sentía tan indiferente a todo? ¿Por qué diablos sentía que esta vida no me pertenecía? ¿Por qué quería salir corriendo inmediatamente de aquel lugar? ¿Por qué sentía la necesidad de regresar al Castillo de las Estaciones? ¿Por qué?

Un pequeño dolor empezó a hacerse presente en mi cabeza, entonces recordé las palabras de Anabella:

«—No deben de forzar sus mentes para nada, ni siquiera deben de agobiarse con problemas de sus vidas cotidianas, recuerden que los recuerdos de cien años han vuelto en tan solo un día, sus mentes todavía están saturadas y un poco débiles  —la pelirroja sacó de su bolso cuatro pequeños frascos que contenían varías cápsulas en su interior y nos dio un frasco a cada una—. Son cápsulas hechas con plantas curativas que yo misma cultivo, tienen diversas propiedades así que las pueden consumir en cualquier momento que se sientan mal o sean heridas de alguna forma. »

Saqué el frasco de mi bolso e introduje una de las cápsulas en el interior de mi boca, casi al instante el dolor punzante desapareció.

—¡Amor! —escuché aquella voz y mi cuerpo se tensó, no fui capaz de dar un paso más, ni siquiera fui capaz de respirar con normalidad, estaba más que segura que estaba entrando en un ataque de nerviosismo.

Sentí los fuertes brazos de alguien rodearme de la cintura, seguido del contacto de unos labios con la piel descubierta de mi cuello. Olí perfectamente su perfume, era reconocible para mí en cualquier lugar.

Lentamente me separé de él y me giré para quedar de frente, aquellos ojos azulados me veían con completa alegría, una sonrisa estaba plantada en sus rosados labios y sus cabellos dorados estaban desordenados como siempre.

Damian —casi podía sentir un sabor amargo al pronunciar aquel nombre, el hombre frente a mí me sonrió aun más, me volvió a tomar de la cintura para poder pegarme a su cuerpo y así juntar sus labios con los míos.

Asco fue lo único que sentí con tal acto, unas inmensas y enfermizas ganas de vomitar se apoderaron de todo mi ser al sentir el contacto de sus labios con los míos. Quería alejarme de él lo antes posible, quería golpearlo, decirle que jamás me volviese a tocar y sin embargo, no pude hacer nada de lo que mi mente y mi corazón me gritaban que hiciera.

El contacto duró muy poco, a decir verdad, pero eso no evitaba que me sintiera sucia por haber permitido que ocurriese.

—¿En dónde has estado todos estos días? —a pesar de que en sus ojos había una mirada preocupada, sabía que en verdad lo único que quería era averiguar si lo había engañado o no—. Espero que te hayas portado bien en donde quiera que hayas estado —su agarre en mi cintura se intensificó un poco más, hasta incluso ser doloroso.

Una de mis manos se posó sobre su brazo que me estaba lastimando y con la ayuda de mis uñas logré que me soltara, de inmediato puse una distancia considerable, ahora que mis recuerdos habían vuelto, ahora que sabía que podía ayudar a su hija sin tener que estar soportándolo, no estaba dispuesta a que me volviese a tratar mal.

*PAUSADA* Las cuatro estaciones: Tiempo (Bilogía #CuatroEstaciones)Where stories live. Discover now