Capítulo 12

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Cerró los ojos cuando el agua caliente se deslizó por su rostro, siguiendo por su pecho. Echó la cabeza hacia atrás, sonriendo ligeramente cuando por fin se relajó. Rozó con la punta de los dedos las baldosas de la pared mientras veía las gotas de agua descolgarse por sus pestañas hasta sus pómulos, cerrando instintivamente los ojos cuando las veía caer.

Se deshizo la coleta pasándose las manos llenas de champú por el pelo, sintiendo la fragancia de limón que éste desprendía, y se aseguró de colocar el coletero en su muñeca.

Había aceptado.

Claro que había aceptado... Por ver a Kara.

Por esa mínima oportunidad de poder volver a ver esos ojos azules.

Todavía recordaba la descarada sonrisa de Rhea cuando los dos guardias la dejaron frente a ella y finalmente las palabras que tanto había deseado oír resonaron por toda la sala. Se había tragado todo orgullo a cambio de esa oportunidad y, como había dicho Mon-el, un nivel de vida mínimamente superior al que tenía en aquella celda.

Pasó una hora bajo el agua caliente, se enjabonó cinco veces y perdió la cuenta de las veces que se lavó el pelo. Cuando sus pies tocaron la alfombra se dirigió al espejo para observar aquel rostro que al entrar allí había visto lleno de suciedad y restos de sangre. La herida de la frente hacía cicatrizado y únicamente una pálida línea apenas visible le recordaba aquel golpe.

¿Cómo una chica como ella, con un futuro tan brillante en su campo, había acabado así? Siendo esclava de una reina de un mundo extraterrestre del cual jamás había escuchado ni la más mínima especulación sobre su existencia. Sirviendo en un palacio y sin poder sacarse de la cabeza a aquella chica de otro planeta...

Se secó sintiendo en cada poro de su piel la suavidad de aquella toalla blanca que le habían dejado sobre la silla, junto a un vestido negro igual al que usaban las criadas, unos zapatos con un mínimo de tacón y ropa interior del mismo color.

Miró con desprecio el vestido granate que había llevado el último mes y se vistió, colocando alrededor de su pelo la toalla que había usado en su cuerpo. Una vez vestida volvió a observarse en el espejo, dejó caer su melena sobre su hombro izquierdo y se alisó la falda. Dejó la toalla y la ropa sucia sobre la silla antes de abrir la puerta.

-¿Ya estás? -le sonrió la criada más joven, que había estado esperando a que acabara. Era pelirroja y de grandes ojos verdes, bajita y de cuerpo atlético- Me llamo Odile.

-Yo soy Lena.

La chica asintió de nuevo con una sonrisa y le hizo un gesto para que la acompañara. La morena miró en todas direcciones, no habían guardias siguiéndola.

-En esta planta se encuentran las habitaciones de los reyes y del príncipe -habló mientras paseaban por un enorme pasillo iluminado por una cristalera que dejaba ver todo el jardín-, una habitación para invitados, tres baños y una biblioteca. En la planta de abajo la cocina, el comedor, el recibidor, el salón principal, las estancias de los trabajadores y la sala de reuniones.

Lena asintió mientras pasaba la mano por la barandilla de las escaleras que daban a la planta baja, sin apartar la mirada de la enorme rosetón que decoraba la parte superior de la fachada principal y que dejaba entrar toda la luz que iluminaba la entrada.

-Se nos permite la entrada a todas las habitaciones, nosotros nos encargamos de mantener el palacio limpio y a los reyes, príncipe e invitados bien cuidados. Acabas de empezar así que pasarás una semana conmigo, si ven que se te da bien la cocina, o jardinería o cualquier otra cosa te encargarán únicamente ese trabajo; si no, simplemente sirviendo.

Take You Home (SuperCorp)Where stories live. Discover now