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Resulta que lo único que Harry necesitaba era una mujer. Al menos, eso era lo que le parecía.

Por supuesto, conseguirla había sido tan difícil como capturar una anguila, pero una vez que lo hizo, apreciaba sus maravillosas propiedades. Y lo decía con toda la doble intención del mundo.
Emmaline Neal le gustaba de verdad.

Era divertida, inteligente, increíble en la cama. Su perro era precioso.
Era agradable no estar solo. El sábado fueron a hacer esquí de fondo después del partido de hockey. El aire era frío y duro, el cielo brillante, el día era perfecto. Sargento se acercó a ellos galopando a través de la nieve y trató de alcanzar los guantes que acababa de sacarse. Cuando regresaron a su casa, Harry fue a la bodega a por una botella de vino.

Entonces se dio cuenta.

Aquello era lo que se suponía que debía ser un hogar. Mientras estuvo casado, la casa era abrumadora con todos aquellos cojines, carteles y nubes de perfume. Y estando solo era un lugar estéril, solitario, más parecido a una imagen de revista de decoración que a un lugar donde vivía la gente.

Pero ahora la casa era perfecta. Em había llevado un libro de bolsillo, que estaba sobre la mesita de café, y un cómic para él... Le había confesado la pasión que sentía hacia Superman en su adolescencia y le había encontrado un ejemplar antiguo en Presque Antiques. La mochila de Em estaba en una silla de la cocina, y Sargento se había tumbado de espaldas, tratando de atraer a Lázaro. Había una taza de café sobre la mesa y la cazadora de Em colgaba en la parte de atrás de la puerta.

Estaba tumbada en el sofá, no tratando de parecer atractiva como siempre hacía Hadley, sino relajándose. O quizá durmiendo, dado su aspecto.

—¿Qué pasa? Estoy cansada. Me has agotado —dijo ella, sin abrir los ojos—. Y no estoy hablando solo de esquiar. Anoche dormí como un muerto.

La imagen de Josh Deiner, frío y sin vida en el embarcadero, inundó su mente. Emmaline se incorporó.

—Mierda. Lo siento. He elegido mal las palabras.

—No te preocupes.

Ella jugueteó con el cómic antes de mirarlo.

—¿Has pasado hoy por el hospital?

Lo había hecho. Lo hacía todos los días por alguna razón estúpida que no entendía. —¿Tienes hambre?

—¿Cómo está Josh?

—No lo sé, Em. No me dejan verlo. ¿Tienes hambre o no?

Ella no le respondió, pero se puso de pie y le agarró la mano.

—Sabes que tienes que enfrentarte a eso, ¿verdad? —le preguntó con cariño.
Él le apretó los dedos.

—Mira. Salvé a tres niños. Casi a cuatro. Eso es bueno. No me conviertas en una víctima, Emmaline. Me pareció que eran tus padres los que lo psicoanalizaban todo, no tú. Ahora dime, ¿quieres cenar o no?

Su voz sonó dura.

—Claro —respondió ella—. ¿Por qué no cocino yo? —Y se dirigió hacia la cocina. Harry vio que le entraba un mensaje de Faith en el móvil.

Em está ahí? No lo estropees. Estás vestido decentemente? Pista: la ropa limpia mola

Casi de inmediato, recibió otro mensaje, esta vez de Honor.

No vengas a ver el Top Ten de Tumores, te lo grabaré. Espero que tengas cosas mejores que hacer. Como estar con Emmaline.

Y otro, esta vez de Pru. El aquelarre debía estar reunido y había decidido que no había nada más divertido que atormentar a su hermano.

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