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Em volvió a entrar y se sentó en el sofá. No reprendió a Sargento cuando saltó y se puso sobre su vientre para que lo acariciara.

—Lo primero es lo primero —dijo Ángela—. Voy a llamar al Rey del Pollo (sirven a domicilio, ¿lo sabías?) y a preparar unos martinis. Luego hablaremos.

Después dejó una caja de pañuelos de papel a su lado.

—Toma. Por si acaso quieres llorar un poco.

—No soy de esas —presumió Emmaline justo antes de empezar a llorar. «Puaj.» Odiaba llorar; era demasiado humillante e incontrolable, y sin embargo, allí estaba, llorando sobre el hombro de su hermana mientras Sargento le lamía las lágrimas.

Media hora más tarde, cuando les entregaron un pollo de aspecto delicioso y Ángela preparaba la segunda ronda de martinis, Em estaba rodeada de un montón de pañuelos de papel. El cachorro las miraba con aspecto solemne a pesar de tener una oreja del revés. Ella se la puso bien y consiguió que él le lamiera la mano, agradecido. Los perros eran maravillosos.

Y las hermanas también.

Ángela le puso otro martini frío en la mano antes de acomodarse como una top model cualquiera en el sillón rosa de Nana.

—Creo que tienes razón en que tiene complejo de caballero de brillante armadura. Hombres. Deberías hacerte lesbiana, Em. En este lado las cosas son mucho más fáciles.

—Dice la mujer que atravesó el país para perder de vista a su ex —murmuró Emmaline.

—Tienes razón. —Ángela tomo un sorbo con el mismo estilo que una Audrey Hepburn africana—. Voy a decirte una cosa, querida, y ten en cuenta que mi cociente intelectual era de ciento cincuenta y ocho cuando tenía quince años.

—Presumiendo de credenciales...

—Si las tengo, las tengo. ¿Has considerado que tal vez, solo tal vez, hayas pasado de esto a las primeras de cambio?

—¿A qué te refieres? Explícaselo a esta pobre imbécil que tiene un cociente normal.

—Pues que Kevin te rompió el corazón, un hombre horrible. Y desde entonces has evitado mantener relaciones.

—En realidad no es así. No lo hago a propósito.

—Por favor. No insultes mi altísima inteligencia. Como ya te he dicho, ahora que te has enamorado de Harry y que hemos visto la primera señal de que no es absolutamente encantador y perfecto, intentas arrancarlo de tu vida para evitarte futuros problemas.

—¿Te he dicho que nuestros padres pretenden mudarse a Manningsport?

—Buen intento de cambiar de tema. ¿Algo de lo que he dicho tiene parte de verdad?

—Sí, sí... —Em se sonó la nariz y tomó otro sorbo de martini—. La cuestión es, Ange, que me metí en esto con los ojos bien abiertos. Sabía que él no estaba en su mejor momento, que no soy realmente su tipo, pero así y todo me enamoré de él.

—Claro que sí. Es maravilloso.

Otro río de lágrimas ardientes bajó por sus mejillas.

—Me hizo tartamudear —susurró—. Cuando se enfadó conmigo delante de todo el mundo, me hizo tartamudear.

—¿Y dejó de girar el mundo? ¿Has perdido el trabajo? ¿Te han tirado piedras?

Em puso los ojos en blanco. Era posible que se hubieran quedado atascados, pero tenía la cara bastante entumecida —Ángela hacía unos martinis de muerte—, así que no estaba segura.

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